Cap. 12: Se desvanece

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KAIRA

Acabé por dormirme en el avión, cuando aterricé fui directa a casa de mis tíos. Estaba agotada física y mentalmente. Hablé poco con ellos, cosa que entendieron por el viaje, y me subí a la habitación que habían preparado para mí. No tardé mucho en volver a quedarme dormida.

En Los Ángeles. En la 46, Sunset Strip. En el conducto de ventilación cinco minutos antes de...

¿Qué...? Me levanté de un salto. ¿Qué cojones había sido eso? Miré el móvil: tres llamadas perdidas de Izan, cinco mensajes de Gerad, uno de Dave y ¡diecinueve llamadas perdidas de Vicky! ¿Qué querrían todos?

Volví a mirar la pantalla. ¡Había estado dos días durmiendo! Cuando me hube tranquilizado me di una ducha y bajé las escaleras de la casa.

—Hombre, mira a quién está aquí —dijo mi tío.

—Buenas, ¿por qué nadie me despertó?

—Hija, estabas agotada y decidimos dejarte dormir todo lo que tu cuerpo pidiese —aclaró mi tía Cala—. Tendrás hambre, ¿quieres algo de comer?

—Una ensalada de arroz está bien, gracias.

—Marchando una ensalada —y desapareció en la cocina.

Me quedé plantificada en la entrada de la casa, sin moverme. ¡Vicky!

—Ahora bajo —dije y desaparecí escaleras arriba.

Coloqué un poco la habitación, deshice la maleta y me asomé a la ventana. Mi tabla de surf. Hacía bastantes años que no la usaba. Cogí el móvil y marqué el número de mi amiga.

—Hola Vicky.

—Chica, ya iba siendo hora de que me cogieras el teléfono. ¿Dónde te has metido estos días?

—En la cama, he estado durmiendo todo el tiempo. Me acabo de despertar hace veinte minutos —dije distraída mirando las pedazo de vistas que tenía desde la casa.

—Joder Kaira. Y todos nosotros preocupados pensando que te había pasado algo.

—Tranquilos, estoy bien.

—Pues llámalos para que lo sepan —rió—, que hasta Izan te llamó.

—Lo he visto, ahora les llamaré.

—¿No vas a preguntar nada de Logan? —me preguntó Vicky.

—No me ha llamado ni me ha escrito.

—Deberías hacerlo —me aconsejó—, realmente está mal.

—No es problema mío, no me quiso decir nada en el aeropuerto, ni se despidió. Además, no somos nada.

—Yo te digo que lo hagas, pero como siempre harás lo que quieras —escuché su risa.

—No te lo voy a negar —y yo también reí.

Pasamos un rato más hablando sobre qué tal le iba el instituto antes de colgar. Decidí también mandar un mensaje a Gerad y otro a Izan para que se quedasen tranquilos.

Dormí durante dos días seguidos. Estoy bien, no os preocupéis.

También le respondí a Dave y hablamos de cómo tenía que hacer para mandarme la moto y de dónde tenía pensado arrojar las cenizas de mi difunta madre.

—Al mar.

—Me parece un gesto muy bonito —no respondí—. Bueno, si necesitas algo, llámame.

—Gracias.

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