i. tiempo después.

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I
tiempo después
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Cassandra hizo una mueca al verse envuelta en el bullicio de la cafetería en la que trabajaba

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Cassandra hizo una mueca al verse envuelta en el bullicio de la cafetería en la que trabajaba. Vestida con un uniforme azul y rosa, como si hubiese salido de la década de los 60's, se dedicaba a limpiar la sucia y pegajosa mesa en la que había estado comiendo un grupo de su edad hacía una hora. Miraba por la ventana, esperando atisbar la camioneta verde de su amigo en el aparcamiento, pero, en su lugar, pudo distinguir otro coche.

Un todoterreno negro, cuyo asiento del conductor estaba ocupado por una joven mujer pelirroja. Sabía que era imposible, pero, ¿Y si era ella?

Sin creérselo, emocionada por la idea de reencontrarse, apiló unos cuantos platos y se dirigió a la cocina, donde se topó con la fragante nube de humo que salía de las sartenes. Anduvo en dirección a su compañero de turno que fregaba con ayuda de una esponja varios vasos. Él, con una expresión desganada, gesticuló para que dejase la vajilla sobre la encimera.

— Reece, cúbreme por un tiempo.

Antes de que tuviese oportunidad de rechistar, ella ya había salido disparada al aparcamiento del local, sin importarle que siguiese llevando el delantal lleno de manchas. El día era perfecto para ir a la playa como solían hacer juntas. Podía sentir la alta temperatura del asfalto mientras caminaba con sus ridículos e incómodos zapatos. Era uno de esos días que no se veían mucho en la isla, los soleados.

Dio varias palmadas a la ventanilla del coche, provocando que la chica que estaba dentro se sobresaltara. Nia abrió el coche para que Cassandra pudiese tomar asiento.

— ¡Nia! — dijo, envolviéndola con fuerza en un abrazo. Nia respondió con una sonrisa, como si todos sus problemas se hubieran esfumado en el momento —. ¿Qué... haces aquí? — reclinada en el lugar del copiloto, comenzó a escrutarla con la mirada sin perder esa expresión entrañable.

No sabía muy bien cómo debía tratarla, después de todo.

La veía un poco cambiada. Estaba más delgada y la falta de sueño era notable, pero seguía sintiendo que su relación era la misma después del incidente. — Necesitaba a alguien y no sabía a quién acudir. — reconoció con un tono triste. Cassandra le tomó de la mano y acarició con gentileza sus nudillos, observando su esmalte de uñas rojo.

— Espero que no hayas dudado ni un momento en acudir a mí. — la chica de cabello negro le ofreció una sonrisa.

La pelirroja agachó la cabeza y permaneció en silencio, en el fondo sintiéndose culpable por su comportamiento durante los meses anteriores. — ¿Sabes? Es mejor si te espero aquí a que termines tu turno y todo eso... Si Reece sigue ahí debe de estar cabreadísimo.

Las dos chicas rieron por un momento, como si ese tiempo que habían estado separadas no les hubiera afectado en absoluto. Nia había sido víctima de un terrible accidente, y lo afrontó de manera autodestructiva. Desde el momento en el que ocurrió todo, algo hizo "clic" en ella, privándola de ser la misma otra vez. A pesar de que Cassandra veía algún resquicio de su alegría tratando de asomarse, le entristecía verla de aquella manera.

La infinitud de las olasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora