Capítulo 25 - Firme y propicia entereza

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Yeosang, aún en su estado de confusión, sabía de sobra cuánto tiempo había pasado desde que despertó del coma. Las enfermeras, el doctor y "su jefe", se habían encargado de llevarle un calendario, un nuevo teléfono y algunas notas periodísticas para que se diera cuenta de todo lo que ocurrió desde el último recuerdo que permanecía en su mente.

Y lo entendía. Él sabía que perdió la memoria y que estuvo a punto de morir, pero seguía sin asimilar el nuevo comportamiento de Seonghwa; la suave y comprensiva voz con la que le hablaba; el indulgente y, a la vez un poco triste, brillo en sus ojos.

Porque no lo recordaba de esa peculiar manera. Y le costaba algo de trabajo pensar que el dueño del restaurante se había ablandado un poco. No podía creer que el "seco" corazón de Seonghwa, se hubiera llenado de benevolencia y que lo tratara como siempre lo había deseado desde que lo conoció.

Se sentía tan perdido en aquella casa. Se sentía tan extraviado ante el inaudito carácter de su jefe, y el chico no quería aceptar que Seonghwa había cambiado, pero las palabras que le dedicó horas atrás, antes de abandonar la habitación, hicieron que su corazón latiera con algo de esperanza. Aunque no por eso iba a dejar abandonada su cautela.

Mientras se giraba sobre la cómoda cama de su jefe, Yeosang suspiró. Las sábanas estaban impregnadas con su olor y no dudó ni un minuto en enterrar el rostro en la mullida almohada, para llenar sus pulmones con el dulce aroma.

Pasaron casi tres horas y no lograba conciliar el sueño (aunque, antes de llegar ahí, su cuerpo hubiera caído rendido en el asiento trasero del taxi), así que Kang pensó que el cansancio no era demasiado como para obligarle a dormir. Pero tenía que estar en reposo. Era una de las indicaciones más importantes que le dio el doctor.

Por lo que, finalmente optó por acomodarse y, justo cuando comenzó a bostezar, escuchó un par de golpes en la puerta, obligándolo a incorporarse otra vez.

—Pas-se —dijo, con la voz un tanto ronca.

Y sus ojos se abrieron por la sorpresa y la felicidad cuando su mirada se cruzó con la de su mejor amigo Soobin , quien lo miró con admiración y alegría mientras se acercaba a la cama, dejándose caer —literalmente— sobre su regazo.

Las gruesas lágrimas de Jang no tardaron en rodar por sus mejillas, y Yeosang le acarició la cabeza, mordiéndose el labio inferior mientras sus ojos se humedecían.

En el interior de su despacho, Seonghwa se acomodó tras su largo escritorio de madera después de haber dejado a su esposo en la habitación, para revisar algunos papeles

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En el interior de su despacho, Seonghwa se acomodó tras su largo escritorio de madera después de haber dejado a su esposo en la habitación, para revisar algunos papeles.

Tenía mucho trabajo pendiente. Desde que fue a Vancouver, no había tenido oportunidad de hacerse cargo del negocio y, comprendió, un par de días después, que iba a necesitar a alguien que le ayudara en el restaurante mientras él se encargaba de cuidar a Yeosang en la casa.

𝑬𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 (𝑺𝒆𝒐𝒏𝒈𝒔𝒂𝒏𝒈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora