☕ Capítulo 11

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Un silencio espectral se apoderó de la habitación ¿Y si soltaba otra mentira? ¿Al menos existía una forma de justificar eso? La primera vez que encontré una de esas tarjetas mi corazón dio un vuelco, me encargué de volver cenizas ese escrito tan insignificante... Repudié cada palabra porque del amor nace la amargura.

Espresso Affogato fue la causante de mi primer sonrojo, se paseaba por los pasillos del colegio haciendo ruido con sus tacones bajos al mismo tiempo que sus caderas se movían de izquierda a derecha rítmicamente, peinaba su larga cabellera de un modo tan particular que el helado de vainilla que posaba en su cabeza pasaba a adornarla en forma de un adorable moño, que escurría por el resto de su cabello oscuro y ondulado.
Siempre busqué sentarme en un lugar donde fuera fácil observarla porque mi timidez era un gran obstáculo; podía pasar clases enteras admirándola, ensimismado por su espectacular belleza que robaba mis suspiros.
Mis padres, el dúo de Espressos supremacistas, reprobaban su existencia con el argumento de que agregar helado al café era un acto imperdonable que sólo provocaba que la tribu perdiera su pureza... Y aún así yo fantaseaba con tomar su mano para llevarla a los rosales blancos que me fascinaban.
Todo cambió cuando cruzamos miradas, dedicó un guiño coqueto sólo para mí al cual respondí con una sonrisa amable, sabía que estaba pasando por alto las reglas de mis padres sin embargo, fue suficiente para encender una llama en interior que explotaba en mi pecho como los fuegos artificiales que solía ver encerrado en mi habitación mientras los demás disfrutaban de días festivos o algún cumpleaños, admiraba el panorama pidiendo el mismo deseo: un compañero o compañera de vida.

Cuando menos lo esperé depositó sobre mi pupitre una tarjeta de color blanco en la cual me confesaba un amor inexplicable, en caso de no estar tan enamorado eso provocó un flechazo instantáneo; repitió esa acción durante varios meses con cartas de amor acompañadas de alguna golosina que devoraba en secreto. Tras este hecho la vida con mis padres se tornaba más asfixiante, los sueños en los que escapaba con Afogatto lejos de todo para vivir felices eran cada vez más recurrentes.

"¿Quieres un beso? Ven a buscarlo después de clases detrás de los vestidores."

No perdí el tiempo, fui al lugar acordado con un montón de mariposas en el estómago, nervioso pues se trataba de mi primer beso, agradecía que por fin mis plegarias fueron atendidas.

En realidad ese beso jamás se llevó a cabo. Afogatto se inclinó para acercar su rostro al mío, cerré los ojos frunciendo mis labios pensando que después de todo ser yo no era tan malo, papá y mamá buscaban criar al "Espresso perfecto" , creí que si me esforzaba por ella el peso de las cosas sería más fácil de llevar.

Lo siguiente que recuerdo era la sangre escurriendo de mi boca, tanteaba el suelo con mis manos en busca de mis anteojos ya que sin ellos mi vista era muy limitada, escuchaba risas, las constantes patadas en mi cuerpo impedían que yo avanzara.

-¿Quieres un beso, Espresso? Creímos que alguien tan puro como tú no tenía imperfecciones -Escuché la voz de Macchiato -¿Por qué te mezclarías con defectuosos como nosotros? -Tiró de mi cabello hasta arrastrarme a una esquina -Bésanos a todos. -Se burló, sentí un escupitajo caer sobre mi rostro, siguió una asquerosa lluvia de fluidos bucales. -Se está orinando... -Todos explotaron en risotadas

Detestaba ese recuerdo, lloraba en silencio cada noche maldiciendo a cada Espresso existente, prometiendo que cuando creciera sería exitoso, que me largaría lejos de todos ellos.

Sacudí la cabeza sintiéndome un completo idiota ¿Cómo pude caer de nuevo ante algo así? Observé a Madeleine afligido por la situación, siempre siendo compasivo con los demás, incapaz de hacer daño a alguien porque su misión era protegernos a todos... Por eso lo creí, porque si alguien en este mundo se preocupaba por mi bienestar era él, enorme y bruto caballero que se negaba a salir de mi cabeza, que siendo tan ignorante puso atención a lo que yo tenía que decir.

Cuchillos De Papel | Madeleine x EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora