Cinco. La Princesa del Norte.

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Miles de años después

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Miles de años después.

Tribu agua del norte.

Una joven maestra agua de cabello largo y blanco, de piel blanca y de ojos extrañamente de diferente color, se despertaba temprano para empezar su entrenamiento con el maestro Chen, lo cual era raro en la tribu ya que la tradición dictaba que ninguna mujer podía aprender al igual que un hombre.

Pero Lin era especial, desde muy temprana edad los sabios de la tribu supieron que ella era la portadora de un gran poder y eso la convertía en la siguiente Ānníng. Lo que significaba que era la compañera del Avatar para buscar la paz en el mundo.

A diferencia del Avatar que portaba los cuatro elementos los Ānníng solo portaban dos, y se podía saber cuáles portaban con solo ver sus ojos. Lin tenía un ojo color gris al igual que los nómadas aire y otro azul al igual que los maestro agua.

Lin en ese momento tenía tan solo once años pero ya era maestra agua y sabía perfectamente como utilizar ese elemento. Así que muy pronto tendría que despedirse de sus padres, Deshi y Akame, y de su hermano mayor Han, para poder ir al templo del aire del Este para poder aprender y perfeccionar su otro elemento.

Pero en ese momento Lin se encontraba corriendo hacia el lugar donde entrenaba con el maestro Chen, aunque se había despertado temprano se había distraído jugando con una foca tortuga que se encontraba a fuera del palacio.

Narra Lin:

Llegue resoplando e intentado tomar aire, esperando que el maestro, que estaba muy concentrado con su te, no se diera cuenta de que había llegado otra vez tarde.

—Llega tarde otra vez, joven princesa. —dijo Chen mientras le soplaba a su te.

Chen es mi maestro, es de tez morena como todos en la tribu, bueno menos yo. Es delgado, ya se le podía considerar como anciano, pero no te dejes engañar era muy ágil, tiene el pelo largo y barba blanca corta. Es muy comprensivo y todo pero no le gustaba la impuntualidad, pero ya se había resignado conmigo porque siempre llegaba tarde.

—Lo siento, maestro Chen. —dije apenada mientras hacia una reverencia.

—La impuntualidad no es una virtud que un princesa deba poseer, mucho menos si esa princesa es la Ānníng. —dijo calmado mi maestro mientras me miraba.

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