Nunca estuve tan triste en mi vida como aquella noche junto a Melissa, los recuerdos me golpeaban, la conciencia me cuestionaba todas mis acciones como padre.
– No seas tan duro contigo mismo – Decía Melissa.
– Es justo que sea así, no me preocupé lo suficiente de dar sostén afectivo. Me ocupé de trabajar, de dar lo que a mí me faltó.
¿Será posible dar afecto y sostén económico al mismo tiempo? Pensaba. Ya que para dar sostén económico hay que invertir tiempo en el trabajo, en los negocios, tiempo que justamente quitas a las reuniones familiares, a horas de conversaciones y juegos con los hijos. Debe de haber un punto de equilibrio, pensé.
Yo no la hallé.
Me acosté sobre el mueble de terraza, los cigarros no me quitaban la ansiedad, ni el humo de ellos tampoco llenaba mi interior.
– No es justo que lo sientas así, soy testigo de lo lejos y fuerte que has trabajado para, además de crecer laboralmente, proveer para tu familia. – Dijo Melissa al sentarse en el mueble del costado.
– Al parecer eso no fue suficiente. Pocas veces como hijos entendemos el rol de los padres, no es hasta que nos convertimos en padres que recapacitamos de nuestras acciones y nuestras palabras para con nuestros padres.
– Entiendo, el sentimiento de culpa es enorme cuando nos cuestionamos el porqué de nuestras propias acciones de cuando fuimos solo hijos – Reflexionó Melissa – Es una tarea difícil ser padre, es cierto, nadie nos enseño a serlo, aprendimos de lo que vimos de nuestros padres.
Oímos pasos en la puerta de la terraza, ambos giramos en esa dirección. Era Kiara, tenia los hombros encogidos, se había puesto una chaqueta previniendo el aire impetuoso de esta época.
– Hola
– Hola – respondimos Melissa y yo.
– ¿Puedo acompañarlos? – preguntó tímida
– Claro, toma asiento – Respondí de inmediato poniéndome de pie.
– Gracias – se sentó y levantó la mirada – ¡Dios, cuantas estrellas! – dijo emocionada.
En realidad no lo había notado, eran muchas, el cielo estaba despejado, la luna y las estrellas brillaban a lo lejos.
– En serio, son demasiadas – Agrego Melissa
Estuvimos varios minutos sin decir mucho más que solo de las estrellas y de lo bonitas que se veían.
– Bueno, será mejor que vaya a descansar, quizás deba tomar mi vuelo mañana, ya he causado muchas incomodidades – Interrumpió el silencio Melissa.
– Para nada Melissa, sabes que te puedes quedar todo el tiempo que quieras, no es incomodidad – supliqué.
– Es cierto, quedate, hay mucho por conversar – agregó Kiara.
– La verdad ya hicieron mucho por mí, solo anhelaba estar aquí con mi familia, revivir momentos y saber que estaban bien – Se volvió y extendió la mirada nuevamente a las estrellas. – Fue lindo estar con ustedes aquí nuevamente.
– Tambien me gustó mucho volver a verte Melissa, ha pasado mucho tiempo. Espero volver a verte – Respondió Kiara.
– Si ya lo decidiste Melissa, no puedo detenerte – contesté.
– Será mejor que vaya a descansar, mañana será un día cansado.
– Esta bien – respondimos – Buenas noches.
Melissa se quedó inmóvil con la mirada perdida en el infinito cielo por unos segundos y luego respondió por fin.
– Buenas noches – dió media vuelta y abandonó la terraza.
En realidad soy muy malo para las despedidas.
Hace mucho que no toco mi armónica, hay momentos en los que las palabras no son suficientes, aveces ni las canciones dicen lo que realmente sentimos, por eso prefiero expresarlo en una melodía.
Leí mil libros, escuché cientos de canciones y algunas veces no supieron identificarme realmente con ellas.
Por eso comencé a escribir, y por fin pude describir aquello que sí me pertenecía, aquello que si me identificaba realmente.
¿Me permites grabar el sonido de tu melodía? -Preguntó Kiara.
- Supongo que sí.
Tomé mi armónica, aquel instrumento que me acompañó en escasas interpretaciones, pero aquellas que necesite en verdad.
Exhale sobre aquél instrumento y las notas que en ella se interpretaban eran lentas y suaves, notas extendidas.
Realmente no pensé interpretar alguna canción conocida, solo me dejé llevar por lo que tenía dentro de mí, sea angustia o dolor, soledad o alegría, solo quería deshacer aquello que llevaba dentro de mí expresándolo, sin palabras, solo con mi melodía.
Sí pudiera dejar ir mi dolor en una melodía, y el viento impetuoso se la llevaría hasta algún lugar donde se transforme en calma, en algún lugar donde sea solo una suave brisa entrando por la ventana.
Lentamente deje salir el último aliento sobre el instrumento para por fin dejarlo ir, poco a poco abrí los ojos, como si volviera al mundo real, y ahí estaba Kiara, mirandome tiernamente.
– Eso fue hermoso – se adelantó antes que pudiera consolidarme nuevamente en mis pensamientos, sus ojos estaban vidriosos
Solo guardé silencio, miraba con mucha estima aquella armónica, aquella que me acompaño por tanto tiempo y en mis momentos oscuros.
– Extrañé poder hacer esto – dije luego de unos segundos.
– Estuvo muy bonito – Sostuvo la grabadora entre sus manos con una sonrisa leve y continuó – lo guardaré...
– Bueno, en realidad, ya no me pertenece.
– ¿A que te refieres? – Preguntó inquieta.
– Pues en realidad, no deberíamos quedarnos con lo que nos hace daño. Los dolores, la ira, la tristeza, deberíamos de soltarlo, de expresarlo, pero de forma positiva, de alguna manera en la que podamos edificar... Si hacemos esto veríamos lo grande que podríamos llegar a ser.
– Ya veo, tienes razón, si podríamos expresarnos de forma positiva siempre, a lo mejor habría más cosas bellas, que no deje desazón, en su lugar habrían muchas más cosas de las cuales podríamos inspirarnos para poder hacer más.
– Exacto, se acabarían las guerras, las protestas, las discusiones, todo por medio del arte, siempre creí que el arte es una forma de elevar una bandera blanca, una manera de invocar a la paz. – Miré como se consumía mi último cigarrillo entre mis dedos.
Espero que, así como el humo de mi cigarrillo se desvanece en el ambiente, así tambien mi tristeza se esfume de mi interior, que no haya rastro de que alguna vez pasó.
El silencio todavía aguarda en mi ser, pero ya no pesa tanto, tenía que exteriorizar lo que me causaba esto.
En cierta forma esto sirvió para que de algún modo Kiara y yo nos acerquemos. El tiempo y los malos entendidos siempre se interpusieron entre nosotros, y ahora, teníamos una oportunidad para coincidir. Después de todo, Kiara, madre de Richard, podría entender mejor esta situación.
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Apocalipsis 21: 4
SpiritualApocalipsis 21:4 es un libro que te impactara. Benjamín tiene una vida muy normal, hasta que un sueño lo hace trastabillar, le devuelve sus miedos y penas mas ocultas. De esto nace una filosofía para la vida, la filosofía de la muerte. Te identifica...