X | Reacciones Insólitas

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—Becky, ¿Qué estás diciendo?—preguntó la reina, aún incrédula de lo que escuchaba de propia voz de su hija.

Había dejado a un lado la revisión y aplicación del sello real en las cartas que su hija hizo para los inversionistas sólo para escucharla. Rebecca había llegado con el rostro enrojecido e intentando recuperar el aliento mientras hablaba, pero se dió cuenta que su madre no le entendía ni un poco, así que esperó un momento para respirar.

—James besó a Wanda... No miento, madre... ¡Por fin lo hizo!

Las dos mujeres, madre e hija, estaban emocionadas de saberlo; aquellos dos habían admitido sus sentimientos. El corazón de Winnifred estaba completamente emocionado. Ya nada sería una farsa sino una genuina relación de enamorados que demostraban su amor ante el público para encubrir las fechorías del rey. Ella sabía que Wanda era la mujer ideal para su hijo desde que la vio arrodillarse ante ellos y conoció su corazón puro y honesto. Al estar en el palacio de la reina, ambas gritaron sin temor a nada o nadie. Por un instante, Winnie casi se desmaya y Becky le ayudó a sentarse para después abanicarle.

—Por el momento, no diremos nada hasta que ellos lo confiesen ¿De acuerdo, Rebecca?— la chica asintió con una sonrisa en su boca— Nada de obligarlos o persuadirlos.

—¿Por qué?

—Ya les diste los empujones necesarios y te conozco perfectamente como para saber que tú tuviste algo que ver en esto. Ahora, hay que dejarlos disfrutar de su romance.

A la princesa no le quedó más que aceptar. Sin embargo, la felicidad que sentía no les cabía en su cuerpo.

—Deberías venir al castillo durante la comida o la cena y, créeme, no saben disimular— dijo Rebecca a manera de invitación.

La reina lo pensó y terminó por aceptar. Claro que quería verlos, aunque desde hace 15 años que no iba al castillo para comer con toda la familia reunida.

§

El castaño la volvió a besar, por segunda ocasión, para comprobar que no fuera una ilusión; pero al sentir sus hinchados labios deslizarse de forma sincronizada y lenta con los suyos, supo que era verdad. La había tomado del mentón y ella rodeó su nuca con sus brazos. Fue inevitable, ahora, tomarla de la cintura para sentir su cuerpo junto al de la chica. Al separarse por la falta de oxígeno, ella se sentó sobre la cama mientras dejaba que él terminara de vestirse.

—Preciosa, perdón por lo que te dije antes. Es sólo que algo dentro de mí... Explotó al verte abrazar a Clint con tanta emoción y que él besara tu frente— dijo al tiempo que vestía.

Wanda, en sus adentros, se entristeció al ver que el torso del príncipe era cubierto por las prendas; hasta este punto, ya había perdido la cordura. Jugueteó con sus manos y su mirada estaba en eso, para no mirar de más a James al terminar vestirse y no enloquecer más en un intento fallido.

—James, quería explicarte que Clint es mi padrino de nacimiento. No tienes por qué estar celoso... Sabemos que terminaré siendo tuya y quiero serlo— mencionó antes de morderse ligeramente su labio inferior.

Admitían que algo bueno salió tras el ataque de celos: pudieron confesar sus sentimientos y dieron pie a una relación más definida y sólida que, en un futuro no muy lejano terminaría siendo culminada con el matrimonio.

—Me alegra escucharlo, muñequita; porque no tengo intenciones de compartirte con nadie.

Wanda sonrió un poco ante aquellas palabras, porque ella sentía lo mismo y esperaba que él, en un futuro, fuera suyo.

—¿Qué soy para usted, alteza?— preguntó la castaña con el regreso de un ligero aire de coquetería mientras se acercaba a él otra vez.

—Eres mi novia... Mi Princesa, mi alma, vida y corazón— decía Bucky al tiempo que plantaba pequeños besos por todo su rostro y finalizaba en sus labios.

SER UNA BARNESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora