Agua

Doce. Prisioneros.

Ese día estábamos en medio del bosque cerca de un pequeño arroyo. Estábamos esperando a Sokka, él se había ido hace como media hora a cazar.

Después de unos quince minutos llego Sokka con una bolsa que parecía llena.

Al fin íbamos a cenar.

—Que bien, volviste. —dijo Aang acercándose. —¿Qué hay de cenar. —

—Tenemos algunas opciones. —dijo Sokka abriendo la bolsa y sacando una nuez. —Primero nueces redondas y también nueces ovaladas. —volvió a meterla mano y saco una roca. —Y también nueces en forma de roca que pueden que los sean. —tiro la roca. —Coman. —sonrió.

—Habla enserio. —dijo Katara. —¿Qué más trajiste? —

Sokka comenzó a buscar dentro de la bolsa pero un gran estruendo nos sorprendió y llamo nuestra atención.

—¿Qué fue eso? —pregunte.

Y otro estruendo sonó.

—No lo sé. Viene desde allá. —dijo Aang.

Aang, Katara y yo, rápidamente comenzamos a correr hacia la dirección que había dicho Aang. Sokka nos gritó algo pero ya estábamos muy lejos como para escucharlo.

Cuando llegamos al lugar pudimos ver a un chico de cabello castaño largo, vestía un mono oscuro y una túnica sin mangas verdes y se encontraba moviendo rocas gigantes y tirándolas hacia la pared.

—Es un maestro tierra. —dije.

—Hay que conocerlo. —dijo Aang.

—Parece peligroso. —dijo Sokka. —Hay que acercarse con cuidado. —

Justo cuando el termino de decir eso, vimos como Katara ya se encontraba cerca del chico y le gritaba.

—¡Hola! ¡Aquí! —grito. —¡Soy Katara! ¡¿Cómo te llamas?! —

El chico la volteo a ver asustado, sorprendido y de inmediato salió corriendo.

—¡Gusto en conocerte! —grito Aang.