Epílogo

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Aaron García

15 años después... 

—¿Entonces cenamos en la casa de tu abuela? 

—Sip, así es. 

—¿Por qué suenas agitado? ¿Estás ocupado? ¿Te llamo luego...? 

—Estoy corriendo Alex. 

—Ah, menos mal. 

—Tienes la mente perversa. 

—Solo uno cabos, ¿okey? 

—Como digas. 

—¿Con los regalos de los niños te fue bien?

—Por suerte sí, Mik se encargó de la mayoría gracias a sus contactos y esas cosas. 

—Gracias al mundo del modelaje por los privilegios que brinda. 

—Sí, te juro. ¿A ti te fue bien?

—Sí, no tengo una esposa modelo, pero bueno, es artista, les creó algunos juguetes.

—Ni modelo ni astrónoma porque te recuerdo que mi esposo es ambos. 

—Ay lo siento, no quise quitarle títulos a tu súper marido. 

—Está bien, puede suceder. 

—Como sea, mi esposa al menos puede pintar murales gigantes y no solo caminar por una pasarela. 

—El mío se sabe los nombres difíciles de miles de estrellas. 

—Da igual, cállate, nos vemos a la noche. 

Me corta haciéndome reír. Apago la caminadora porque ya pasó una hora y me dirijo a la salida del garaje. 

Dios bendiga a Miqueas por la maravillosa idea de comprar una caminadora cuando no pudiéramos ir al gimnasio. 

Al llegar a la sala, los gritos de infantes me abordan. 

—¡Papáááá! 

María y Neil corren hacia mí para rodear mis piernas con sus brazitos. 

—¡Holaaa! ¿Qué estaban haciendo, eh? —Les pregunto sacándome la sudadera. 

—Yo me he bañado, y María también tiene que hacerlo, pero no quiere. —La señala su hermano con tranquilidad para que ella se ofenda. 

—¡Eso no es cieto! 

—Claro que sí, papá Mik te ha dicho que era tu turno y tú te enojaste hasta que escuchaste que papá Aaron llegó y aprovechaste para escaparte. 

—¡No es cieto! —María me mira esperando que no le crea a Neil. 

Suspiro antes de subir la vista al hombre rubio con las mangas de la camiseta arremangadas a los codos. 

—María, el baño te espera —le dice Miqueas antes de acercarse y saludarme con un pequeño beso. 

—¡Pero es que hace fio! —Le replica con cara de pobrecita. 

—Ya no puedo discutir con ella —Me comunica Mik con cansancio. 

—Está bien, yo me encargo. —Miro a la pequeña— María, te tienes que bañar para estar bonita por navidad, si no te bañas, Papá Noel no te volverá a traer regalos. 

Ella lo piensa un instante, aprieta los dientes y el ceño hasta que acepta cabizbaja. 

En la tina ya está con mejor humor jugando con los juguetes de agua. Sonrío cuando veo su cabello dorado con espuma porque sus rizos son adorables. 

Norte & SurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora