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¡Alguien estaba intentando entrar en su casa!

SaiFah oyó a alguien hurgar en la cerradura de la puerta de entrada a su apartamento. Ya le habían robado una vez desde que se había trasladado al norte de Bangkook* y no iba a permitir que volviera a ocurrirle.

El edificio tenía conserje, cosa que no había evitado el último robo; probablemente, porque Ernie tenía el coeficiente de inteligencia de un mosquito.

La cerradura volvió a sonar y, después, el pomo de la puerta giró lentamente. No había tiempo para llamar a la policía, no había tiempo para pensar, sino para actuar.

Desgraciadamente, la pierna rota no le permitía moverse con rapidez. A pesar de encontrarse con frecuencia en situaciones desesperadas, era la primera vez que SaiFah se había roto un hueso, algo que no le hacía feliz. Llevaba toda la mañana lanzando maldiciones a las muletas, pero ahora parecía que podrían servirle de ayuda.

De pie y agarrándose con una mano a la estantería que había al lado de la puerta, SaiFah levantó una de las muletas de madera disponiéndose a darle en la cabeza con la muleta a quien fuera que entrase por la puerta. Un hombre tenía derecho a proteger su propiedad.

La puerta se abrió despacio...

Lanzando un grito de guerra, SaiFah bajó la muleta... dándose cuenta demasiado tarde de que el ladrón era un joven con una niña en brazos. Los gritos de ambos fueron más agudos que su previo grito de guerra.

Después de lanzar una maldición, SaiFah consiguió evitar golpear a alguno de las dos al desviar el golpe hacia la derecha, pero sí consiguió con ello hacer un boquete en la pared al lado de la puerta. Fue entonces cuando se dio cuenta de que los tabiques de aquel apartamento debían ser tan finos como el papel para lastimarse con solo un golpe.

—¿Está usted loco? —Le gritó el joven intruso al tiempo que tomaba en sus brazos a la pequeña con gesto protector—. ¡Podría habernos matado!

—¿Y Tu-Tú traes a una niña a robarme y tiene el valor de llamarme loco? —gritó SaiFah a su vez, al tiempo que se sujetaba a la estantería ya que una de las dos muletas estaba fuera de su alcance y no quería caerse y afectar aún más su pierna.

—¿Ves lo que has hecho? Has asustado a mi hija —dijo el joven de aspecto tierno con mirada acusadora.

—¿Que la he asustado? ¿Que la he asustado? —Repitió SaiFah con incredulidad—. ¿Quién demonios eres tú y por qué has forzado la entrada en mi casa? Y será mejor que me respondas inmediatamente o, de lo contrario, voy a asustarlos a los dos de verdad.

—No he forzado la entrada, tengo la llave —le contestó el joven después de haber calmado a su hija.

Ahora que la niña había dejado de intentar romperle los tímpanos con sus gritos, SaiFah pudo pensar por fin. El joven no parecía un ladrón... enormes ojos negros y una cortina de cabellos castaños que le caían casi hasta los hombros en sedosas cascadas. Pero las apariencias engañaban así que se mantuvo alerta.

—¿Y de dónde has sacado la llave? — cuestionó SaiFah observando de reojo al joven.

—De su tío, Thames.

SaiFah frunció el ceño. Ahora que lo pensaba, su tío le había llamado el día anterior y mencionó algo de una sorpresa.

—Supongo que tú eres SaiFah, ¿no?

—Sí. ¿Y usted? — preguntó SaiFah con mirada inquisidora.

— P'Zon. — respondió de manera calmada mostrando su hoyuelo.

WHY RU- (Mii2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora