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Yo estaba buscando independencia propia, había buscado durante meses un lugar para rentar y así vivir sola. Había encontrado una casa muy grande la verdad, y vieja, era de principios de 1900. De apariencia muy lujosa y bien mantenida, a pesar de no ser habitada hace mucho tiempo. Tenía un estilo clásico, muy espaciosa. Lo raro era que el precio extrañamente era relativamente bajo, no le di vueltas al asunto, pues estaba desesperada por vivir por mi cuenta, y además que esa casa quedaba muy cerca de la universidad en la que asistía.

Al final de cerrar el trato con el arrendatario, hizo un comentario que ocasionó un escalofrío por todo mi cuerpo. No me provocó miedo ni nada por el estilo, solo que por una extraña razón eso me llamo la atención. Me gustan las historias misteriosas anticas, así que me pareció muy bien que estuviera en una casa con su propia historia.

La ciudad en la que ahora vivía, es vecina a la de donde crecí. Así que estaba sola allí también. Traje mis cosas desde la otra ciudad, pagando un flete que me costó un ojo de la cara, que con todo el dolor de mi tarjeta lo pagué.

Al llegar, los sujetos del flete, dejaron mis cosas en la entrada y se fueron, pues hasta allí era su labor. Yo dejé las llaves en una mesa que había en el centro del recibidor y ví algo peculiar.

"Bienvenida linda"

Decía una carta sobre esa mesa, y junto a ella una rosa.

-De seguro fue quien me rentó este lugar - me dije a mi misma en voz baja. No me gusta que la gente me deje ese tipo de detalles sin decirlo a la cara, y mucho menos los de un individuo que ni siquiera conocía. No le di importancia, y fui a meter mis cosas.

Termine de meter y acomodar todo, pero muy tarde a mi parecer. Había una sensación extraña en esa casa, como si reconociera todo, pero sin conocer nada. Me dolía cada músculo del cuerpo, pero no me impidió que recorriera cada rincón. Nada fuera de lo natural, solo era una casa con sus historias. ¿Cuántas cosas y situaciones habrá presenciado la casa? Me preguntaba muy curiosa.

Estaba cansada y todo, pero me llegó repentinamente una llamada de un compañero de la secundaria, el cuál era gran amigo mío. Él también estaba viviendo en esa ciudad y me invitó a salir para darme la bienvenida al lugar.

No tarde mucho en arreglarme, y salí rápido. Fuimos a lugares los cuales no habían en mi ciudad, como era pequeña no tenía tantas atracciones para pasar el rato. Casi todo era nuevo para mi. El cine por ejemplo. De dónde venía no había, así que fue algo nuevo, pero claro, no me comportaba como campesina ni nada por el estilo. Sabía cómo era la cosa, pero no soy fácil de impresionar, así que tenía una actitud neutral casi siempre.

Llegamos muy tarde, eran como las 2:00 AM. Habíamos ido a una fiesta de un amigo suyo. Me dejó en la entrada y se fue. Entre y me fui a lavar la cara, me puse el pijama, uno sencillo color blanco, blusa y shorts. Mi habitación escojí fuera la principal, pues me gustaba mucho su estilo antiguo que aún preservaba a la perfección.

Me quedé dormida rápido, pero mi sueño no duró mucho, puesto que había demasiado frío. Mis piernas las lleve a mi pecho para tener calor con mi propio cuerpo. No lo soporte más, fui a apagar el aire acondicionado. Cuando lo ví, lo raro era que estaba en lo mínimo. Lo apagué y me fuí de nuevo a acostar.

Aún había frío, pero ¿que más da? No podía hacer más nada. Me quedé dormida de nuevo. Un raro sueño vino a visitarme esa madrugada. No era raro en sí, pero lo que pasó después si lo fué.

Un hombre albino, vestido como en principios de 1900. Se veía era elegante, tenía baja estatura, pero se veía de buena cuna. Solo estaba sentado junto a una ventana leyendo en un lugar acordé a la época, una biblioteca. Solo disfrutando de la brisa. De pronto ese hombre volteó a verme, me sonrió y me extendió la mano como si quisiera que yo me le acercara.

Allí desperté medio embobada por el sueño, mire a mi alrededor y ví a alguien parado en la puerta de la habitación. Estaba mirándome, no pude lograr ver quién era, pero parecía el del sueño. No era posible, solo era un simple sueño. Miré el reloj y eran las 4:45 AM. Levanté mi vista hacia la puerta de nuevo y no había nadie.

No importaba, no me asustaba, ya había visto cosas de ese tipo. No fantasmas, sino ver cosas que no están allí.

Al día siguiente hice un recorrido de nuevo por la casa, había un estante lleno de libros en un pasillo. El arrendatario dijo que pertenecían al primer dueño y que no importaba si los leía, mientras no los dañara. Tomé uno con portada color vino, parecía tener mapas y dibujos de lugares del mundo. Busqué otro, y ese era peculiar, pues decía una extraña frase.

"Castigo merecido"

Decía en la primera página del libro. Parecía estar escrito hace bastante tiempo, lo peculiar era que estaba escrito como si el autor de la frase tuviese prisa en escribirla, puesto que la ortografía delataba ese aspecto a simple vista.

Esa misma tarde, fuí a comprar víveres en la tienda de allí cerca.  Podía escuchar a los vecinos murmurar cosas cuando pasaba ¿Que tenía de raro o de singular como para ser la protagonista de sus rumores? Bueno aunque ni sabía si hablaban mal o no, al caso que nunca me importa lo que dicen de mi, yo no como de la aceptación de la gente, ni me importaba hablar con nadie. Nunca fuí de las que se detenía a entablar conversación con los vecinos como los demás.

-Si que tienes valor para vivir allí - comentó la mujer que atendía el lugar. ¿Por qué lo dijo? Talvez por la casa - allí se dice que espantan.

-No he visto nada aún. Y si veo no le veo nada de malo - contesté de una manera que cuando me escuché casi ni me entendí.

-Te pareces a...

-¿Cuánto es? - la interrumpí, pues no me gusta el chisme, ni ningún tipo de manifestaciones de este.

-Es cuenta de la casa, por ser tu primera vez aquí y por ser nueva vecina - me dijo y me entrego los víveres. Cuando iba saliendo escuché como decía casi a susurros - Te pareces a la esposa del primer dueño...

¿Estaba loca? No es por ser grosera, pero si que se inventan los chismes con gran imaginación. De seguro ya estaban varios tipos de rumores, solo por qué yo vivía allí. Por eso yo nunca cruzaba palabras con vecinos.

Entré a la casa, dejé las llaves sobre la misma mesa que la de el día anterior y allí estaba otra carta.

"El librero, a las 4:45 AM"

Decía con la misma letra ¿Quien pudo entrar? ¿Y que le encontraba de divertido en dejar esas notas para mí? No lo sabía, pero no le iba a dar el gusto de que yo cayera en sus trampas. No iba a ir a ese lugar por nada en el mundo. No era temor, solo que me gustaba llevar la contraria en las situaciones cuando me querían ver la cara.

Mientras dormía de nuevo el frío invadió mi cuerpo. Ví la hora y eran las 4:45 AM ¿Será que me levantaba a ver quién y para que me querían en el librero?

Continuará...

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