Trece. El mundo de los espíritus.

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—Esas nubes se ven muy suaves ¿No lo creen? —pregunto Katara

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—Esas nubes se ven muy suaves ¿No lo creen? —pregunto Katara.

Estábamos volando entre las nubes, las cuales se miraban totalmente esponjosas. Era un día tranquilo.

—Si. —concorde. —Parece que si saltaras aterrizarías en una montaña de algodón. —

—¿Y porque no lo intentas? —pregunto Sokka con burla.

—Ja, ja, que gracioso. —dije.

—Yo lo hare. —dijo Aang y se lanzó hacia las nubes.

A los pocos segundos regreso todo mojado.

—Creo que las nubes están hechas de agua. —dijo mientras que se secaba con aire control.

—Chicos, ¿Qué es eso? —dijo Katara mirando algo a lo lejos.

Todos volteamos, nos acercamos al frente para poder mirar mejor y lo que vi no me gusto para nada.

Era un valle enorme, que en algún momento hubiera estado hermoso y verde pero ahora solo estaba negro y quemado.

—Parece que hubo una invasión. —dijo Sokka.

Aterrizamos en un lugar despejado en medio del bosque quemado. Todo estaba cubierto de ceniza, de color negro y muerto. Me puso triste el saber que pude haber hecho algo como Ānníng y no pude, me sentía completamente culpable. Y por la mirada de Aang supe que él estaba igual que yo.

—Escuchen. —nos dijo Sokka. —No hay señales de vida. —

—Lin, Aang, ¿Están bien? —nos preguntó Katara.

Camine hacia Aang y entrelace nuestras manos para que tan siquiera pudiéramos lograr reconfortarnos el uno al otro con ese pequeño gesto. Me miro y me sonrió triste.

—¡La Nación del Fuego! —escuche gritar a Sokka a nuestras espaldas. —¡Esos villanos me tienen harto, no saben respetar...! —

—Shh...—lo silencio Katara.

—¿Qué acaso no tengo derecho a enojarme? —pregunto.

En ese momento Aang soltó un suspiro triste y se arrodillo en el piso, y yo junto con él.

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