Capítulo quince

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Resistiré

Era un día soleado y agradable, sin un ambiente denso o un mal visible en el cielo. Sin embargo, el contraste y las vivencias de los que habitan ese espacio era todo lo contrario. 

Podría considerarse un día, o mejor dicho, una vida, oscura y sin futuro; una tormenta que destruía todo el trabajo y esfuerzo de uno, dejando un desastre del cual no se hacía responsable.

Estaba muy cansada en varios sentidos. Nunca descansaba realmente, si no contamos el intento de sueño cuando apoyaba su cabeza en la almohada por las noches. Ella intentaba ser fuerte y salir adelante, pero era algo agotador esa misma rutina día a día.

Cada minuto parecía un reto. «¿Perder las esperanzas?», «¿Dejar de luchar?», «¿Ponerse a llorar por la impotencia de no ser capaz de cambiar las cosas?», «¿Saber que, a pesar de todo, tus ganas, tus fuerzas, tus intentos, nunca podrás volver el tiempo atrás?». Todas eran válidas y calificaban en la tormenta de sentimientos presentes en su mente.

Dejó la escoba a un costado y se encaminó a una habitación al pasar por el pasillo. Abrió la puerta de madera sin tocar, ya que no era necesario en el momento.

Ahí vio a la mujer más considerada y amable que conoció, su querida tutora, la cual con el paso del tiempo comenzó a llamar "mamá".

La mayor se notaba adormilada, con sus ojos entreabiertos y tapada solo con las sábanas blancas, casi sentada.

—Mamá... ¿Cómo te encuentras? —Le cuestionó al acercarse a la cama.

Al no recibir una respuesta inmediata se acercó más hasta sentarse a su lado, para luego destaparla un poco. 

—Me encuentro muy bien, mijita, gracias a que me estás cuidando. No te preocupes... —Su tono de voz sonó apagado y cansado. 

Venezuela se prohibía soltar una sola lágrima, no podía ser débil y largarse a llorar como una niña. Debía mostrarle confianza, ya que ahora ella era su cuidadora. Llorar iba a ser lo más inútil que podría hacer en esos momentos. 

Sonrió sintiendo un millón de nudos en su garganta y sus ojos lagrimear. Pero antes de explotar, su cuerpo fue rodeado por dos brazos delgados. Fue inevitable que las gotas saldadas inundarán sus ojos marrones. Los mantuvo forzosamente cerrados, intentando que las lágrimas no salieran y se secaran de inmediato.

—Vene, querida... —Habló con mucho esfuerzo, asomando su mano hasta la mejilla rojiza de la joven, acariciándola. 

La chica abrió sus ojos otra vez. Era peculiar que la mayor la llamara por su nombre de país... ¿Qué significaba eso? 

—Mi vida..., tengo una buena noticia...

—¿Cuál es, mamá? —Habló con intriga, aunque lo más importante era que su tutora estuviera bien.

Intentó acomodarse un poco más en la cama para alcanzar el cajón de su mesita de luz. De ahí sacó un pasaje de avión, y sin mucho que esperar, se lo entregó en manos.

—... Podrás viajar y salir adelante... Podrás irte de este lugar y tener una mejor vida...

La Venezolana no podía creerlo, estaba muy sorprendida y sin palabras. En sus manos tenía la salida de esa tormenta cruel que no le permitía vivir feliz. Era algo muy bueno... ¿Cierto? 

—Espera... mamá, ¿Cómo conseguiste esto? Es... un solo pasaje... ¿Y el tuyo? 

—... —La mujer se quedó callada, mirando a otro lado. Le estaba doliendo mucho esa situación, más allá de lo físico. 

—Mamá, respóndeme... —Se estaba negando a aceptar que era lo que estaba pensando. No podía ser...

—Hija..., verás... —Finalmente la miró con algunas lágrimas pequeñas en sus ojos, pero con una sonrisa. Estaba feliz por ella. —Pedí un préstamo, pero solo me alcanzó para un boleto. Era para ti... 

Venezuela no pudo más y comenzó a llorar otra vez, abrazando a su tutora. No quería dejarla ir. No podía estar sola, indefensa y enferma en un lugar donde era difícil vivir. 

—Tienes que ir...

—Pero, mamá...

—No, tienes que ir y salir adelante...

Sus palabras le retumbaban en su mente, y, consecuentemente, dejaron a Venezuela pensado, aún más de lo usual.

Era una oportunidad dolorosa que significaba dejar atrás toda una vida. Ir a un lugar desconocido, empezar de cero e ir avanzando poco a poco sin un apoyo.

Tenía que meditar y tomar una decisión. No sería algo prudente que su tutora viaje sola en estas condiciones. Pero, por otro lado, tampoco podía dejarla sola, en aquella casa la gran parte del tiempo, sin que nadie la pueda cuidar. Su tutor no podía permitírselo. Por nada en el mundo debía abandonar su trabajo. Eso sería la total perdición, una más rápida de la que ya iba en camino. 

Estaba entre un dilema que la acorralaba entre dos paredes que no paraban de cerrarse.

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❁ 793 palabras
❁ Capítulo quince
❁ 26/03/2022
❁ @LuzAra14

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⏰ Última actualización: Apr 08, 2022 ⏰

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