Aaron García
Desde aquel sueño... extraño, la sensación no desaparece, la cual Miqueas intensifica y a decir verdad asusta. Aunque, en vez de alejarme, me resulta muy difícil dejar de encontrarme con él.
Seguramente ya habrán pasado varias semanas desde aquel sábado caluroso; en algunos días se aproximará el cumpleaños de la chica de ojos celestes y cabello negro, el chico rubio se ha vuelto algo insistente con que yo vaya, no entiendo qué conlleva que esté presente en un cumpleaños en donde nadie me invito, bueno, no exactamente con una invitación.
Por otro lado, Miqueas no habla con su padre desde su pelea, asimismo, siempre se mantiene con buen humor y sonrisas.
No comprendo porqué llegue a... fantasear con él, es raro y... no sé que pensar. Es confuso, sentí... excitación, eso no es ordinario ¿Quién se excita pensando en un amigo? Es decir, es mi amigo, él mismo lo dijo, somos amigos, no quiero pensar esas cosas... no me gustan los hombres... ¿No? Nunca me han gustado... no podría gustarme... eso seria muy incapaz... muy improbable... intangiblemente erróneo, no me gusta esta sensación, ni los hombres, ni Miqueas.
En fin, quiero pensar en otra cosa.
Luego de lavarme el rostro con agua fría para lograr desaparecer el sonrojo, agarro mi mochila y bajo las escaleras; me reuniré con... Miqueas, abajo del puente, él siempre solicita ese lugar y se le ocurren cosas qué hacer de la nada.
Al llegar a la sala, los abuelos se encuentran mirando una película y papá tecleando en su laptop.
—Saldré con Miqueas —comunico obteniendo las miradas de las personas mayores.
Los abuelos asienten y vuelven a la pantalla. Pero papá mantiene su vista fija en mí.
Sus ojos castaños me avisan de algún modo que dirá algo molesto, siempre lo hace.
Inconscientemente siento cómo aprieto los dientes.
—Llévate un abrigo y no vuelvas muy tarde ¿Sí? Mañana tienes escuela... —dijo con un tono relajado, no tenso, ni estructurado, solo tranquilo. Regresó a su computadora— y saluda a Miqueas de nuestra parte.
Asiento asimilando su actitud inusual y comienzo a caminar hacia la puerta.
¿Qué sucede con él estos días?
Es como si todo se hubiera puesto de acuerdo para que sucedan cosas raras.
Durante todo el camino me encuentro sumergido en mi cabeza logrando dejarme con algo de confusión cuando me percato que llegue abajo del puente.
Veo a Miqueas y mojo mi labio inferior.
El cosquilleo en mi vientre me obliga a tragar saliva.
El chico al verme, muestra su sonrisa y frunce ligeramente su ceño.
—¿Y esa cara? —Pica mi mejilla provocándome copiar su gesto—. Te ves distraído... ¿Hace cuánto no te masturbas? —Cuestiona soltando una carcajada y sacándome una sonrisa.
Reacciono a su primer pregunta dirigiéndome a sentar al banco.
—Todo está bien... solo es mi papá —dejo mi mochila a un lado para dejarle espacio— está algo raro estos días —murmuro acariciando mi nuca y observando el suelo.
—¿Raro? ¿Cómo?
—No sé, es decir... está de muy buen humor y... no me ha dicho comentarios molestos, hasta te mando un saludo.
El chico alza sus cejas castañas y recuesta su espalda en el respaldo.
—Tal vez conoció a alguien quien lo pone de buen humor, si es que sabes a lo que me refiero —me mira para guiñarme un ojo y deleitar su prolija y perfecta sonrisa.
Además de coqueto, es muy pervertido y mente sucia, dice comentarios referidos al sexo cada que puede. Y con eso, logra sacarme carcajadas inesperadas.
Frunzo mi ceño junto a una mueca de desagrado.
—Por favor no trates de traumarme diciendo eso —pido viéndolo reír. Miro hacia el lago y pienso en lo que insinuó— aunque, puede ser —escucho como comenzó a reír más fuerte por darle sentido a lo que dijo.
Bajo mi vista al suelo apoyando mis manos sobre el borde del asiento con mis labios dibujando una pequeña sonrisa por escuchar su risa contagiosa.
—Ay Señor todo poderoso, gracias por enviarme a Aaron —dice mirando el cielo—. Bueno —suspira recuperándose de la euforia por reír tanto— dejando la intimidad sexual de tu papá de lado, ¿iras al cumpleaños de Sofía conmigo? —Cuestiona por milésima vez.
Escondo mis labios y lo miro sin comunicar nada.
—¡Por favor Aaron! ¡Ven conmigo! No me dejes solo, te dije que no tengo amigos y eres el único ya que no me envidias por mi hermosura, ¿sabes hace cuánto no me pongo un traje para que la gente babee por mi? Quiero ir ¡Por favor! Sé buen amigo —suplicó con sus manos juntas.
Me atreví a observar detenidamente su expresión.
¿Qué tienen sus ojos? ¿Por qué se ven tan... raros?
Suelto un bufido y bajo mi vista.
—Está bien... —murmuro— iré —siento como su emoción se presenta abruptamente—, pero cuando quiera irme, ni se te ocurra negarte.
Giro mis ojos a él y miro su expresión iluminada.
—¡Gracias, gracias, gracias! ¡Eres jodidamente genial y no lo digo porque acabas de aceptar! ¡Sabía que podrías vivir soportando mi belleza impecable!
Muestro una sonrisa ladina a ver su expresiva felicidad.
***
Luego de pasar toda la tarde con Miqueas, volví a casa y mi padre no estaba, me dijeron que salió, no sé a donde o si está solo, pero no pregunte.
En mi mente se encuentra penetrada otra persona.
¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? ¿Qué es lo que tiene? ¿Qué mierda me pasa?
No me puedo sentir de esta manera por él.
¿Qué me sucede?
¿Por qué ese rubio tuvo que comenzar esto?
DIOS.
Es que... me acuerdo de sus ojos y de sus sonrisas y me siento... me siento extraño, mi cuerpo no se siente bien.
¿Por qué tiene que ser así?
¿Había una excesiva necesidad de qué... me generará esto? ¿De qué su risa se escuchara súper bonita?
Quiero... tengo ganas de... sentir sus manos... de acariciar su cabellera rubia... de no despegar mis ojos de los suyos... AHHH ¿POR QUÉ QUIERO HACER ESO?
No me gusta, no me gusta, no me gusta, no me gusta, no me gusta.
No me puede gustar.
Me gustan las chicas.
Las mujeres.
Las. Mujeres.
Él no puede.
No puede.
Es un chico.
No puede gustarme. Nunca me han gustado. Él... es imposible.
¿Qué es lo que me gusta?
¿Por qué siento esto?
No me gusta, no me gusta sentir esto, de verdad, esto no puede estar pasando, ¿por qué? ¿por qué...?
No me gusta.
No. Me. Gusta.
No. Me. Gusta. Miqueas.
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Norte & Sur
RomantizmSon auténticos polos opuestos porque ni siquiera los libros y el chocolate coinciden; o la antipatía y la coquetería; o la inocencia y la depravación. Aunque, a lo mejor, las confusiones y las inseguridades puedan tener que ver. Pero, siendo claro...