Cap. 1: Princesa

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KAIRA

Soy Kaira Brown.

Y me gusta el surf y el arte.

Hace poco me mudé a Los Ángeles para que mi madre, Katherine, se casara con un señor rico que conoció en un viaje.

Típica historia de amor adulta.

Antes vivía en Hawaii. Tengo muy buenos recuerdos de mi padre.

Lo echo tanto de menos...

—Hija, baja a desayunar o llegarás tarde —me llamó mi madre.

—Bajo en cinco minutos —respondí.

Después de salir de la ducha, vestirme y arreglarme un poco bajé las escaleras para desayunar los tres juntos en amor y compañía —nótese el sarcasmo—. Me senté en la isla de la cocina con la pareja de unos cuarenta y pico años dándose mimitos. Puse los ojos en blanco, no me gustaba la idea de pareja.

—Kaira, ¿preparada para tu primer día de clase? Ya sabes que debes dar una buena impresión y mantener las posturas —comentó madre. Desde que se casó estaba insoportable.

—Sí, ya lo sé —dije cortante.

Salí de casa hacia el colegio, pero me quedé congelada al ver una limusina enfrente de la puerta. Pensaba que todos esos lujos los habíamos dejado en Hawaii, pero claramente el padrastro rico y la madre exquisita tenían que hacer testigo de su dinero.

Una vez en el instituto y ya ganada mi fama de niña rica, busqué las listas de la clase y como chica nueva que era me perdí por los pasillos. Iba caminando en dirección a mi clase cuando de pronto choqué con una pared y me caí al suelo. Al mirar hacia arriba vi cómo un chico alto de pelo negro me miraba. Era unos años mayor que yo por lo que no entendí qué hacía en el instituto, pero las vistas eran asombrosas: la camisa arremangada resaltaba sus brazos muy bien definidos, la corbata floja y el botón de la camisa desabrochado dejaban su cuello al descubierto y en su cara el contraste de su pelo negro carbón con la intensidad de sus ojos de un color azul mar daba escalofríos, eran preciosos.

Ejem, mente fría.

Todo este análisis no duró más de tres segundos, en seguida me aclaré la garganta.

—¡Ey! ¿Es que no sabes por dónde andas? Hay más gente a tu alrededor y no tan altos. —le dije aún sentada en el suelo y de forma despectiva.

El chico se me quedó mirando asombrado pero pude vislumbrar una sonrisa de suficiencia. No le faltó tiempo para responder.

—¿Quieres que te ayude, princesa? —me tendió la mano y yo la rechacé golpeándola.

Lo dejé en evidancia delante de sus dos colegas. Una vez de pie mantuvimos la mirada y le pasé por el lado chocando los hombros.

—Tú lo has querido. Acabas de empezar una guerra, princesa.

No me giré y seguí caminando con seguridad. Esta guerra no había hecho más que empezar y la iba a ganar yo, que eso le quedara claro. Ese tipo no sabía con quién se había metido.

El resto de la mañana trancurrió sin ningún inconveniente. Me hice cercana a unas chicas de clase y a la hora de comer me presentaron al resto de su grupo, todas eran guapas y no tardé mucho tiempo en entender en qué grupo me había metido. Me invitaron a una fiesta que celebrarían el sábado por el inicio del último curso.

De camino a casa y después de insistir al conductor que iría andando, me paré a las puertas de un garaje. Me llamó la atención un cartel que había pegado en ella: De lunes a jueves se imparten clases de surfskate en esta nave.

you can be king againDonde viven las historias. Descúbrelo ahora