SCENARI; [Ill Ballo Della Vita] Tokyo Revengers.

- Drabble: Dos o más días • Drakenui

⚠️Yaoi.

Quizás no fuera un día, ni dos, pero tal vez con el tiempo se acostumbraría a estar solo con el fantasma de su amor que merodeaba libremente por los rincones de su corazón. 

El tiempo pasa tardío mientras los copos de nieve caen en un baile lento hasta desaparecer en el suelo. Es frustrante, desalentador y deplorable. La taza de café se enfrió, ubicada al borde de la mesa. Ha perdido la cuenta de cuánto ha tardado, una hora, quizás dos, tal vez dos o más noches. La camiseta blanca permanece tirada a un lado del cesto de la ropa sucia, olvidada hace tanto, esperando por su dueño, quien hace mucho no regresa. Se abraza a si mismo, aferrándose a su cuerpo en aquel viejo sillón de color café, la mirada perdida a través de la ventana. El cielo negro cubierto por las nubes, sin luna ni estrellas.

Lo extraña.

Desea verlo una vez más.

Él no volverá.

Quiere aferrarse a sus brazos, aspirar el olor que desprendía, acariciar sus largos cabellos, reír un poco. Tan solo un poco.

El silencio es abrumador cuando se encuentra solo, no quiere encender el viejo radio que le regaló cuando decidieron compartir piso, el frío se vuelve cada vez más insoportable, tanto que cala los huesos. Quiere regresar el tiempo, alejarlo de todo mal y protegerlo. 

El susurro lejano de su última palabra se vuelve un eco repetitivo en su cabeza, produciendo una fuerte jaqueca difícil de controlar y llora, grita tirando de sus cabellos, sus ojos derraman lágrimas que mojan todo a su paso, queriendo liberar todas sus penas y una culpa inexplicable que se abrió paso en su pecho taladrando en su corazón.

Lo había perdido.

Y le dolía.

Estaba solo una vez más.

No había nadie a su lado. Nadie lo iba a abrazar como él lo había hecho. Nadie iba a cuidar de sus sueños como Draken lo había hecho. 

Inui se pone de pie, muy a su pesar y se dirige a la ventana, baja las persianas, quedando en penumbras. Ocultándose del Mundo como varias noches atrás ha hecho, no hay razón que lo haga querer continuar.

La tienda de motos se siente sola cada vez que va allí, su fragancia impregnada en sus herramientas de trabajo lo enloquecen, como un fantasma que acecha a su alrededor al que quiere aferrarse por siempre. Todo sigue en su lugar, como él lo había dejado, no quiere moverlos de dónde están, con la esperanza de que sea él quien lo haga, aún sabiendo que sería imposible. Inui no quiere dejarlo ir, se aferra a su dulce recuerdo torturandose a diario con una despedida en silencio. Quiere hablarle una última vez, contarle como terminó aquella pelea que acabo con Rokuhara y como Kakuchō y los demás se habían unido a Mikey.

Toma asiento sobre la orilla de la cama que un día compartieron, queriendo sentir su calor a un lado. Se envuelve con las sábanas blancas, bañándose con el calor que estas desprendían, su olor aún seguía ahí, a escondidas, embriagandolo con su última esencia.

El departamento sigue sucio, con las prendas de ambos alrededor del piso, los platos sobre la alacena y las migajas de comida sobre la mesa. Quizás en dos días tenga los ánimos suficientes para ponerse de pie y organizar, bailar como solía hacerlo cuando Ken lo miraba desde el sillón, sonriendo y con sus ojos llenos de un amor inimaginable.

Quizás serían dos o más días.

Seishu no lo sabía con claridad, era un enigma del cuál quisiera despertar. Estar a su lado una mañana más y tomar del té antes de ir a trabajar.

Habían pasado varias noches desde aquel fatal día en que recibió la noticia que su corazón ya no latía. El suyo se había quedado estático unos segundos, dolía tanto que se le hizo difícil soportarlo. Despertaba cada mañana con la ilusión de tenerlo a su lado en la cama, preparaba dos tazas de café, sabiendo que la otra solo se enfriaría ahí, olvidada. Los sábados, limpiaba con la vieja camiseta que usaba de pijama y los domingos, lloraba, aferrado al recuerdo de su gran amor, que se había marchado sin un adiós.