Strangers- Capítulo XV

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Lauren's POV

Mi garganta dolía.
La ira en mi cuerpo era tanta, que había estado gritando por un largo rato. Era un intento, totalmente inútil, de desahogar la furia que estaba sintiendo.

Mis pulmones ardían, y no sentía mis piernas.
Le había pedido a Poché que me dejara sola. Estaba relativamente cerca de mi edificio cuando me bajé de su auto, y corrí hasta allí. Sin parar, sin mirar hacia atrás, sin tomar un respiro. No subí al piso donde estaba la casa que compartía con Melanie. Fui directamente hasta el gimnasio, donde de mi taquilla saqué un conjunto deportivo y unos zapatos de correr. Subí a la caminadora, y me deshice de la noción del tiempo.

Mis ojos estaban secos, pero aún sentía ganas de llorar.
Imaginaba que había llorado tanto desde el inicio del día que ya no quedaban lágrimas por derramar.

El rencor no es un buen acompañante de la decepción, y menos en mí.

En mí, podían ser el perfecto detonante para un ataque de ira. Y eso fue exactamente lo que sucedió. Exploté, simplemente me cegué de odio.

No sufría esos ataques de violencia desde que estuve internada. Aquellos meses en los que la abstinencia me sobrepasaba y terminaba golpeando a cualquier pobre infeliz que me molestara en ese momento.

Flashback; años atrás en Londres, clínica Addcounsel Rehab.

La habitación estaba completamente detruida. Podía asegurar que eso le agregaría al menos un par de miles de dólares a la cuota mensual de la estúpida clínica en la que me habían encerrado.

Pero viéndole el lado bueno, al menos mis golpes no habían acabado en la cara de algún interno.

Llevaba ya un par de meses aquí y el dolor intenso no se iba. Ese dolor que, sabía, solo quitaría una inyección de morfina. Mi vida era un asco, y odiaba a todos.

Y la chica italiana que había ingresado recién no era la excepción. Su maldito acento y su narcicismo me jodían demasiado. Todos en ese puto 'manicomio'; como yo le decía a veces, ya que absolutamente todos teníamos serios traumas mentales; me respetaban, e incluso me temían, menos ella.

Ella se regodeaba en su altanería. Era realmente insoportable.

Cuando entró a la habitación que compartíamos, a pesar de mis quejas y el escándalo que armé, deseé colocarle la silla que recientemente había roto como sombrero. Su presencia me molestaba.

-No se si lo has notado, ojitos bonitos...- si no me hubiera caído tan mal, su acento italiano me parecería atractivo- pero esta habitación es compartida, y no puedes romper lo que te de tu puta gana porque también me pertenece.

-No comiences a joder.- respondí, me lancé a mi cama sin cuidado.

-Mi cama no estaba así cuendo me fui. Yo la dejé arreglada, y así la quiero de vuelta. Encárgate.- ordenó y se tiró a mi lado de la misma manera en la que yo lo hice.

-Levántate de mi puta cama, y vete a la tuya.- dije mientras me sentaba.

-No me agrada acostarme en una cama deshecha, Jauregui.-

-Ese no es mi problema.-

-Pues, me temo que dormiremos juntitas, ojitos bonitos.- se acomodó. Yo estaba enojada, y ella seguía provocándome.

La tomé de su mano derecha, la halé hacia mí dejándola sentada. Con mi otra mano envolví su cuello y ella rió. Joder, como odiaba a esa italiana.

-Lárgate de aquí, Garzón.- prácticamente gruñí al decir eso, ella solo siguió riendo.

-¿Sabías que mientras más le demuestres tu miedo a un animal salvaje, mas probabilidades hay de que te ataque?- preguntó de manera retórica- Yo no te tengo miedo, gatita.- me tomó por sorpresa cuando con un movimiento rápido me dejó debajo de ella en aquella cómoda cama. Esta vez fue ella quien llevó su mano a mi cuello, y yo intensifiqué mi agarre en el suyo.

StrangersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora