Capítulo 31 - Existente e incomprensiva turbación

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—Te amo —susurró Seonghwa cerca del oído de su joven esposo, quien yacía con la cabeza apoyada en su pecho y con una linda sonrisa dibujada en su rostro.

Hicieron el amor esa mañana y los dos permanecían sobre la cama, abrazándose con cariño mientras la luz del sol se colaba por la ventana.

—Y-Yo tam-mbién te amo. —Yeosang afianzó más el agarre que tenía sobre la cintura del dueño del restaurante y éste lo beso en la frente, tomando su mentón para dejarle otro tierno beso en los labios, y Kang suspiró al tiempo que extraños y divertidos revoloteos de incontables mariposas le hacían cosquillas en el estómago.

El mayor le regaló una suave sonrisa y también exhaló un lento suspiro, trayendo a su mente el recuerdo de Yeosang cuando había recuperado la consciencia, en el hospital en Vancouver, varias semanas atrás.

En aquellos momentos Park se sintió perdido. Por breves instantes llegó a creer que el muchacho de ojos pequeños lo iba a dejar solo. Llegó a imaginar que nunca más volvería a ver el hermoso brillo de sus ojos, besar sus delicados labios o tocar su pálida y tibia piel.

Pero la vida era tan sabia y tan justa, que le dio otra oportunidad de ser una mejor persona y corregir los errores que cometió en el pasado con Yeosang cuando le hizo mucho daño con su indiferencia, con sus indecisiones, con sus desprecios y con sus venenosas palabras.

Solamente al recordar aquello su estómago se estrujaba, su corazón se comprimía y un sentimiento de culpa crecía en su pecho sin remedio. Seonghwa estaba tan arrepentido de todo el dolor que le había hecho sentir a su marido, pero al mismo tiempo la esperanza de sobrescribir la historia le hacía sentir un poco de calma.

Kang era tan dulce, sensible y comprensivo, que Park sabía con seguridad que podían empezar de nuevo, y sin tantas heridas. Porque la falta de memoria del menor no era impedimento para que su amor siguiera creciendo, aunque el dueño del restaurante se estuviera muriendo de ansias para que Yeosang recordara que estaban casados.

A veces sentía que no podía esperar mucho más para que eso sucediera.

—¿Has recordado otras cosas? —preguntó Park, entrelazando los dedos con los de su esposo. Kang suspiró despacio y asintió, algo que le aceleró el corazón al mayor.

—Recuer-rdo... —empezó, apretando los labios por un par de segundos—. Recuerdo cuan-ndo te fui a b-buscar al res-staurante y tú... est-tabas besándote c-con una chica.

Park se sorprendió y los nervios le invadieron el cuerpo. Porque su joven consorte había evocado una situación muy desagradable y por ningún motivo quería que se hiciera a la idea de que antes había jugado con él. En aquel momento, Seonghwa sabía muy bien que ya amaba a Sung Ku con toda su alma.

—Amor, creo que no miraste bien. Yo no estaba besando a esa chica —mencionó con toda la certeza del mundo y apretando más el agarre que había entre sus manos. Aunque no hubo ninguna reacción por parte de su pareja, y eso lo puso aún más nervioso.

—Lo sé —dijo de pronto, y Seonghwa abrió más los ojos—. Tam-mbién recuerd-do que esa noche, me d-dijiste que me amabas, p-por primera v-vez.

Y Park exhaló un largo y tranquilizador suspiro, acomodándose encima del muchacho y presionándole los labios en un sonoro beso.

—Y te lo voy a decir siempre, por todo lo que me reste de vida. Hasta que mi corazón deje de latir, o hasta que mi cuerpo deje de sentir, y después, cuando nuestras almas existan en otra vida, te encontraré otra vez y te amaré de nuevo. Tan fuerte y tan profundo como lo hago ahora.

𝑬𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 (𝑺𝒆𝒐𝒏𝒈𝒔𝒂𝒏𝒈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora