𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎

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Perséfone sostuvo la esfera entre sus manos. Era brillante, entre todas las esferas color musgo que había en la ya olvidada habitación del castillo, la que la diosa sostenía entre sus manos brillaba y sobresalía de las demás.

— ¿Qué hace aquí, mi señora?

Perséfone se volteó para encontrarse con Thanatos, dios de la muerte pacífica, a unos metros.

— Está brillando. – Dijo ella, sin acercar siquiera la esfera al dios. – No puedo seguir evitando venir a verla, Thanatos, ella sigue encerrada, ella está aquí, no entiendo...

— Mi señora, – La interrumpió. – hay cosas que es mejor no entender.

— Se supone que aquí hay almas que no tienen futuro, o almas que es mejor no dejar mezclar con otras ni reencarnar. Almas que no vale la pena ni poner en los elíseos, ni en los campos de castigo, mucho menos que reencarnen. No comprendo por qué Hades insiste en dejarla aquí, – La observó atentamente. – Es tan solo una niña.

— El señor Hades no cree que sea conveniente dejarla salir.

Perséfone acarició, casi con afecto, la superficie perfectamente lisa del cristal.

— Aún podría lograr hacerlo, cambiar las cosas, yo...

— Perséfone. – Hades había aparecido detrás de Thanatos, que no dudo en excusarse e irse a otro lado.

— Deberías dejarla salir una vez más. Lleva como 80 años metida aquí.

— ¿Y cuál es el caso, mujer? – Se acercó a ella, que hizo un ademán de alejar la bolita de cristal, pero él la arrebató de su mano.

— No le hagas nada.

— No puedo hacerle nada. No puedo extinguirla, y si destrozó esto solo la liberaría.

Apenas tocó la esfera se preparó para oír sus gritos de súplica.

Ya no oía nada, pero se sentía altamente preocupado por el brillo que irradiaba.

— Aún puede intentarlo una vez más, si la dejases, estoy segura que ella...

— ¿Por qué no te rindes? – Hades le hablaba a la esfera. – Sabes lo que va a pasar si te dejo ir. 20 años y estás fuera, 23 y él también lo está. No tiene caso.

La voz sonó como un susurro, Hades sintió escalofríos.

«No importa.»

— ¿Cómo no va a importar? – Arqueó una ceja. – ¿Cuál es el caso de intentarlo una y otra vez, de sufrir una y otra vez, si al final ambos mueren?

«Si salgo, lo veré una vez más.» Casi podía verla. Era un alma tan vieja que, con el paso de los siglos, pero su apariencia siempre era la misma, sus rasgos no cambiaban, siempre el mismo rostro «Solo quiero volverle a ver.»

— ¿Qué te dice? – Preguntó Perséfone.

— Lo mismo de siempre. – Dijo él, algo perturbado. Su alma sonaba como si todas las voces que ha tenido hablasen a la vez.

«Si te prometo dejar de amarlo, ¿me dejaras salir?» El alma seguía hablando, mareando a Hades con sus voces. «¿Y si te juro por la laguna Estigia que lo odiaré está vez?, ¿me dejaras verlo una vez más?»

— No puedes jurar por la Estigia. Eres un alma, no funciona contigo.

Mientras no volviera a renacer, recordaría todas sus vidas y a su amado. Si estaba en el Inframundo sin tener un cuerpo y él estará a salvo, lejos de esa maldición.

— No puedo dejarla salir, Perséfone. – Hades suspiro, resignado. – Debo irme. Volveré luego.

Dejo la esfera de cristal sobre su correspondiente lugar e hizo ademán de salir.

— ¿Vas con ella? – La voz de Perséfone ya no se oía con la compasión que la esfera le provocaba. Se oía venenosa, molesta, celosa.

— Debo ir con ella. Ellos están con ella, Perséfone.

— Prefiero tener a tus bastardos aquí que saber que vas con ella.

Los celos hacían su icor arder. Ellos dos, María y Hades, eran la pareja ideal. En primera instancia le había sorprendido que no la hubiese hecho inmortal ya, para luego hacerla su esposa... Luego, su madre le dijo que era imposible, puesto que él ya tenía esposa.

Aunque, si pudiera, ambas estaban seguras que lo haría.

— ¿De verdad? – Hades la miró con una ceja arqueada. – ¿Prefieres tener a Bianca y a Nico aquí? 

Estaba retando a su mujer. Ambos sabían que era falso, que solo algo que había dicho producto de su enojo.

Pero no sé arrepentiría de lo dicho.

— Así es.

— De acuerdo.

Salió de la habitación y ella no tardó en imitarlo. Cuando estuvo en el pasillo, él ya se había ido.

Envío a la niña primero, al parecer María Di Angelo se negaba que el más pequeño fuera con ellos, pero la niña había decidido que quería ir y Hades la envío por las sombras.

Perséfone la miró por un segundo. Era preciosa, viva. Tenía rubor en las mejillas y brillo en la mirada.

Entonces, notó el parecido a su padre, y la dejó vagar sola por los pasillos.

Bianca caminó, mirando todo su alrededor. No sé sentía asustada, más bien estaba curiosa por lo que se alzaba a su alrededor.

Pasó incontables puertas y caminó por un pasillo eterno, hasta llegar a una puerta por la cual una luz brillaba intensamente.

Abrió con algo de dificultad. Vio entonces que la habitación tenía muchas esferas feas, pero entre ellas, una brillaba intensamente. Se acercó, pero noto que estaba a demasiada altura.

Sus manos infantiles intentaron alcanzarla, parecía brillar más a cada segundo. Agarró entonces la cosa sobre la cual estaba puesta, y le dio un tirón.

La esfera rodó por la repisa, llegó al borde para terminar estrellándose estrepitosamente contra el suelo.

La luz salió disparada hacía arriba, para luego desaparecer, quizá huyendo del Inframundo, quizá buscándolo de manera frenética.

Bianca sólo pudo pensar que había liberado una estrella fugaz.

Entonces, su padre la llamó y el incidente quedó olvidado.

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𝐀𝐋𝐖𝐀𝐘𝐒 𝐀𝐍𝐃 𝐅𝐎𝐑𝐄𝐕𝐄𝐑 • Nico Di AngeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora