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Instintivamente, Zon lo sujetó a SaiFah por la cintura para evitar que se cayera.

Sintió el cálido y húmedo aliento de SaiFah en sus mejillas, y el torso pegado al de él, los huesos y los músculos.

Zon vio deseo en esos increíbles ojos grises y también sintió su excitación debajo de los pantalones cortos. Zon tenía el abrigo abierto y la tela de los pantalones vaqueros no era lo suficientemente gruesa para protegerlo de la cálida intensidad de aquel poderoso cuerpo de SaiFah.

Aunque no quería protección. Quería que lo besara y SaiFah lo hizo, lenta y apasionadamente, consumiéndolo como si dispusiera de todo el tiempo del mundo para disfrutar cada milímetro de la boca de Zon y no pudiera esperar un segundo más para hacerlo.

No fue un beso vacilante ni tímido, sino de incontrolable pasión y abandono. Lo que los labios de Zon pidieron lo obtuvieron de la lengua de SaiFah, que avivó el fuego dentro de Zon.

Zon no fue pasivo. Se derritió junto a él, abrazándose a su cintura, retorciendo la lengua con la de él en un erótico y primitivo baile.

La sangre le hervía. En los brazos de SaiFah, se sintió una persona diferente, se olvidó del mundo, excepto de él. Tembló de excitación y sintió los dedos de SaiFah deslizándose por un muslo, por dentro de sus pantalones. Un inmenso placer le envolvió el cuerpo y movió las caderas buscando más de esa fricción.

Las piernas le temblaron y la cabeza comenzó a darle vueltas. Oyó un pitido...

Volvió a la realidad cuando SaiFah apartó la boca de la suya. Zon retiró las manos de él como si se hubiera quemado.

—¿Qué ha sido eso? —susurró Zon con voz temblorosa.

—El teléfono. — respondió con la voz entrecortada SaiFah.

—No. Me refería a... lo que nos ha... pasado.

—Está bien, admito que me has excitado.

Zon se sonrojó.

—No estaba hablando de la anatomía. Me refiero a que... no nos conocemos. Eres mi cliente —Zon se cubrió las mejillas con las manos—. Yo no hago estas cosas...

El teléfono volvió a sonar.

—Será mejor que contestes —le dijo Zon mientras se agachaba para recoger las muletas de SaiFah del suelo.

Al agacharse, casi le rozó los muslos con la cabeza.

Lanzando un juramento, SaiFah se colocó las muletas debajo de los brazos y se acercó al interfono.

—¡Sí! —gruñó SaiFah.

—Soy Ernie, el conserje. He supuesto que le gustaría saber que un policía de tráfico está poniendo multas en la calle a los que están mal aparcados.

—¿Ya mí qué me importa? — respondió SaiFah de mala gana.

—Puede que a usted no, pero su visita ha dejado su furgoneta en segunda fila delante del edificio. — respondió el conserje mientras se escuchaban los ecos de la policía de tránsito.

—¿Has aparcado en segunda fila? —le preguntó SaiFah a Zon.

—¡Sí! Sólo iba a quedarme un minuto para darte la cerveza y los panes, no puede ser ¡Tengo que irme corriendo! — Zon chillo y se dio media vuelta dispuesto a salir corriendo.

—¡Espera! Vas a volver. — SaiFah hizo el amago de caminar hasta Zon para tomarla del brazo—. ¿verdad? Vamos, no vas a dejarme, ¿eh? —suplico con una mirada de cachorro abandonado—. No pareces la clase de persona que se da por vencido fácilmente.

WHY RU- (Mii2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora