A la mañana siguiente se podía oír como Melissa estaba guardando nuevamente sus cosas en la maleta.
Me desperté temprano como de costumbre y me senté en el sofá de la habitación de estar, a pensar quizás, tal vez a esperar a que baje Melissa.
— Lo siento, ¿te desperté? — Pregunto al bajar las escaleras.
— No, solo desperté temprano.Sabía que no era cierto, me obligue a estar aquí para despedirme.
— ¿Estás bien? — Me quedó mirando.
— Claro; bueno, tú sabes que no me gustan las despedidas, ¿no?
— Lo sé — Se sentó en el sofá y acomodó su cabello — pero lo que no entiendo es, ¿Por qué estás aquí esperando si no quieres despedirte.
— Parece absurdo, ¿verdad?
— No, supongo que es una reacción al pasado, a lo vivido, quizás el miedo a que se vallan sin despedirse; como papá, siempre evitó despedirse de nosotros. Siempre ignoró el hecho de que podía despedirse de algún modo. Quizás para no llevar consigo el dolor de un último abrazo, un último momento, un último beso, hasta que el destino diga que haya una próxima vez.
Siempre la última vez duele cuando es algo que compartes con quién amas. Un beso, una caricia, un abrazo...
— A veces repetimos inconscientemente algunas actitudes de la infancia - decía ella.
— A lo mejor, a la larga quizás me volví cómo él, en su distancia, en la forma en que simplificaba sus oraciones para decir tanto con tan pocas palabras.
— Su destreza para ello siempre me admiró.
— No todo es tan poético y bonito, muchas veces guardo silencio ante lo que quisiera desfogar, reprimo mis sentimientos y los guardo.
— No deberías hacerlo.
— ¿Hacer qué? — cuestioné.
— Eso, reprimir tus sentimientos. Las emociones son como un río que emerge, si les pones una represa obstruyendo su paso se acumularán dentro de ti. Pero eso solo hará que el agua se detenga, y el agua detenida por mucho tiempo se echa a perder. La misma agua que limpia y sana, ahora corroe y destruye... Eso no es bueno, tienes que exteriorizarlo.
¡Dios! tiene razón, después de todo Melissa es psicóloga de profesión, no la puedo contradecir.
— Tienes razón Melissa, quizás deba decir más.
— Quizás debas usarlo con Richard, quizás de esa manera te conviertas en un río que dejará fluir sus sentimientos, y éstas siempre tienen buen puerto, aunque muchas veces parezca que no, la palabra siempre logra agrietar las represas.
— Es cierto, a lo mejor funcione con Richard.
— Y no solo con Richard — dijo mirándome de costado.
— ¿A qué te refieres?
— No soy tonta Ben, aún amas a Kiara.
— ¿Cómo?
— Tus ojos lo gritan ¡Por Dios! ¿Por qué no solo lo aceptas?
— ¿Qué?
— Por favor Ben, ¡ya! Te conozco, quizás hayan pasado los años, pero sigues siendo el mismo niño tonto enamorado.
— No sé de qué estás hablando — Ok lo sé, ya es absurdo, es obvio que sé de qué está hablando, lo sé muy bien.
— Ben, eres un libro abierto para quienes saben leerte.
ESTÁS LEYENDO
Apocalipsis 21: 4
SpiritualApocalipsis 21:4 es un libro que te impactara. Benjamín tiene una vida muy normal, hasta que un sueño lo hace trastabillar, le devuelve sus miedos y penas mas ocultas. De esto nace una filosofía para la vida, la filosofía de la muerte. Te identifica...