Tanner mantuvo el móvil alejado de su oído, mientras la mujer le gritaba un par de improperios más antes de poder regular su respiración para calmarse. El Alfa no dijo nada, estaba más interesado en buscar el aroma de Dion; sin embargo, no sabía por qué le parecía lo estaba oliendo en todos lados, ¿acaso él se había vuelto loco? ¿Se había estropeado su nariz?
—Es que debes tener el cerebro más pequeño que un grano de arroz —escupió finalmente Larissa, quedándose sin aire.
—¿Has acabado? Necesito respuestas no insultos, vieja bruja.
Tanner siempre había sido respetuoso, pero estaba irritado, mucho.
—Escucha bien, muchacho idiota —siseó—. Un omega como el tuyo, con esas feromonas tan poderosas solo puede entrar en la categoría de omegas dominantes, ¿no? —Tanner comprendió lo que estaba diciéndole—, imagina un omega tan poderoso que ha estado dormido durante todo este tiempo, sus instintos aletargados como si estuviese drogado, sus capacidades reducidas al ser un mero humano, una parte de él estuvo bloqueada igual que un dique.
—Espera... ¿se ha transformado y se fue?
—Estoy segura que se quedó dormido sin supervisión —aseguró la experimentada—, si un omega que apenas se ha transformado después de tantos años de alcanzar la madurez, siente que por fin tiene la tan desesperada libertad que sus instintos dormidos pedían a gritos, estoy segura que su animal vibrante de instintos ha tomado el control.
—Maldita sea.
Tanner no sabía si eso era bueno, en teoría lo era, Dion no lo estaba dejando tirado en el camino, pero en otra teoría, no era tan bueno, porque significaba que el Dion racional no estaba allí, su lado humano estaba dormido descansando, casi tomándose unas vacaciones como si se tratase de un tiempo tan necesitado para su humanidad por fin descansar.
Los cambiantes tenían esa potestad, era una ventaja inmutable. Transformarse no se trataba únicamente de cambiar su cuerpo al de un animal, verdaderamente, transformarse era un beneficio para los dos lados de la moneda. El lado animal obtenía libertad, una inconmensurable libertad donde los instintos vibraban, las percepciones se volvían más reales y, el lado humano descansaba.
Sí, ese era el equilibrio perfecto.
Si Dion estaba descansando en ese momento, el lado animal había tomado el control por completo.
—¿Tienes el rastro del chico? —exigió saber Larissa.
—No, bueno, no estoy seguro.
—Mierda, vergajo, dilo con claridad —gruñó la vieja.
—Siento que el aroma de Dion está en todas partes, por más que camino, los aromas se vuelven intensos, pero no puedo encontrar el origen.
—Esto es malo, muchacho —dijo la anciana, con voz entrecortada—. ¿Hay más hombres contigo?
—Baldo y otros dos betas me acompañan.
—Ponme en altavoz.
Tanner no tuvo problema en hacerlo, apartándola de su oreja la mujer habló alto y claro.
—¿Baldo?
—Señora —habló él.
—¿Sientes el aroma como Tanner?
—No soy solo yo —dijo, sosteniendo un pequeño comunicador en su oído—, los chicos me dicen que también es difícil para ellos encontrarlo, porque el aroma parece ir y venir.
—Maldita sea, carajo. —La anciana se incorporó, poniendo a grabar su programa favorito—. Esto lo he escuchado antes, pero es más peligroso de lo que podría parecer.
ESTÁS LEYENDO
Efecto Omega
FantasyEl número tres puede ser el favorito de algunos; en definitiva, no es el número favorito de Dion Marakov. Tres veces estuvo casado, tres veces lo abandonaron y, el día tres del mes tres su madre falleció, sin duda, no tiene buenos recuerdos con ese...