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STELLA HABÍA PASADO CASI DOS SEMANAS ENCERRADA entre las constantes peleas, gritos y regaños de sus padres. No había salido de su casa para nada. La única persona con la que había hablado era Dylan Davies a través de su ventana, ya que ni siquiera la dejaban salir al patio trasero. Dylan se había convertido en su único amigo y en su salvación, para distraerse de su familia. Stella no sabia nada de sus amigos ni de cómo había terminado todo. Preguntó a su madre si podría visitar a Eddie y esta dijo que no.

La verdad era que, bueno, además de visitar a Eddie, Stella quería escaparse para ver a Richie Tozier. La única opción era, salir de la ventana y bajar por el árbol que había al lado de la ventana de Dylan Davies. Pero por supuesto, Stella se odiaba por ser una cobarde, no por el hecho de tener que trepar hacia una ventana, si no por lo que podía hacerle su padre si se enterara.

Gracias a que el universo estaba a su favor, Stella bajó de su habitación por los llamados de su madre.

—Stella, necesito que vayas a comprarme unos tomates a la tienda del centro— Hills trató de esconder su emoción y su corazón acelerado en una cara seria y calmada.

—Si, mamá—

—No quiero que te vayas a desviar del camino, ¿eh?—

—Por supuesto que no, mami— oh por supuesto que voy a hacer caso omiso a tus indicaciones.

[[...]]

Una bicicleta a gran velocidad pasó por casi todos los rincones posibles de Derry, y eso fue suficiente para desmentir todos los rumores que se habían creado en la ciudad sobre la supuesta desaparición o secuestro de la chica Stella Hills, quien solo había pasado una tortura infinita de dos semanas conviviendo en familia. Stella llegó a la tienda y compró algunos tomates, pagó y metió la bolsa en la canasta de su bici.

Pero, las reglas de su madre eran nada en estos momentos. Stella dudó por unos segundos, pero al final, con un mal sabor de boca y ganas de vomitar, se dirigió a la casa de los Tozier.

Pedaleando aún más rápido que antes, sentía aún más ganas de vomitar. Estaba segura que una rodada más de las ruedas de esa bicicleta e iba a dejar todo su desayuno en la calle 46.

—Buenos días Maggie—

—Linda Stella, cuanto tiempo. No te he visto por aquí, ¿Dónde has estado?—

—bueno...estaba en un curso de verano para...clases de danza—

—Oh, increíble. Richie está arriba—

Stella comenzó a subir las escaleras pero...

—¿Ella?— llamó la señora Tozier —Richie ha estado algo extraño, el te ama muchísimo. ¿Podrías hablar con el?—

—Claro Maggie—

El te ama muchísimo.

Stella tocó la puerta de madera que tanto extrañaba.

—¡Adelante!—

—Hola Richie—

Richie Tozier estaba tirado en el suelo de su habitación sin pantalones y con unos bóxers de supermán. El chico no pudo evitar ponerse rojísimo por que alguien lo haya visto de esa manera, y no cualquier persona, Stella, la chica que le gusta. Si, leyeron bien, Richie Tozier finalmente -y gracias a las pláticas desesperadas de su amigo Eds- había aceptado lo mucho que le gustaba Stella Hills. Y al lado de esto, gustar se quedaba corto. Richie estaba enamorado de Stella.

—Maldición— susurró poniéndose unos pantalones mientras Stella reía volteada y con los ojos cerrados. —Stella...—

Ninguna palabra salía de sus bocas, siquiera un sonido. Entonces Tozier rodeó a la chica con sus brazos, formando una cálido abrazó que duró por un largo minuto.

—Te extrañé demasiado—

—Yo igual, Richie, yo igual—

—¿Cómo lograste que te dejaran salir?— preguntó sentándose en la cama de la habitación e invitando a Stella a hacer lo mismo.

—Bueno...en realidad me mandaron a comprar tomates pero...necesitaba verte—

No te ilusiones Richie. A ella no le gustas.

Cuéntame todo—

Dicen que cuando te diviertes, el tiempo pasa volando. Y por eso, cuando su madre preguntó por que había tardado tanto, solo podía culpar a Richie Tozier, por hacerla tan feliz.

𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐈𝐑𝐋 | Richie Tozier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora