☕Capítulo 10

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A diferencia de mí, mis padres resaltaban por su altura y porte tan elegante, admirados en cualquier ciudad que pisaran por su precisión, su talento y magia. Al contrario de Madeleine nunca necesitaron estrechar manos o reír a carcajadas con todos para ganarse el corazón de quienes los conocían.
Espresso Doppio, mi madre, normalmente peinaba su cabello con un recogido italiano banana creando un hermoso camino con la espuma que se formaba naturalmente en su cabeza, dando un toque sofisticado a su vestido con corte lápiz completamente negro. Nunca la vi sonreír, la mayoría del tiempo que pasó a mi lado durante mi juventud consistió en estrictas prácticas en las que azotaba su varilla contra el escritorio ante el mínimo error.

Papá también se hallaba al otro lado del umbral, Espresso Ristretto, juraba que nació frunciendo el entrecejo ya que no conocía otra cara en él, usaba gafas de montura cuadrada, con arrugadas que le agregaban años a su físico, usando su típico frac negro con sombrero de copa.

-¿No vas a saludarnos? ¿Dónde están tus modales? -Habló ella evaluando cada detalle -¿Volviste a tener esa mala costumbre de erguir la espalda? -Dirigió una de sus manos a su bolsillo para extraer un pasador -¿Cuántas veces te he dicho que ese flequillo es horrible? Cubre la mitad de tus rostro ¿Cómo puedes leer con el cabello en la cara? -Regañaba peinándome

-Lo siento, madre -Bajé la cara sumiso -Me alegra tenerlos de visita -Agregué con un hilillo de voz

-¿Vives aquí? Es muy pequeño, luce como un cuchitril ¿Verdad, Ristretto? -Papá asintió -Deja de estorbar en la entrada, quiero descansar -Dio un empujón estrellándome contra la puerta -¿Ya está lista la cena? Pasábamos cerca de este reino así que decidimos quedarnos un par de días -Cruzaron la puerta, cerré sin decir nada -¿Qué significa esto? -Señaló el espacio que ocupó Latte, dejó su rastro -¿Mezclas la leche con el café?

-Para nada -Agité las manos hablando entrecortado -Fue una visita, su nombre es Latte así que...

-¡No hay excusa! -Levantó la voz, yo me encogí asintiendo -¿Qué te he dicho de las amistades, Espresso? Sólo quitan tiempo al estudio ¿Así nos agradeces todo lo que hemos hecho por ti? -Negué cabizbajo -¿A esto le llamas comedor? -Señaló la diminuta mesa -¡Eres una vergüenza! Ahora siento lástima por tus visitas

-Prepararé algo rápido. -Huí a la cocina.

Afortunadamente hablar durante la comida estaba prohibido, el silencio reinó en la casa a veces roto por el ruido de los cubiertos en contacto con la vajilla. Los noté incómodos por la corta distancia entre ellos, las muestras de afecto no eran algo que formara parte de su matrimonio, eran rígidos e inquebrantables ¿Hubo una confesión? ¿Cómo terminaron juntos? ¿Se amaban? Yo era incapaz de preguntarles, hacerlo sólo los decepcionaría más.

-Regresaremos mañana -Informó mi madre al finalizar la cena -Prefiero pasar la noche en alguna posada antes que en tu pocilga.

Cuando se marcharon me eché sobre suelo con las piernas temblando con la mente en blanco, cubrí mi boca para sollozar ¿Cómo iba fingir ser exitoso? Los conocía lo suficiente para saber que si no demostraba ser el adulto que buscaban me obligarían a volver a casa, no soportaría regresar a las burlas, a no tener ni un sólo momento para relajarme. Tal vez si le mostraba alguna de mis contribuciones aceptarían dejarme en paz, introduje mi mano al bolsillo.

-Mi cuaderno -Lamenté palmeando mi frente -Ya es tarde -Incliné mi cuerpo hacia la ventana buscando a Madeleine ¿Ya había vuelto?

La preocupación por ambas situaciones impidieron mi descanso.

Cuando el sol dejó ver su primer rayo me preparé para salir lo más rápido posible, tenía un plan que podría funcionar si evitaba hacer contacto visual con un conocido o hablarles, por supuesto no tuve suerte debido a que casi choco con Madeleine en medio del jardín.

Cuchillos De Papel | Madeleine x EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora