¡Cásate conmigo!

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En cuanto Isabela entró a la casa donde ahora vivía su padre, sintió como su corazón se estrujaba, lo observó sentado en una mano tenía una botella y con la otra pasaba las paginas a un álbum familiar, aún no lo veía de frente pero por su aspecto podía asegurar que su padre no estaba bien, el ruido de sus zapatos hicieron que Germán girara su rostro, en cuanto Isabela lo observó sus ojos se llenaron de lágrimas, se veía demacrado, sus ojeras estaban más marcadas y juraba que su rostro se estaba llenando de arrugas, Germán hizo a un lado lo que tenía en sus manos y se levantó de prisa, para abrazar a su hija, no hizo falta que ninguno de los dos dijera nada, en cuanto se abrazaron los dos rompieron en llanto, Germán porque la soledad lo estaba consumiendo, e Isabela porque le dolía en el alma ver a su padre así.

Germán – mi amor, ¡viniste! –Se separaron del abrazo-
Isabela – debiste decirme lo de mi madre –estaba afligida- papá, yo…
Germán – estoy bien cielo –acarició el rostro de su hija- pero me dijiste que te irías de viaje
Isabela – Piero me habló –suspiró intentando controlar sus sentimientos- quería que fuera la imagen del vino –Germán sonrió-
Germán – ¿de verdad? –Isabela asintió- recuerdo todas las tardes que hablaban sobre ese proyecto, pensé que lo habían pausado
Isabela – yo también lo creí, pero no lo hicieron, y pues quieren que sea parte del proyecto
Germán - ¿y tú quieres? –Isabela hizo un gesto dándole a entender a su padre que no sabía la respuesta- mi amor, sino estás segura no lo hagas
Isabela – sabes, siento que ese proyecto también es mío y no es justo que por las cosas que pasaron con Rafael yo me tenga que perder de estar ahí
Germán – te entiendo princesa, pero piensa si podrás soportar estar cerca de él, hablarle y… -la observó con tristeza- verlo con Fernanda
Isabela – tendré que aprender a lidiar con eso, sabes papá sé que va a llegar el momento en el que su voz, que mencione mi nombre e incluso su presencia no me va a doler, me encantaría que eso pasara rápido

Estuvieron un rato más hablando, Isabela veía a su padre y sentía que no era ni la sombra de lo que algún día fue, y eso le rompía el alma, ni en sus peores pesadillas Isabela se hubiera imaginado lo que ahora vivía, y es que no era la perdida material lo que le afectaba, era ver cómo su padre se iba consumiendo por la soledad.

Recogió un poco el desorden que tenía su padre, por fin lo pudo convencer que lo mejor era que se fuera a dormir, tendrían el tiempo suficiente para platicar al día siguiente, y los días que ella estuviera ahí, observó por la ventana el campo, la noche era alumbrada por esa luna que se veía enorme y suspiró antes de salir, necesitaba desahogarse, y en la cabaña no lo podría hacer porque lo que menos quería era preocupar a su padre.

Camino alejándose de la cabaña, para poder romper en llanto, sentía que no podía más con todo lo que cargaba, buscaba la solución a todos sus problemas pero no la encontraba, las palabras de su madre retumbaban en su mente, pero ella se negaba a hacer algo tan bajo, solo por ver a sus padres felices una vez más.

Rigoberto después de hablar con Mary decidió salir a cabalgar, sabía que lo que su hermana decía era verdad, esa rubia le gustaba, pero también tenía claro que necesitaba vengarse de esa familia, la razón y el corazón tenían una lucha interna, que lo volvería loco, pero de pronto la vio, estaba recargada en su camioneta viendo el horizonte, era la segunda vez en el día que la veía igual, Isabela parecía que cargaba mucho dolor y eso lo afligía, el relinchar del caballo, la asustó, alzó la mirada y él pudo ver su rostro inundado de lágrimas, en cuanto ella lo observó se limpió las lágrimas.

Isabela - ¿Qué haces aquí? –preguntó de mala manera, el frunció el ceño-
Rigoberto – es mi hacienda, quise salir a cabalgar
Isabela – buenas noches –intentó alejarse de él, cuando vio cómo se acercaba a ella-
Rigoberto – espera –la tomó del brazo, ella lo observó, su mirada reflejaba tanto dolor que él no pudo resistirse más y la jaló para rodearla con sus brazos, Isabela en cuanto sintió el abrazo rompió en llanto, lloró como tenía mucho tiempo que no lo hacía, él en silencio la escuchaba sollozar, mientras la pegaba más a su cuerpo, e inhalaba su aroma- tan mal te pone él –rompió el silencio y ella se separó un poco del abrazo-
Isabela – no estoy así por… -lo observó- es por…  -sin dejarla terminar la frase, él impacto sus labios sobre los de ella, por un momento la mente de Isabela se nublo, dejándose guiar por los labios de Rigoberto, se estremeció al sentir sus manos acariciando su espalda, y no pudo evitar acariciar su rostro, él por su parte disfrutaba el beso, tenía un sinfín de emociones, esa mujer lo trastocaba, y eso aunque lo tenía encantado no le gustaba, él estaba ahí por una venganza, no podía enamorarse, lentamente se separaron del beso, Isabela abrió los ojos observándolo a él, se veía realmente confundido, era más que obvio que no encontraba las palabras correctas y eso a ella le asustó, le dio una ligera sonrisa que él no respondió, y decidió actuar cómo siempre que algo la incomodaba, ignorándolo-  mi padre, no me gusta verlo así –continúo la frase que él había interrumpido con el beso, para Rigoberto eso fue nuevo, la vez anterior ella había huido y ahora se quedaba ahí-
Rigoberto – lo siento, pero la hacienda…
Isabela – no tienes que dar explicaciones –él la observaba atento a cada uno de sus gestos- para mi padre estar viviendo en esa cabaña no es el problema, el problema es todo lo que perdió y no me refiero al dinero
Rigoberto – y no te has puesto a pensar que las personas que se alejaron, nunca estuvieron realmente al lado de él por lo que él era, sino por lo que tenía –ella suspiró con pesar, y él no podía creer que después de ese beso siguieran manteniendo una conversación-
Isabela – es difícil pensar, que todas las personas que están a tu lado son falsas, que las personas en las que confiabas que las veías como familia en realidad no lo son, y… -bajó la mirada ante lo que iba a decir- mi madre no ayuda en nada
Rigoberto – tú madre es una mujer muy ambiciosa  -la rubia frunció el ceño, una vez más ella no reaccionó como él esperaba-
Isabela – ella siempre ha vivido en la opulencia, no conoce otra forma de vida
Rigoberto – tú tampoco, y sin embargo estás aquí apoyando a tú padre
Isabela – mi padre me ha apoyado siempre –sonrió con tristeza- él siempre me defendía de mi madre, cuando yo no quería hacer lo que ella decía –lo observó- y con lo de Rafael él siempre estuvo ahí apoyando cada decisión que tomará
Rigoberto – tú ¿lo quieres mucho? –ella asintió-
Isabela – él es lo único real y bueno que tengo en mi vida –sus ojos se cristalizaron- y me duele tanto verlo así, tan mal y no solo físicamente, yo daría todo lo que tengo porque vuelva a ser el hombre de antes, el dueño de su hacienda, el hombre bondadoso pero sobre todo feliz –Rigoberto la observaba maravillado por la forma en que ella se refería a Germán-
Rigoberto – a lo mejor… -se acercó a ella, con su mano limpió algunas lágrimas, una vez más acercó sus labios a los de ella pero esta vez no para besarla, sino más bien para susurrar unas palabras que dejaron helada a Isabela- cásate conmigo –el rostro de ella cambio completamente- si tanto amas a tú padre… -la mano de Isabela impactando su mejilla no lo dejó continuar la frase-
Isabela – no estoy en venta –intentó girarse furiosa, pero él la detuvo-
Rigoberto – todo en esta vida tiene un precio y tú… -Isabela estaba que echaba lumbre-
Isabela – hay cosas que el dinero no puede comprar, el amor es una de esas, y tú por más dinero que tengas nunca vas a dejar de ser un peón muerto de hambre –la rabia era la que hablaba por ella, él la observó furioso mientras la soltaba- 
Rigoberto – puede que tengas razón –espeto- pero es que una mujer como tú, tan fría, tan interesada, que quiere fingir que las cosas no le afecta, aunque por dentro estés destrozada, que lo único que puedes mostrarle al mundo es tu exterior porque tu interior está…
Isabela - ¡cállate! –Sus ojos estaban llenos de lágrimas- tú no me conoces, no tienes derecho a juzgarme y mucho menos a querer comprarme como si fuera una cosa –se giró para correr hacía la cabaña, las palabras de Rigoberto la habían lastimado profundamente-

Él la observó alejarse, le dolía el haber dañado a esa mujer, pero sabía que era lo mejor, si Isabela hubiera aceptado su propuesta, él se hubiera casado solo para verla sufrir, y que Germán pagara todo el daño que le había provocado a él, pero al no aceptarlo, la dejaría en paz, esa mujer le provocaba demasiadas cosas, que no estaba dispuesto a sentir y menos por ella.

La mañana siguiente todo en la hacienda estaba funcionando desde muy temprano, esa mañana Julia decidió que era buen momento para hablar con su hija sabía que Isabela estaría sensible, que el ver a su padre mal, la desestabilizaría y ahí ella aprovecharía para volverle a insistir con su plan, sabía muy bien que su hija amaba a su padre y estaba segura que haría cualquier cosa por ver a su padre bien.

Julia – buenos días –entró a la cabaña observando a su hija quien se preparaba un café-
Isabela – pensé que no querías pisar este lugar –comentó molesta al ver a su madre acercándose a ella-
Julia – aquí estás tú, tengo que venir para saludarte, digo, no creo que quieras ir a visitarme al primor
Isabela – ni loca pondrá un pie en esa hacienda
Julia – sin embargo… -se sirvió un poco de café- aceptaste trabajar con Rafael en el proyecto de los vinos
Isabela – el proyecto no solo es de él, era un proyecto que teníamos –observó a su madre quien soplaba el café-
Julia – claro, cuando eran amigos y tenían una relación, sabes –le dio una mirada a su hija- veo a Rafael muy preocupado por ti
Isabela – por dios mamá no empieces
Julia – no es que yo empiece, es lo que veo, Rafael se preocupa por ti, la relación entre él y Fernanda está fatal, quizás esta sea tu oportunidad para… -su hija la interrumpió-
Isabela – no pienso meterme en ningún matrimonio
Julia – si serás tonta, por dios Isabela estamos en la ruina, tú padre está viviendo en esta casucha, mientras deja su vida en aquel campo, que acaso no lo viste, no vez lo acabado que está, se ve enfermo, no te duele verlo así
Isabela – claro que me duele –sus ojos se cristalizaron- es mi padre, y me parte el alma verlo así
Julia – yo sé, que lo que te propuse del naco ese fue absurdo –su hija la observaba- pero a Rafael lo amas, y estoy segura que él siente lo mismo, por Dios hija reacciona
Isabela – tú pretendes que me rebaje buscando a Rafael
Julia – no, claro que no te vas a rebajar porque estoy segura que él te va a buscar
Isabela – y pretendes que lo perdone, después de lo que me hizo
Julia – ay no, de verdad que tú exageras
Isabela - ¡que exagero dices! –Se sentía alterada- en pleno altar dijo que no me amaba, que no quería casarse porque se había enamorado de alguien más, fui el hazme reír del todo pueblo, hasta Rigoberto sabe la historia –Julia frunció el ceño-
Julia - ¿y él cómo lo sabe?
Isabela – no lo sé mamá, solo sé que lo sabe y no te imaginas cuanto lo ha disfrutado
Julia – ese hombre me desconcierta –Isabela levantó una ceja- y a ti también
Isabela – no sé de qué hablas
Julia – ese beso que vi…
Isabela – viste mal, es un abusador, que se cree que porque es el dueño de la hacienda, puede venir y besarme cuando se le antoje
Julia - ¿te volvió a besas? –Preguntó interesada en la respuesta-
Isabela – yo no dije eso –su madre la observó levantando una ceja-
Julia – no hace falta que me lo digas, dime ¿Qué pasó con él?
Isabela – nada mamá… –guardó silencio observando a su madre- claro, fuiste tú –Julia frunció el ceño- como yo te dije que ni loca me casaba fuiste y… -guardó silencio sorprendida- ¿Qué le dijiste a Rigoberto para que me propusiera matrimonio –la mujer sonrió sorprendida-
Julia – el peón te ¿propuso matrimonio? 

Lo que Isabela había dicho hizo trabajar la mente de Julia, sabía que ese hombre estaba encantado con su hija, pensó muy bien cual carta le convenía jugar más, si la de Rafael, porque era obvio que Rafael estaba arrepentido del daño que le hizo a Isabela, o la de Rigoberto, intentó poner en la balanza a los dos, y aunque la fortuna de los Toscano era mayos a la de Rigoberto, el dinero y lo que tenía el peón era de él, no tendría que pedirle autorización a nadie para gastarlo, o cederlo y eso le daba una puntación más alta,  por primera vez en muchos meses agradeció que Fernanda apareciera en la vida de Rafael, Isabela podría sacar más provecho de Rigoberto, ella se encargaría de dejar a ese hombre en la ruina.

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