Forget You [Miritama]

Parte 8: Mierda

Nejire soltó los cubiertos de su desayuno cuando Kirishima le contó lo ocurrido, un cóctel de emociones con frustración, enojo y cansancio fue vertido en su torrente sanguíneo.

Quería golpear a ese par de tontos que no podían hacer algo más que empeorar la situación y hacer todo más difícil.

Eso explicaba por qué los había dejado de ver, ya que, de pronto ambos chicos se alejaron de ella. Cuando tuvo oportunidad de preguntar a sus profesores por la desaparición de los estudiantes no le sorprendió la cantidad de faltas que empezaron a acumular, sobre todo Amajiki, quien al parecer tenía alrededor de una semana que no se sabía de él. La joven entonces se contactó con los padres de su amigo, quienes sorprendidos dijeron que no sabían de su hijo, ya que respetaban su espacio y conocían lo comprometido que estaba con la escuela como para dejarla. Buscó con otros conocidos del peliazul, pero nadie sabía nada, era como si la tierra hubiera devorado a Tamaki.

Por la tarde de ese mismo día, se enteró de los rumores que se esparcían como pólvora, sobre  Togata. El integrante de la Big 3 que empezó a decaer, al parecer, ya no era ese sol que iluminaba todos los pasillos de la UA y al contrario de lo imaginado, su aspecto decaído y actitud arisca, provocaba miedo e incertidumbre a sus otros compañeros. Estaba muy inestable e incontrolable, por lo que era mejor mantenerse alejados de él.

Al saberlo, la joven comenzó a temer por la seguridad de Mirio. No imaginaba el rumbo que podrían tomar. Y pese a ser solo una joven estudiante para héroe, se sentía en una de las batallas más importantes de su vida, estaba peleando sola contra dos seres que presumían ser más poderosos que ella en una situación que, por mucho que se esforzara, no estaba en su control.

Pese a todo el peso que cargaba y con todo en contra, Nejire sabía que en sus venas corría sangre de héroe, sola o acompañada, no se quedaría de brazos cruzados. Iba a luchar hasta el final y es ahora o nunca dónde tendría que actuar.

Tamaki estaba recostado boca arriba en la recamara de los edificios escolares. 

Todo a su alrededor eran envoltorios de dulces y comidas preparadas. Había papeles sucios por todos lados, repletos de sus lágrimas y flujo nasal por todas las veces que había estado llorando de forma desconsolada.