Capítulo 27 - Inconfundible y entrañable sentimiento

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Seonghwa observó cómo Yeosang tomaba algunas prendas del guardarropa y se metía al baño con rapidez, así que no pudo evitar preocuparse.

¿Y si había cometido un error grave al haberle hecho el amor? ¿Y si eso le causaba a su marido una recaída, o un ataque de ansiedad? El médico le advirtió varias veces que no podía exponer al muchacho a ciertas tensiones; que tenía que ser paciente y darle tiempo para que terminara de asimilar la situación por la que estaba pasando, y que su recuperación iba a ser lenta, pero, con los cuidados necesarios, era seguro que recobrara la memoria.

Y Park cerró los ojos, dejando escapar un largo suspiro mientras pensaba en lo irracional de su comportamiento. Porque no había excusa para que le hubiera hecho aquello a su joven esposo, y no podía poner de pretexto lo necesitado que estaba de él, o lo mucho que había ansiado sus besos y sus caricias. Era más importante la salud de Yeosang, que satisfacer sus menesteres fisiológicos.

Aunque no era sólo por eso que había querido terminar en la cama con Yeosang, sino porque lo extrañaba demasiado. Le hacía tanta falta mirar su genuina sonrisa y la felicidad en el brillo de sus ojos. Desde que se accidentó, su semblante se volvió sombrío, y Seonghwa no dejaba de anhelar sus expresiones llenas de vida, su optimista risa y sus achispados ojos.

Y fue por ello que, desde el fondo de su corazón, no estaba arrepentido de haber orillado a su marido a corresponder su demostración de amor. Porque en el tiempo que duro el pasional acto, Seonghwa sintió que Yeosang era el mismo de antes.

Volvió a suspirar y se levantó de la cama, tomando su ropa interior del suelo para ponérsela antes de ir hacia la puerta del baño. Se detuvo frente a ella y escuchó que la regadera estaba abierta, por lo que decidió esperar a que su esposo terminara de bañarse.

Y cuando el sonido del agua chocando contra las baldosas no se escuchó más, Seonghwa llamó a la puerta.

Al poco tiempo, Yeosang abrió y el mayor notó algo de vergüenza en su rostro. Sus mejillas estaban rosadas y mantenía su mirada gacha. Así que Seonghwa, tomando el mentón de su esposo con un par de dedos, levantó su rostro y lo miró a los ojos.

—¿Estás bien? —preguntó Seonghwa, inquieto—. ¿Acaso te lastimé? —Yeosang negó de inmediato y alzó una mano para tomar la de su esposo, bajándola despacio mientras enlazaba sus dedos con los suyos. Su rostro enrojeció aún más y entreabrió los labios—. ¿Entonces qué te pasa? ¿Te sientes mal? —insistió, y el más joven volvió a negar.

—No. —Kang suspiró y de nuevo bajó la mirada—. Es s-sólo que... —Hizo una pausa un tanto larga y se mordió el labio inferior—. Es sólo q-que no s-sé si lo que hi... hicimos... está bien.

El mayor ladeó la cabeza y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios antes de acunar el rostro de su joven consorte con ambas manos. Yeosang fijó los ojos en los suyos y se acercó más a él.

—¿No querías?

—¡Sí! ¡S-Sí quería! —se apresuró a decir, y después apretó los labios, apenado.

—Entonces, está bien —le aseguró Seonghwa, volviéndole a sonreír antes de darle un corto y tierno beso. Enseguida, Yeosang correspondió a su contacto y estiró los brazos para sujetar a Seonghwa por la cintura. El hombre rodeó sus hombros y lo apretó en un cálido abrazo—. No te preocupes. Tus recuerdos regresaran pronto —dijo mientras se separaba un poco de Yeosang.

El dueño del restaurante lo tomó de la mano y ambos caminaron de regreso a la cama. Seonghwa quitó las mantas, puso unas limpias antes de pedirle a su esposo que se recostara, y lo arropó, dejándole otro suave beso en la frente.

𝑬𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 (𝑺𝒆𝒐𝒏𝒈𝒔𝒂𝒏𝒈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora