Capítulo doce

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Cosas de la adolescencia

Luego de una madrugada pesada y llena de conversaciones atrayentes, las cosas en la familia argentina estuvieron más tranquilas, volviendo al ritmo común que existía antes.

Aunque no todo fue exactamente igual luego de la visita de Italia y la noticia de su boda con España. Las cosas habían cambiado, pero esta vez para bien.

El domingo resultó ser un día horrible y lluvioso, pero tranquilo. Ideal para estar tirado en casa todo el día y ver un maratón de series y películas.

Esos fueron los planes para esta familia.

Últimamente, la señora Emilia Martín a estado observando que Argentina se veía muy risueña y alegre. Ese día en especial su buen estado de ánimo era más notorio.

Al recordar ese detalle en el comportamiento de su hija de corazón, se dispuso a analizarla más en profundidad. Hace un rato dejó de prestarle atención a la película y empezó a hacerlo con su celular. Achinó sus ojos y puso una expresión de sospecha. Se preguntaba internamente si esa felicidad y cambio de humor se debía a la visita de su padre o por otra cosa que tendría que enterarse después.

Decidió dejar de estudiarla y voltear su vista, pero unas risas sospechosas desviaron su atención, las tan conocidas como las "Risitas de adolescente enamorada". Sin dudarlo se aproximó a la joven y con confianza se sentó a su lado. Luego, acercó su cabeza a la pantalla de su celular. A penas pudo ver una conversación que parecía animada e interesante, ya que la contraria hizo un movimiento rápido y apartó el dispositivo. Se veía un poco asustada y nerviosa, como si quisiese ocultar algo. Le pareció sospechoso, no quiso ser poco sutil pero no lo pudo simular.

—¿Con quién hablas? —Preguntó coqueta y curiosa, tratando de agarrar el móvil como una auténtica chusma de barrio.

—Con nadie... —Respondió sin saber bien que decir, esquiva. No tenía ganas de que su tutora sepa de todo lo que hace, también quería su privacidad.

—¿No es algún noviecito con el que hablas tan entretenida?

Al parecer su pregunta logró sonrojar a la representación hasta los hombros. Lo que dijo la tomó por sorpresa, pero a la vez, ya se lo veía venir. Quiso negar la pregunta, y con nerviosismo exclamó:

—¡¿Q-qué?! ¡Noo, mamá! —Sus gritos un poco histéricos sonaron agudos y alargados.

—Mmm... No sé, no sé. Parece que si. —La siguió molestando con humor. Rio divertida.

Pasó un rato de insistencias y negaciones, hasta que la mayor se cansó de intentar averiguar el secreto intrigante de Argentina, lo cual fue un alivio para esta. Además, no quería molestar a Francisco, que acababa de llegar del baño. Si él se enterará de lo que ocurrió mientras no estaba, alguien saldría lastimado.

[🌱]

Tras días de aquel domingo lluvioso, el comportamiento de Argentina cambió repentina y totalmente. Era increíble como la adolescencia podía hacer de las suyas con las pobres personas que la atraviesan, que de estar alegre y risueña, pasa a estar deprimida, impotente, enojada y frustrada.

Aquellos sentimientos llegaron como una tormenta que no fue predicha por el pronóstico del tiempo.

Estas emociones fueron inesperadas para ambos tutores, que ya estaban pensando que la dulce Agustina no volvería a ser la misma de antes. Ellos ya sabían que era una joven emocional, pero parece que, como se mencionó anteriormente, la adolescencia la transforma o empeora su "condición".

Mi pequeña historia UKArg | CHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora