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—Bueno, ¿qué le ha parecido mi sobrino? —le preguntó Thames a Zon mientras éste se alejaba en el coche de casa de SaiFah.

Penpeth le había llamado al teléfono celular.

—Es todo lo que usted ha dicho... y más —respondió Zon soltando un hondo suspiro.

Thames notó la irritación de Zon en su voz y se compadeció del bajito pero su sobrino necesitaba ayuda.

—No va a dejar el trabajo, ¿verdad? —preguntó con temor de que Zon declinara.

—No, claro que no. Ahora estoy de camino al supermercado para hacerle la compra a su sobrino. —respondió Zon tocándose la frente con la mano libre por unos segundos antes de volver la vista a la pista.

—Te advertí que SaiFah puede ser muy cabezota cuando quiere.

—Sí, me lo advirtió. Pero, según parece, no le advirtió a él que yo iba a ir a su casa. SaiFah se creyó que era otra persona e intentó darme en la cabeza con una muleta.

—¡Oh, no! Sé que tiene genio, pero nunca pensé que pudiera ser tan violento.

Zon se sintió obligado a clarificar las cosas como el hecho de que SaiFah lo confundió con un puto.

—Bueno, he de admitir que se creía que estaba entrando a robar.

—Oh. Bueno, en ese caso, su reacción es lógica. Hace unos meses entraron en su casa y le robaron, aunque este vecindario en el que vive ahora es mucho mejor que el anterior. La cuestión es que Jack no es de las personas que se sientan y esperan a que los ataquen.

—Créame, yo no le estaba atacando y no suponía ninguna amenaza. —explicó el bajito a través de la línea.

Zon también se vio tentado a añadir que llevaba a su hija con él, pero no sabía qué le parecería eso a Penpeth, tal vez le disgustara. Al fin y al cabo, a SaiFah tampoco le había gustado ver a Zol.

Pero Zon se regía por un horario estricto y nada, ni siquiera un guapo bombero, iba a cambiarlo. Ese día era miércoles y los miércoles Zon tenía a Zol hasta la una del mediodía, hora en la que dejaba a su hija en la guardería. Una de las cosas que a Zon le gustaba de su trabajo era que, de vez en cuando, Zol podía acompañarlo. La mayoría de los días laborables Zon dejaba a su hija en la guardería, pero había ciertos días, como los miércoles, en los que pasaban tiempo juntos como familia.

Cuando se paró delante de un semáforo en rojo, Zon sonrió a su hija, que estaba hablando con su juguete preferido, un viejo oso de peluche que se llamaba Hugs. El oso era mayor que la pequeña Zol de tres años, porque Zon lo compró el día que se enteró de que estaba embarazado.

—En fin, Zon, siento que SaiFah te haya causado problemas y pues un mal susto cuando quiso golpearte —estaba diciendo Penpeth con voz apenada.

—No se preocupe señor Penpeth, ya hemos aclarado los malentendidos.

—Estupendo, me alegra oír eso.

Después de colgar, Zon se dijo a sí mismo que no había mentido a Thomas Respecto a él mismo todo estaba aclarado. Y la atracción que había sentido por SaiFah al darle el bolígrafo tan sólo había sido un producto de su imaginación. Se negó a considerar otra posible explicación.

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—¿Hay alguien en casa? —en esta ocasión, Zon se aseguró de anunciar su regreso al apartamento de SaiFah.

Zon algo impaciente abrió la puerta y volvió a anunciarse.

—SaiFah, soy P'Zon.

Llevaba dos bolsas de plástico en una mano. La lista con la comida que SaiFah le había dado le había costado ochenta dólares, y la mayoría eran alimentos precocinados.

WHY RU- (Mii2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora