XXV | ¿Es Culpable?

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Fue imposible conciliar el sueño en las horas restantes de la noche, se quedaron abrazados en la habitación de James; donde Wanda estaba afligida al igual que él. Todos sus esfuerzos y días empleados en sus proyectos fueron consumidos por las llamas del fuego. Steve se enteró de la catástrofe y acudió al castillo al igual que Sam. Bucky los esperó en su oficina en compañía de una taza de café caliente, había dejado a la castaña con Rebecca. Después de ver las presentaciones entre el moreno y el rubio, se quedaron en silencio al no saber qué decir al respecto con su proyecto destruído.

—...¿Ya se han encontrado a los culpables?— preguntó Sam.

—No, aún no. Sólo encontraron una flecha en la planta eléctrica, pero la policía y el departamento de investigación se están haciendo a cargo de ello— dijo James, mostrando su aflicción en el tono de su voz.

—¿Cuántos arqueros hay en el reino?— preguntó Steve. El príncipe le respondió que eran muy pocos— ¿Hay rebeldes o personas que se oponen a lo que tratamos de implementar en la sociedad?

Bucky y Sam intercambiaron miradas. Ya era el momento de describirle la situación al embajador. Existían rebeldes, de los cuales la mayoría de las revueltas y protestas eran de su autoría, pero cuyo objetivo era traer de regreso la paz y estabilidad. Para Rogers, la situación le preocupaba puesto que los dos proyectos de su interés habían sido atacados.

—¿Cómo está Wanda?— preguntó Sam, a lo que Steve prestó atención.

—Deprimida. Sinceramente, no me gusta verla así de apagada.

Los dos caballeros entendían al castaño, así que le aconsejaron que se mantuviera con la chica, ya que él sería su pilar en ese momento.

—...Tenía en mente una tarde de chicos, pero creo que nuestras responsabilidades son más grandes que la necesidad de diversión— mencionó Sam, quedando la pregunta en el aire; sabiendo de las actividades a desempeñar por el príncipe y el embajador.

—No es mala idea— respondió el rubio sin problemas— Aunque no sé qué opine su alteza real— las miradas cayeron sobre el príncipe, quien al parecer tenía la última palabra al respecto con disfrutar de una tarde de diversión y olvidarse de sus deberes.

—¿Por qué no?— dijo, a lo que Sam alzó un pulgar en alto con una sonrisa de satisfacción— Vuelvo en unos momento, voy a ver cómo está Wanda.

Sin más qué decir, se retiró en busca de la castaña en la habitación de la princesa, pero no estaba. Así fue por las habitaciones, salones, pasillos y jardínes; sin tener un rayo de éxito hasta que encontró a Rebecca pintando sobre un lienzo unas rosas artificiales color blanco dentro de un jarrón azul.

Sus pinceladas eran suaves y delicadas, posicionando el color cuidadosamente sin márgenes de error. Los ojos zafíro de la joven brincaban del lienzo al objeto, mientras su mano realizaba movimientos finos que se desplazaban con tranquilidad al igual que su respiración.

—...¿Dónde está Wanda?— la pregunta le sorprendió y casi provocaba una mancha equívoca. En su rostro, se reflejó una mueca de molestia, donde sus cejas casi se juntaron en el entrecejo, su nariz se arrugó y sus labios se torcieron.

—Salió— soltó para después limpiar el pincel y tomar otro para el color café claro de su godete con varias pinturas.

—¿A dónde?— preguntó exhaltado.

—¡Ah! ¡Qué posesivo eres...! Fue con su familia, ella necesita de su madre, sus hermanos... Además, su padre recién salió del hospital— trató de decirle mientras regresaba a su momento de calma— Un poco de su familia.

SER UNA BARNESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora