PRÓLOGO

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Alucinaba mientras escribía sobre cosas que probablemente pasarían en mi realidad, pero imaginarlas me daban satisfacción incumplida. Hacía tanto tiempo que trato de encontrar el punto exacto de mi dirección, pero cuando lo intento surgen demasiadas excusas de mi destino prejuicioso y tonto.

-¿Aún sigues escribiendo? Deberías descansar, después envías la petición.

-No me gusta dejar las cosas para otro día, supongo que me comprendes.

-Intento comprenderte, pero a veces no me alcanza el tiempo. -Tomó asiento en las sillas que se encuentran en frente de mi escritorio y puso demasiados papeles en la mesa. -¿Ya fuiste con José María?

-No, no tengo tiempo.

-Deberías de hacer espacio en tu agenda, lo digo porque te noto cada día más distraída de lo normal.

No quise responder, porque claramente me sentía tonta y distraída con todo lo que pasaba a mi alrededor, era como si tuviera mi mente puesta en solo querer olvidar heridas que aún me siguen sangrando.

-Bueno, te dejaré la tarjeta de su consultorio. -Puso una tarjetita en el escritorio y se marchó de la oficina.

Después de que se fue, continúe escribiendo la petición que hoy mismo entregaría, al menos quería sentirme útil en esas cosas y no pensar que simplemente cada asunto que trato terminar, se me vaya de las manos.

Cuando termine de escribirla, metí la carta en un sobre y le llame a mi asistente que la entregara al correo, simplemente obedeció mi orden y se fue; en cambio yo, ordene mi escritorio y guarde cada una de las cosas que tenía que llevarme a casa, pero antes de guardar la última cosa, me encontré con la tarjeta que habían dejado.

Salí con la tarjeta en mis manos, me encontré con mi chofer, quien ya me estaba esperando con la puerta abierta. Hace dos meses que me lo asignaron, ya que un terrible dolor de cabeza por la migraña me hizo estamparme en un árbol mientras conducía por la noche, exactamente después de salir del trabajo. Por miedo a otro percance como ese, mi familia y mi doctor, recomendaron que la mejor opción sería contratar un chofer y eso hice.

Aún seguía en el camino, el cual se veía interrumpido por el tráfico de la ciudad, casualmente a las siete de la mañana y siete de la noche, se estrenaban en los semáforos. Mi conductor él señor Santiago, acostumbra conducir con música italiana, la cual se me hizo habito a escucharla durante el camino sentía que ninguna preocupación me impedía sentir, aunque justamente con la tarjeta en mano me causaba una inquietud en el pecho.

-Conduce al consultorio del doctor José María.

Solo asintió por el espejo retrovisor, aunque mi mirada aún seguía plasmada en la ventana, pude notarlo.

No tardamos en llegar y baje del auto, le pedí que me esperara en el estacionamiento o que podía darse una vuelta, pero quería que estuviera aquí dentro de tres horas. Escuche sí, señorita y me adentre al edificio, para después perderme en la entrada y no verme a sus ojos.

En recepción pedí verlo y me dieron acceso inmediato con él. Al entrar me recibió con una cálida sonrisa y me senté en sofá de siempre.

-Recuéstate. -Lo hice y puse mis manos en mi pelvis. -Comenzamos, ¿De qué quieres hablar hoy?

-Estoy lista para hablar de mi pasado.

-Muy bien, entonces comencemos.

BLACK AND BLUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora