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SaiFah sonrió. Le encantaba la risa de Zon, era... indescriptible. Llena de vida. Cálida. dulce. Sensual. Todo eso y mucho más.

—Echas de menos tu trabajo, ¿verdad?

—Sí, mucho.

—Vamos, cuéntame más cosas. ¿Qué haces un día normal de trabajo?

—Eso no existe en mi trabajo —al ver que Zon no aceptaba eso por respuesta, continuó—. Pero puedo darte una idea aproximada. Verás, tengo un turno seguido de veinticuatro horas y luego cuarenta y ocho de descanso. Mi turno empieza a las ocho de la mañana e incluye entrenamiento físico; como, por ejemplo, levantamiento de pesas, aunque no son tan fanático de eso.

Eso explicaba su cuerpo, pensó Zon.

—Pero no nos han entrenado para andar con esto —añadió SaiFah señalando las muletas.

—Se te da mejor que antes andar con las muletas —declaró Zon.

—Es posible. En fin, como acabo de decir, en mi trabajo no existe eso de un día normal porque, cuando nos llaman para que vayamos a algún sitio, no sabemos cuánto tiempo vamos a estar allí; y tampoco sabemos cuántas veces nos van a llamar. Nos llaman para fuegos, para escapes de gas, para escapes de productos químicos, para urgencias médicas... para todo tipo de cosas. Y cuando estamos en la estación de bomberos, solemos estar revisando la maquinaria, los vehículos y el resto del equipo; por ejemplo, las sirenas, las luces, el combustible, el oxígeno...

Zon asintió y lo miró como si esperase que siguiera hablando.

—Almorzamos a las doce del mediodía y hacemos turnos para cocinar y fregar, todos lo hacemos. También tenemos que lavar los suelos, afilar las hachas, enrollar mangueras... ah, y también tenemos que sacar brillo al cobre; soy un profesional en sacar brillo.

SaiFah lo miró de pies a cabeza con una endiablada sonrisa.

—Si necesitas que alguien te saque brillo a algo, ese alguien soy yo. —añadió con picaroneria.

—Lo tendré en cuenta —respondió Zon con voz algo entrecortada.

—Bueno, como ya he dicho, también hacemos ejercicio físico. Y estudiamos manuales sobre cómo combatir distintos tipos de fuegos. Por ejemplo, si te dicen que tienes que ir a apagar un fuego Clase C, tienes que saber que eso significa que es un fuego de tipo eléctrico; de lo contrario, al utilizar el agua, podrías acabar electrocutándote. En fin, no es un trabajo para gente floja; sólo las botas pesan casi diez kilos. Nos metemos en los edificios en llamas con casi cuarenta kilos de peso extra encima, cuando la mayoría de la gente con sentido común lo que hace es salir corriendo.

—Entonces, ¿por qué lo haces? —preguntó Zon con curiosidad.

—Yo no he dicho que tenga sentido común.

De nuevo, Zon notó que SaiFah utilizaba el humor para evadir respuestas.

—Venga, sigue hablándome de tu trabajo. — animo Zon.

—No hay mucho más que contar, excepto que los incendios en los rascacielos es lo peor para mí. Uno nunca sabe qué es lo que se va a encontrar y cuesta mucho salir. Odio los rascacielos.

—Yo también. No me gusta vivir en un piso alto. — dijo Zon con un leve temblor en su cuerpo.

—Así que no vives en un piso alto, ¿eh?

—No. En este momento tengo alquilada una casa pequeña —respondió Zon con algo de felicidad, pero era sólo eso, una casa, no un hogar.

Por supuesto, le había puesto a Zol una habitación que era el sueño de cualquier niña pequeña, y el resto de la casa estaba limpio y ordenado; pero no era un hogar. Sólo era un lugar para vivir hasta que pudiera encontrar algo mejor.

WHY RU- (Mii2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora