𝐈 𝑨𝒍 𝑪𝒂𝒎𝒑𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐

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NARRADOR OMNISCIENTE.

— Davina Williams. – La voz sobresaltó al semidiós, que tenía la cabeza en otra parte.

— ¿Qué? – El chico miró al centauro con una expresión de confusión en su rostro.

— Davina Williams, ese es el nombre de la joven que deberás traer al campamento. – Quirón rodeo el escritorio con su silla de ruedas y le entregó un papel doblado por la mitad. – Aquí esta su dirección en Nueva Orleans.

— ¿Nueva Orleans? – Preguntó el Chico, tomando el papel y guardándolo en su bolcillo, sin darle un vistazo siquiera.

— Así es.

— ¿Y cómo se supone que debo convencerla de venir conmigo? Es decir, sé que ninguna se reusaría a venir conmigo, pero...

— Ella ya sabe que es una semidiosa.

— Oh. – Dijo algo aliviado en su interior, ya que nunca antes había ido a hacer algo así. – Entonces solo soy niñero ¿Por qué...?

— Se niega a venir. – Dionisio entro por la puerta de la oficina, y se dejó caer de forma apresurada en su sillón que había al costado de la oficina de Quirón.

— Un hijo de Atenea que enseña en su escuela quiso traerla, pero ella se niega.

— Por cosas como esta no tengo hijos con mortales, ¿Vez? Son cabezas duras, la única forma de lidiar con ellos es no tenerlos. – Dijo el Sr. D bebiendo de su Coca-Cola lite.

— Y... ¿De quién es hija? – Pregunto el joven, dándose lugar para hablar, rezando porque no fuera hija de Ares ya que no se llevaba muy bien con sus hijos.

—No podemos decirte, – Dionicio lo señaló con un dedo. – pero más te vale que llegue de una pieza, a menos que quieras tener problemas con su padre y lavar los platos por el resto de la eternidad.

— Por supuesto, llegará sana y salva, Sr D.

— En fin. – Quirón puso una mano en su hombro. – La buscaras en el taxi de las morías, así llegaras y volverán más rápido. Cuento con que lleguen antes del anochecer.

— De acuerdo.

— Y... – Quirón coloco un sobre en las manos del campista. – Espero que le hagas llegar esto, Leo, dile que es de parte de su padre y que solo deberá quedarse este verano.

— Con gusto. – Guardo el sobre, y les dio una sonrisa a los dos mayores. – Nos vemos luego.

Coloco las manos en sus bolsillos y se marchó, silbando alegremente.


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𝐀𝐋𝐖𝐀𝐘𝐒 𝐀𝐍𝐃 𝐅𝐎𝐑𝐄𝐕𝐄𝐑 • Nico Di AngeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora