Capítulo 7. Otro idioma.

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Dion se entretuvo cocinando. No era que especialmente se sintiese realizado al cocinar, tampoco sabía preparar una cantidad de platillos desproporcionales, lo que podía y sabía cocinar se apegaba a lo básico que un ama de casa promedio podía saber. Estuvo entre sus deberes como omega desde pequeño el instruirse en ciertos deberes para complacer a un Alfa, eso le sonó ridículo desde sus inicios; no obstante, su parte competitiva no lo dejó en paz y cumplió con todos los requisitos.

No le gustaba hacer los quehaceres, siempre se le dañaba una uña o acababa muy sudado. Es que, quien no ha cogido una escoba en su vida no tiene idea de lo agobiante que puede ser. Por eso quería mucho a Jenova, él valoraba por demás el gran trabajo que la mujer hacía día a día.

Fregar platos, asear la casa y cocinar debían de ser los deberes mejores pagos del mundo, si es que eran super agotadores.

Con esos pensamientos en mente el hizo un pescado sofreído, a Richard le gustaba el pescado bien crujiente, y, aunque, él no podía definirse como un gran fan de las criaturas del mar, no negaba que algunos peces bien preparados tenían un gran sabor. Él podía aceptarlos siempre y cuando no estuviesen cocinados en sopas o semejantes. Le daban asco las cabezas de pez, de verdad, no podía comérselas.

—¿Este tipo tiene una granja de vacas? —preguntó Richard, sentado frente al refrigerador abierto, observando todos los ingredientes que había allí.

Sinceramente, no eran demasiados.

—Cierra la puerta —dijo Dion, sentando encima del mesón, mirando el pez haciéndose al igual que las verduras—: Se gasta mucha energía cuando la puerta está abierta.

—Suenas como tu sirvienta.

—Richard —Dion agravó su voz.

—Sí, sí, Richard esto, Richard aquello, bah. —El gato cerró la puerta de un empujón con su costado derecho y saltó encima del mesón—. Pero no bromeo, ese tipo tiene una cantidad rarísima de cosas hechas del queso y hay mucha carne.

—Es un cambiante carnívoro —dijo el omega—, puedo olerlo en la casa.

—También yo, pero mira eso, no tiene papas, ¿cómo haremos patatas fritas con salsa rosa? —preguntó horrorizado—, Dion, tienes que seducirlo, necesitamos dinero para comprar papas, maíz de palomitas, chocolate blanco y rollitos de caramelo, ah, también necesito una caja de arena con granos ultra absorbentes, cuando cambio de ambiente orino mucho porqué me pongo nerviosito.

—Ni siquiera lo conozco, no puedo pedirle todo eso.

—¡Me niego a comer queso cuajada! Me saldrán longitas.

—Puedes tomar leche, parece haber bastante.

—No es deslactosada. —Dion rodó los ojos.

—Para ser un gato eres muy exigente.

—Tengo mis estándares —espetó Richard con gran dignidad.

—Y muy altos si se me permite decir —expresó el joven, agitando sus piernas en el vacío, mientras echaba una mirada a la casa.

Estaba bien organizada, no olía mal, aunque, la basura no se había sacado hacía días, eso sin duda no era agradable. Igualmente, después de explorar el cuarto de lavado, se dio cuenta que había muchas prendas acumuladas, parecían estar esperando para que alguien de buen corazón las librase de la mugre. Bueno, hasta no hablar con el dueño de la casa, ese sin duda no iba a ser él.

Lo que Richard decía en cierto aspecto era muy verídico. En la nevera había muchos productos derivados de la leche; queso, queso cuajado, queso crema, leche líquida y también yogurt simple. No estaba seguro de por qué había tantos, y algunos hasta estaban vencidos.

Efecto OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora