Capitulo -7: Anillo de Penumbras.

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No quería creer hasta en ese momento esos rumores ¿Que yo me parecía a la esposa de ese sujeto? Pues si, ahora lo había confirmado de la peor forma, pero si. Ese cuadro tenía la imágen perfecta de mí, logré ver el cabello oscuro, la piel pálida, incluso esos hoyuelos que se me forman en las mejillas al sonreír. Todo en esa mujer era idéntico a mi.

Yo estaba arrodillada en el piso reponiendome de aquel espantoso descubrimiento. Podía sentir el corazón a punto de salir de mi pecho, latía a enormes velocidades, podía sentir también la piel erizada en conjunto con un escalofrío que bajo en ese instante, vértebra por vértebra.

-¡¿Qué quieres de mí?! -grité para él, quien siempre escuchaba- Das muchas vueltas a esto. Es más fácil que lo cuentes todo de una buena vez -dije mientras me ponía de pie bruscamente con la gracia de un caballo recién caído, con ese nivel agresivo y a la vez torpe.

Miraba a mi alrededor buscando o esperando cualquier señal que me sirviera como una manera de comunicación de parte de él, pero nada paso. Me enojé bastante ese día, así que detuve toda investigación que llevaba en esos días. Esa tarde estaba dispuesta a salir con mi amigo, no le dí importancia a Daishinkan, no la merecía según yo en ese momento, pues no me decía lo que yo quería saber y en cambio solo recibía acertijos de su parte. Sé que había dicho que me gustaba el misterio, pero no así, no si me involucra de una manera tan escalofriante como parecerme a esa mujer muerta.

-Adiós, Querido. Si es que me escuchas -dije con burla para luego azotar la puerta de la entrada e irme- Tremenda loca, le estoy hablando a un fantasma - caí en cuenta, la verdad si alguien me viera, diría que era una completa loca, sin mencionar que psicótica. Era de locos hablarle a una casa, a un fantasma y verlo y sentirlo también ¿yo estaba loca? o ¿en verdad lo veía y escuchaba? Me sentí con el transtorno esquizofrénico por un momento.

Salí esa tarde, encontradome con Marc, quien era otro complemento para mí locura que ese día sentía. Él era alguien que verdaderamente veía y oía cosas. Le comenté todo lo que allí viví, y su expresión fue de sorpresa además de que me gritó.

-¡Estás loca! No se le debe hablar a los espíritus, eso es una invitación a que se queden -me explico luego de ese grito que fue más un regañó.

-¿No se decía que hay que insultar a los espíritus para que se vayan? -pregunté en tono regañado a voz baja.

-Pero tu no lo insultaste, ¿Verdad? -me preguntó irónicamente, pues sabía que la respuesta era no.

-No... -contesté a regañadientes y muy bajo, no me gustó saber que me equivoqué de esa forma tan estúpida y menos cuando tengo el error plasmado en la frente, como para que todos notarán lo patética que me sentía en ese momento.

Momento... Yo no tenía la culpa de nada. Tal vez solo de seguir la corriente de todo lo que Daishinkan quería, pero no tenía razón de porque sentirme así. Me rei de mi misma tras descubrir algo. Verdaderamente allí si parecía loca, ¿Pero qué Importaba? Ya sabía lo que iba a hacer con él y librarme de una buena vez. Por eso me reía.

-A veses pienso que te escápate de un manicomio -comentó tras verve así riendo de la nada.

-Cuerdos y amargados existen muchos, ¿Has visto a un loco triste? -pregunté mientras me reía. Esa frase la había oído ya hace tiempo, creo que en un libro. Siempre quise decirla, solo que no había encontrado mejor momento para decirla; me aprovechaba de la situación para usarla.

-Loca -murmuró levantadose de esa mesa donde estábamos en un centro comercial de la ciudad.

-¿Cómo? -pregunté tras escucharlo.

-Tu misma te declararse así. No me culpes a mi por ese término que te acabas de ganar. Solo lo repito de tu boca -dijo mientras me daba la espalda para encaminarse hacia un puesto de comida.

Entre nuestras discusiones de niños inmaduros (pues eso parecíamos en vez de jóvenes) así paso la tarde a convertirse en noche. Yo sin ganas de volver a la casa, no por miedo, sino por enojo. Llegué sin ningún ánimo. Arrastraba un poco los pies entrando como si fuera a mi fúnebre final. Entré y lo primero que ví, fue una carta sobre la misma mesa de siempre, junto tenía algo que llamo mi atención. Esa vez había una rosa negra la cual tenía un anillo de compromiso atado a su tallo.

"Penumbra oscura, vieja amiga.
Traes y arrebatas, como el sol que quema en las mañanas y la plateada luna en las noches fúnebres.
Dulce penumbra,
tráeme lo que me quitaste cruelmente,
y llévate si quieres lo que a ti te pertenece.
Digna de ir y volver, del más allá tiene proceder.
Sangre y lazo que el destino formó, la vida y la muerte siempre burló."

-Me estás asustando -le dije al aire- ¿Qué tengo que ver yo con la muerte? -le pregunté a Daishinkan si es que quería escucharme.

Sabía que no tendría respuesta allí, así que fuí a la biblioteca a buscarlo a él. Sabía que ese era su lugar más frecuentado de la casa, además de que allí se manifestaba en "cuerpo".

-Si la muerte escuchara le diría tanto. Si la muerte hablara le pediría explicaciones -recité aquella frase que en mi mente se formó ya hace tiempo, cuando ví perecer a un ser querido, y no entendía ciertas cosas respecto a la muerte.

Aún tenía esas dudas. Eso lo puedo asegurar, pero esa frase siempre estaba retumbando en mis pensamientos siempre que tenía oportunidad. Si en verdad la muerte fuera tan benevolente como para escuchar a un vivo, de seguro le diría tantas cosas que tenía siempre atoradas en la garganta. Si hablara le pediría tantas explicaciones respecto a su forma de trabajar, pues tenía una forma muy alejada a la razón para llevar almas al purgatorio, además de que siempre es inoportuna. Esos dos elementos me gustaría poseyera la muerte, el oído y el habla.

Pero... La muerte no es así; la muerte es justa a su tiempo e injusta al nuestro. Ella sabe a quien se le ha agotado el tiempo de su paso por este mundo. Es algo que todos le tenemos, pero desde que nacemos estamos condenados a sus frívolas manos que guían a nuestras almas al purgatorio. Creo que lo que le diría y le preguntaría sería diferente entonces.

Entré a la biblioteca y lo que ví me asombró demaciado.


Continuará...

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