Capítulo 45. En qué ser.

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El agua corría por los trastos, arrastrando con el flujo toda las sobras y la mugre que tenían, si bien, lo que más arrastraban era la buena cantidad de espuma. Dion había preparado un buen desayuno para Tanner, quien había tenido que irse a toda marcha hacia su empresa, pues había surgido un buen contrato con una manada vecina, como CEO, él debía de estar presente para las negociaciones.

Dion encontró que eso era bueno, porque estaba singularmente avergonzado con él mismo, un poquito con Tanner, pero más con él. En su defensa, no sabía que beber le ponía floja la lengua y alto el listón de la sinceridad, así mismo, no creyó ser capaz de contarle esas cosas tan íntimas a una persona, pero lo más importante de todo, fue el incondicional apoyo que recibió.

No sabía que necesitaba sacudirse, en lo persona, jamás se había cuestionado sus creencias tan a fondo, tal vez, porque le habían hecho creer desde su infancia que la manera en que pensaba, era la correcta. Nunca había tenido la oportunidad de charlar con una persona tan madura como Tanner, una que tuviese una visión del mundo tan abierta.

Tanner tenía razón, ser un omega era mucho más que dar niños a luz, si bien, había una parte que a Dion le rechinaba. Si su objetivo en la vida no era dar niños a luz, entonces, ¿cuál era ese? Quería saberlo ya, pero probando la teoría de la nuez y la germinación, estaba muy seguro de que no iba a encontrar la respuesta de un día para otro.

Por el momento, tenía claro que estaba feliz junto a Tanner, así como estaba agradecido con el hombre. Había sido tan piadoso, tan caballeroso y consentidor, que Dion le preparó el mejor desayuno que pudo, queriendo de alguna manera compensarlo por tan buen acto.

Era bonito, pensar en una familia no basada en lo tradicional. Sí, si Tanner decía que una familia podía funcionar con meramente dos personas, entonces, debía de ser así. Dion lo creyó, no solo porque creía en las palabras de Tanner, sino porque había visto a madres y padres omegas solteros, criando a sus hijos cuando los Alfas se han negado a responder económicamente.

Era posible.

Y, eso le daba esperanza.

No estaba seguro de nada, pero tal vez, vivir la vida como otros la habían planteado no era lo que quería, quería ser capaz de construir su propia regla para medirse, su propio camino para ser transitado. Seguramente, le faltaría mucho por aprender, pero no se halló dispuesto a rendirse.

—Tengo hambre.

El hablar ajeno lo hizo alzar la vista, el joven rubio con crespos se acercó, vistiendo nada más que un saco de Dion, que le llegaba hasta los muslos.

—Hice un desayuno muy bueno hoy, ¿te apuntas? —Dion se quedó mirando a Richard, quien se sobaba los párpados, tenía los ojos muy hinchados, se percibía a metros que había estado llorando.

Sí, él había llorado todo el tiempo hasta quedarse dormido.

—Sí, por favor.

El chico rubio se sentó a la barra, mirando la habitación alrededor. Era raro tener esa perspectiva del mundo, todavía le costaba caminar, porque se sentía repentinamente mareado cuando se paraba, también al dar varios pasos de seguido le costaba encontrar su equilibrio, sinceramente, caminar sin una cola era difícil.

—¿Quieres café? —consultó Dion, desamarrando el delantal de su cintura.

—No, no me gusta.

—¿Algo de beber en especial para pasar el desayuno? —El omega más alto se dedicó a servirle los alimentos matinales a su compañero de género.

—No, con agua está bien para mí.

Dion no hizo otra pregunta, meramente se dedicó a servir los alimentos en la loza blanca, le entregó un cubierto, sin embargo, Richard hizo una línea con sus labios.

Efecto OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora