CAPÍTULO 8

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Es una corona plateada, con pequeñas piedras alrededor, brilla mucho y me recuerda a mi mamá. Cuando se casó con mi papá, usó una corona, se veía hermosa.

— Es muy lindo —me dijo Harry.

— Lo sé —ya estábamos afuera de la joyería, había sacado el anillo de la cajita para verlo una vez más — ¿Me lo pongo ahora o después? —miré a Harry.

— Como tú prefieras —sonrió. Genial, eso no me sirve, si le pregunté es porque quiero una respuesta concreta y no algo que me confunda más.

— Gracias por su ayuda señor —reí. Lo puse en mi dedo índice izquierdo — ¿Qué tal? —le mostré mi mano.

— Se ve muy bonito —su sonrisa nunca se va — Te invito por un café.

— Pero dijiste que no faltaba mucho para que se dieran cuenta de que estabas aquí.

— Exacto. Aquí —extendió sus brazos —No sabrán que vamos a un café fuera de este centro comercial.

— Pero ni siquiera tengo hambre.

— Basta de decir pero, es solo para conversar, vamos —levantó sus cejas y formó una sonrisa con sus labios.

— Está bien —extendió su sonrisa al punto de poder notar sus hoyuelos. Se puso sus lentes de sol y entrelazó su brazo con el mío, me miró para saber si estaba bien que lo hiciera y yo asentí. Empezó a caminar a la salida, yo seguí su paso.

De camino al café un par de chicas nos detuvieron pidiéndole una foto a Harry, algunas de ellas preguntaron si yo era su nueva novia y qué había pasado con Kendall, a lo que él no respondió. No me imagino lo complicado que es tener una relación en estas condiciones, pero supongo que al firmar cualquier contrato están de alguna manera aceptando que su vida ya no sea tan privada.

También me imagino que puede llegar a ser molesto que lo único que les interese sea quién es tu pareja y no tu trabajo por el que te esfuerzas.

(...)

Es un lugar acogedor, pero a la vez abierto con luz natural. Por fuera se ve todo adentro y tiene una terraza en donde también hay mesas, tiene luces cálidas y plantas. Harry y yo decidimos sentarnos en la terraza para respirar aire fresco y no hay tanta gente.

Un mesero llegó a darnos el menú de lo que podíamos pedir, le dije que no pediriamos nada pero Harry insistió en que lo tuviéramos por si acaso. Lo comencé a leer para ver qué vendían; postres, café, bebidas dulces y snacks. Tal vez pueda pedir un smoothie, me fascinan y los sabores que hay me llaman mucho la atención.

— ¿Quieres algo? —me preguntó el señor británico. Ese apodo se repite en mi cabeza y es divertido porque no sé cómo se me pudo ocurrir eso.

— Quizás un smoothie de chocolate blanco —sonreí — ¿Y tú?

— No lo he visto, si ALGUIEN me lo prestara.

— Ojalá supiera a quién te refieres —le seguí el juego.

— Te daré una pista —se acercó a través de la mesa como si fuera a decirme un secreto — Su nombre es muy parecido al de un lugar en este país, específicamente en Nueva York.

— No conozco a nadie que se llame Manhattan —reí.

— Mmmm entonces, se lo pediré porque tengo el presentimiento de que ya vienen para pedir nuestra orden, ¿Brooke?

— Dime —esto es tan divertido.

— ¿Me podrías por favor prestar el menú? —sonrió.

— Claro, tómalo —asintió y lo tomó para finalmente leerlo. Tardó un rato hasta que por fin decidió que pediría un latte de vainilla. El mesero llegó después de unos minutos y tomó nuestra orden.

Once mine, always mine. | H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora