𝕯𝖚𝖔

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A la mañana siguiente estaba en la puerta sintiéndose nervioso por lo que le esperaba y debatiendo si es que aquella era una buena idea. Junto a su madre hicieron una maleta rápida la noche anterior con todo lo que pudiera necesitar: sus libros, ropa y un par de cosas más que su madre insistió en que debía llevar y jamás sacar de su maleta (decidió que era mejor no preguntar y solo hacerle caso). Ahora sus padres se estaban despidiendo de él en la entrada.

–Sé bueno ¿si? Escucha a los maestros e intenta hacer amigos. Yo tenía dos amigas cuando tenía tu edad. Ahora que lo pienso hace mucho que no sé de ellas, tal vez debería... –la mujer se detuvo al darse cuenta de que se había desviado del tema. Carraspeó antes de tomar a su hijo de los hombros –Pero es importante que no te fíes Seonghwa, son brujos después de todo; casi nunca tienen buenas intenciones.

El pelinegro asintió pues sabía que lo que su madre decía era cierto. La mujer lo atrajo de los hombros y lo estrechó en sus brazos con fuerza. Después de unos segundos, sintió como su padre también se unió al abrazo.

–Ya déjalo ir o se le va a hacer tarde– intervino el hombre mayor cuando vio que su esposa no parecía tener intenciones de soltar al adolescente. La mujer se separó a regañadientes pues sabía que lo que decía su pareja era cierto.

–Ten cuidado Seonghwa –la mujer le volvió a decir como por enésima vez. En ese momento pareció recordar algo, pues se separó del chico y metió la mano dentro del bolsillo de su chal; de este sacó un collar. La piedra triangular que colgaba de él era de color negro brillante. Se lo puso a Seonghwa sin mayores explicaciones.

–¿Qué es esto? –preguntó el chico para salir de la duda mientras lo tomaba para observarlo. La mujer le dio una sonrisa maternal, pero también una mirada firme.

–Es una turmalina. No te la saques por nada del mundo porque te protegerá –al ver la seriedad con la que su madre le dijo aquello, Seonghwa asintió sin rechistar. En ese momento recordó otra de las dudas que anoche casi no lo dejaron dormir.

–¿Cómo se supone que llegaré a la academia? Ni siquiera sé dónde está –dijo con un pequeño puchero.

–Tienes que adentrarte al bosque y caminar en línea recta. Después de un tiempo, verás un gran árbol seco. Necesitas pasar tu mano por su tronco y llegarás a la academia –esa fue la vaga explicación que le dio su madre mientras lo tomaba de la espalda y lo comenzó a empujar a la salida. Una vez estuvo fuera de la casa, sus padres agitaron sus manos a modo de despedida.

–Te queremos hijo –fue lo último que dijo su padre antes de cerrar la puerta. Seonghwa se quedó aproximadamente dos minutos parado en el mismo lugar antes de bufar y comenzar a caminar en dirección al bosque. Vaya despedida, pensó.

Dentro de la casa, la pareja mayor veía por la ventana a un lado de la entrada a su hijo emprender camino. El hombre suspiró antes de girarse a mirar a su esposa –¿Crees que esto fue una buena idea?

–No lo sé –respondió honestamente la mujer, igual de preocupada –Pero debemos dejar que se enfrente a estas cosas solo desde ahora. No estaremos siempre a su lado.

Dejaron de espiar a su hijo cuando lo vieron desaparecer entre los grandes árboles del bosque. Y se encaminaron hacia la sala de estar para comenzar el tiempo de calidad a solas que no tenían desde hace años.

Por su parte, Seonghwa caminaba entre las ramas y hojas características del bosque. Desde que tenía uso de razón, había vivido en aquella casa algo alejada del pueblo y cerca de la naturaleza, por lo que estaba acostumbrado a andar por esos lados. Sin embargo, cuando pasaron cerca de quince minutos desde que comenzó su recorrido, se empezó a frustrar al no ver el árbol que su madre le había dicho. Quiso maldecirla por hacerlo llevar una maleta, en especial cuando siguió caminando por lo que, para él, fueron quince minutos más y aún no llegaba. Se preguntaba por qué rayos su madre no le dio una escoba voladora como aquellas brujas tan trilladas de las películas.

A witch? | SeongjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora