Pero sobre todas las cosas, nunca te olvides de Dios.Grettel observa a sus hijas con los ojos llenos de lágrimas contenidas, el alma cargada de una mezcla de emociones que apenas puede procesar. Ha vivido años de sufrimiento, angustia y desesperación. La pérdida de Mia, su pequeña hija, fue un golpe devastador. Su propio padre se la arrebató y entregó en adopción, condenándola a una vida de incertidumbre y tristeza. Grettel creyó que nunca volvería a verla, que su niña se había desvanecido para siempre en el torbellino del tiempo y el destino cruel.
La vida, sin embargo, le tiene reservada varias otras sorpresas. Hoy mismo, Grettel se había reencontrado con Dulce, su hija menor. Han pasado tres años desde la última vez que la vio, tres años en los que pensó que estaba muerta. El marido de Dulce, un hombre cruel y violento, la sometió a un infierno tal que Dulce se vio obligada a fingir su propia muerte para escapar de sus garras. Verla nuevamente, viva y respirando, es un milagro inesperado y doloroso. Los recuerdos de noches insomnes y lágrimas silenciosas se desvanecen ahora, sustituidos por un torrente de alivio y alegría.
Pero el destino no ha terminado de revelarle todas sus cartas. Junto a Dulce, se encuentra una joven que a Grettel le resulta a la vez desconocida y profundamente familiar. Anahí Peregin. Aquella joven de ojos azules penetrantes y semblante sereno tiene que ser su Mia, su hija perdida. Ha sido adoptada y criada con otro nombre, pero en su corazón, Grettel sabe que es ella. El reconocimiento es inmediato y profundo, como un rayo de luz atravesando la niebla de los años.
—Bueno, las dejaré solas para que hablen tranquilas. Mucho gusto, señora Grettel. —dice Annie con una sonrisa amable antes de retirarse.
—Mucho gusto, Anahí. —responde Grettel, observando cómo Anahí se aleja.
Grettel se queda mirando hacia donde se fue Anahí, su mente revoloteando con recuerdos y pensamientos. Dulce se da cuenta y le pregunta con suavidad:
—¿Pasa algo, mamá? Te quedaste un buen rato mirando hacia donde se fue Anahí.
—No, hija, es solo que con esto de que estás viva... —dice Grettel, la voz temblando un poco por la emoción contenida.
Dulce asiente, comprendiendo el peso de las palabras de su madre.
—Ya sé, mamá, es mucho para ti, pero era necesario hacerlo. Solo así me podía librar de Christopher.
Grettel suspira profundamente, el dolor y la culpa reflejados en sus ojos.
—Ay, hija, perdóname por no haberme dado cuenta de la mala vida en la que te tenía viviendo ese mal hombre.
Dulce la toma de la mano, transmitiéndole calma y seguridad.
—No, mamá, no es tu culpa. Ahora te contaré todo lo que he vivido los últimos tres años.
♤
ESTÁS LEYENDO
𝐍𝐨 𝐓𝐞 𝐏𝐮𝐞𝐝𝐨 𝐏𝐞𝐫𝐝𝐨𝐧𝐚𝐫 ©
RandomDulce Saviñón de Uckermann, casada con Christopher Uckermann, ella lo amaba. Al principio todo era como un cuento de hadas, pero luego se convirtió en el peor de sus sueños. Christopher comenzó a golpearla y a violarla de la manera más cruel. Histor...