Anillos de guerra

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Narración normal

Ya había pasado un mes y en dos días seria la boda entre Marceline y Marshall Lee.
Bonnibel y Phoebe ya habían instalado las camaras invisibles en el palacio real del rey de Ooo.
Y habían realizado grandes adelantos y armamentos para ir en su contra sin afectar a sus reinos.
Como lo prometió, Bonnibel le dio parte de su dulce a Phoebe para alimentar sus llamas, pero a cambio, Flama le dio parte de su armamento para defender su débil reino hecho de dulce.
Las cosas jamas estaban mejor entre ambos reinos, además de la recuperación de la dulce gente tras su mutilación durante la infección zombie.
Todo estaba bien excepto por una cosa... Marshall.
Aunque DP pudo sacar adelante a su reino, aun sentía ese hueco en su corazón, ese hueco con el nombre de Marshall etiquetado.
La pelirosa, sabia que el amor era una distracción pero... ¿encerio es tan malo?, Digo... Ella siempre piensa en los demás, pero jamas se había detenido y pensar por lo que ella quería.
Y lo que quería ella, era Marshall.
Aun recordaba todos esos buenos momentos con el y sentía esa gran tristeza.
Narra Bonnibel:

Una semana antes de la boda.
Me encontraba de noche observando desde la ventana de mis aposentos a la dulce gente apagando su luz para irse a dormir, uno por uno.
Suspire ante tanta calma.
Si el estuviera conmigo, de seguro estaría acosandome y haciéndome pesadas bromas.
-Marshall... -suspire.
De pronto mentita toco la puerta con una bandeja con una taza de té de manzanilla.
-Buenas noches mi lady, supuse que nesecitaria una taza de té de manzanilla para calmar sus nervios.
-¿Porque lo dices mentita?, mi reino esta en paz, por lo tanto yo también - dije tomando la taza de la bandeja.
-Por mucho que usted ame su reino, no puede decir que usted también se siente bien, son personas diferentes.
-No es cierto, gobernantes y ciudadanos son seres iguales, la diferencia es el poder del que se ejercen entre ambos bandos.
- Quizás tenga razón, pero usted le ha dado tanto a esta gente pero... ¿Se ha dado algo igual de valioso a usted misma?
Esas palabras me rebotaron en la cabeza.
-Se que usted aun sufre por el joven demonio, princesa. -Continuo el mayordomo.
-Claro que no, es ridículo, el... Se casara con Marceline.
- El ha sido egoísta por mucho tiempo y desde que la conoció a usted, el empezó a pensar por los demás, si no me equivoco... Quizás usted debería hacer lo mismo pero al revés.
Dejo la bandeja y se fue.
Por mucha razón que tenga ¿Que se supone que haga?
Si Marceline y Marshall no se convierten en rey y reina, entonces mi reino será derribado por Hudson Abadeer y mas encima ni mis guardia-bananas pueden con ellos.
¿Que hago?
De pronto vi a chiclobot desde mi ventana vigilando el perímetro desde los tejados de los hogares de la gente del dulce reino.
-Creo que tengo una idea.
Día de la boda.

Narra Marshall

Estaba en una habitación para ponerme el traje.
Era el día de mi boda y era el sujeto mas desgraciado de Ooo.
Jamas, me han gustado las bodas y creo que jamas me van a gustar.
Me vi en el espejo y era la viva imagen del padre de Marceline, que espanto.
Aun no podía amarrarme la endemoniada corbata, ya que muchas veces me terminaban ayudando para ponérmela.
Tocaron la puerta y una demonio con cara de un chivo cíclope me vino a avisar que ya era hora.
El lugar lucia como una caverna gótica con flores negras y antorchas en llamas en las paredes.
Los invitados eran un montón de fenómenos de circo, una mujer que parecía un jabali, un sujeto esquelético con el aspecto de un reptil y algo que tenía la cabeza de un cuervo y un esmoquin. Ellos estaban en la primera fila.
De pronto un esqueleto tocó la melodía de bodas en un gran órgano que lucia sacado de un funeral.
Marceline entró despacio a la habitación con un vestido de bodas de color rojo y un velo negro que tapaba su rostro, como si estuviera de luto. Y guantes negros muy largos más allá del codo. Con un ramo de flores marchitas.
Para mi gusto, realmente me gusta, pero desearía que cierta persona estara usando ese vestido.
Un anciano que parecía una mantis religiosa y un rinoseronte era el sujeto que nos iba a casar.
-Estamos aquí reunidos para unir en sagrado matrimonio a Marshall Lee y Marceline Abadeer.- Dijo con voz ronca.
En todo ese rato escuche blablabla ¿cuando demonios se iba a callar e ir al grano de una vez?
Pasaron casi dos horas con todo lo que habló.

Dulce muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora