Parte 4

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El curso llevaba empezado varios meses, todos habíamos oído el ascenso que los mortifagos estaban teniendo. Teníamos miedo, eso era obvio, sobre todo los que provenimos de familias muggles.

Una fría noche de Noviembre, Dumbledore me mandó llamar, cosa que la verdad me ponía nerviosa e inquieta a partes iguales. Llegué a su despacho después de la cena, dije la contraseña y subí la escalera hasta llegar a aquel despacho. Observé todo a mi alrededor y lo que más me llamó mi atención fue un pequeño fénix que descansaba a un lado del gran escritorio.

-Se llama Fawkes querida- dijo mientras se giraba sobre la silla.

-Director. ¿Por qué me ha mandado llamar a estas horas?- dije nerviosa.

Podía notar un aura de tristeza y preocupación, lo que aumentaba mi nerviosismo.

-Siéntate-dijo mirando la silla que se encontraba frente a él. Tome asiento y poso sus manos sobre su escritorio- Verás, te he mandado llamar por un asunto importante, que no podía esperar a mañana.

Trague saliva y se me pasaron millones de preguntas y comentarios por mi cabeza. Lo miré directamente a los ojos para intentar descifrar su mirada sobre mi, pero no lo logré.

-Querida es algo muy delicado, por eso te dije que te sentaras- dijo preocupado por mi- Tus padres-dijo serio- No se como decirte esto. Tus padres han muerto querida.

Abrí los ojos aun sin creer lo que me acababa de decir. Quedé en shock.

-Director dígame que eso no es verdad, por favor.

-Ojala pudiera decirte que todo esto no es verdad-dijo mientras yo comenzaba a temblar, note mis labios pálidos y como de mis ojos brotaban las lágrimas sin ningún control.

-No, eso no es verdad-dije llorando- Dígame que no es verdad.

Asintió lentamente. Mi mundo se acababa de venir abajo en unos pocos minutos, sentía un peso sobre los hombros del cual no me podía desprender. Salí corriendo de aquel despacho y me dirigí hacia el baño, no quería ver a nadie. Ya completamente a solas, me senté en el suelo, coloque la cabeza entre las rodillas y me permití llorar. Quería gritar, gritar muy fuerte, pero me contuve, no quería que nadie supiera que estaba aquí.

-¿Por qué?-grite llorando.

-Muchacha, se que estas ahí-escuche desde fuera- Tengo que hablar contigo.

Aun con los ojos empañados salí del baño y me encontré al director Dumbledore quien me miró con una sonrisa triste.

-Se que ha sido duro querida. Pero no puedes encerrarte en un lugar- dijo guiándome hacia su despacho. Quien se creía para decir que podía y que que no podía hacer, pensé.

Al llegar a su despacho, me senté donde anteriormente había recibido aquella noticia, él se colocó a mi lado y me miró.

-Se que no tienes a nadie más aquí-comenzó brindándome una sonrisa triste- Así que quedarás bajo mi tutela hasta la mayoría de edad.

Lo miré algo incrédula y negó lentamente.

-Eso quiere decir que durante las vacaciones te quedaras aquí- Asentí lentamente.

-¿Me puedo ir ya señor?-dije agachando la mirada.

Asintió y yo salí cabizbaja de aquel despacho donde mi vida había terminado. Los días pasaban y comencé a alejarme de la gente, no quería que empezaran a preguntar sobre nada, así que preferí simplemente no hablar con nadie. Severus intentó varios días hablar conmigo, pero al ver mi negativa poco a poco fue dejándome espacio. Hasta que un día por la mañana el cuaderno emitió un pequeño sonido, lo abrí.

Tamy, no se que ha pasado pero quiero que sepas que puedes contar conmigo siempre, si quieres hablar podemos hacerlo, si no te daré tiempo.

Quería dejarlo estar por un tiempo, aun no me sentía del todo bien, pero lo pensé mejor. Es mi mejor amigo, solo quiere saber si estoy bien, pensé. Así que me decidí a contestar.

Lo siento por dejar de hablaros a todos, pero si puedes podemos vernos en el lago negro en media hora.

La respuesta fue casi inmediata lo que me hizo sonreír levemente, fue algo simple pero en cierta manera me hizo sentirme un poco mejor.

Vale, allí estaré.

Terminé la poca tarea que me quedaba, recogí mis cosas y salí hacia nuestro punto de encuentro. El viento mecía suavemente los árboles que había a mi alrededor, me senté debajo del más grande. No se cuanto tiempo pasó exactamente hasta que note como alguien ponía una mano sobre mi hombro. Sobresaltada me giré y lo vi. Lo vi con una sonrisa, esa que solo él sabía que me hacía sentir un poco mejor aun sin saber lo que me pasaba, se sentó a mi lado y al mirarle a los ojos me puse a llorar. Confuso me pasó un brazo por el hombro y me acerco a él.

-¿Qué pasa?-dijo mirándome mientras me acariciaba el brazo- Sabes que puedes confiar en mi enana.

Enana, otra vez llamándome así aunque sabe perfectamente que lo odio.

-Te he dicho un montón de veces que no me llames así-dije aun llorando.

-Pues dime qué te pasa. No me gusta verte en ese estado- Contesto algo afligido.

Lo miré a los ojos y vi su mirada triste sobre mi.

-Sev- dije sin saber muy bien cómo empezar-Mataron a mis padres-solté de golpe volviendo a llorar.

Mi voz en ese momento no era más que un hilillo. Agaché la cabeza y la coloque entre mis rodillas, noté como se levantaba y se puso de rodillas frente a mi. Me tomó del mentón y me levanto la cabeza.

-Mírame.

Y eso hice, mirándole directamente a los ojos. Note como con su mano limpiaba las lágrimas que caían por mis mejillas.

-Todo va a estar bien, créeme-dijo para acto seguido envolverme en sus brazos.

El Principio de Todo ~S.S~ (Book 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora