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Y DESPUÉS DE UNOS DÍAS del reencuentro de Richie y Stella. Finalmente tuvo el permiso de poder salir. Y como ya se había vuelto una costumbre, Stella Hills salió a pasar el rato con Dylan Davies en el parque de Derry.

—Y...cuéntame, este chico...¿Richie?— Dijo Dylan, mientras comía un chocolate —¿El te gusta?—

Stella sintió la sangre subir a sus mejillas.

—¿Quién te hizo pensar eso, DD?—

—No lo se, todo el día oigo de el...— se paró de la banca en la que se encontraba sentado —"Oh Richie, estoy tan enamorada de ti. Tanto que hablo sola imaginando que eres tú y luego te canto canciones y leo libros pensando en ti"— Imitó la voz de su amiga.

Stella miró raro a Dylan.

—Número uno: Yo no habló así; Número dos: Richie no me gusta y Número tres: Nunca hago eso—

—Desventajas de ser el vecino de Stella Hills—

—Exageras— Soltó una risa.

—Tal vez...pero sabes que tengo razón—

Davies miró a la chica frente a el esperando una respuesta.

—Bueno, pienso que Richie es algo lindo—

—¡Lo sabía!— Dylan abrazó a su amiga.

Stella aceptó el abrazo sonriendo.

—¿Prefieres rosas blancas o rosas rojas? Mejor negro...o dorado—

—DD, nadie se va a casar—

—Eso dices tú—

Stella se quedó mirando un punto fijo para después decir.

—¿Sabes?...sería lindo tener una boda—

Dylan miró a la chica raramente.

—¿Stella Hills piensa que es lindo tener una boda? ¿La misma chica que me dijo que el matrimonio es estúpido? ¿Que iba a pasar el resto de su vida con cuarenta gatos y su amigo Dylan?—

—Si, sería lindo. Pero...no es por el hecho de que no me gustara encontrar a alguien y ser feliz; solo tengo miedo de que termine como mis padres. Ya sabes...contestar el teléfono y que una mujer desconocida busque a mi papá. Eso me asusta—

Davies, ya sabiendo la fea situación en la que se encontraba su amiga, la abrazó. Stella nerviosa por la cercanía  sonrió para sus adentros.

—Algún día encontrarás a alguien que te ame tanto como yo a ti. Eres mi mejor amiga, Bestia. Nunca dejaría que alguien te hiciera daño. Y si eso pasa...te casas con Roger Taylor, fin de la historia—

Stella soltó una fuerte carcajada recostándose en las piernas de su amigo.

—Gracias, DD—

—No hay nada que agradecer, preciosa— Dijo, para dejar un beso en la frente de su miga provocando que Stella se sonrojara.

[[...]]

Richie y Stella habían quedado en ir al Arcade a jugar un rato. Cuando los dos llegaron se pudieron a jugar u algunas de las máquinas más nuevas -que no eran muchas, ya que todo en Derry era viejo y aburrido-

—Voy a ir por más fichas, ¿si?— Avisó Stella alejándose de su acompañante.

—Claro, Esty—

Hills miró cómo un chico rubio se acercaba a Richie y empezaban a jugar. Sonrió para ella yendo a comprar lo que quería.

Cuando Stella se dirigía hacia donde había dejado a su amigo, divisó a Henry Bowers gritándole que era un marica. Ella trató de ir hacía el pero Tozier ya había salido corriendo del Arcade. Decidió no meterse en problemas e ir en ayuda de Richie. Salió de ahí buscándolo hasta dar con el, tirado en el parque donde estaba la horrible estatua de Paul Bunyan.

—¿Estás bien Richie?—

El chico asintió con los ojos cerrados.

Stella suspiró para sentarse a su lado.

—¿Sabes? Yo creo que está bien que te gusten los chicos—

—¿De verdad?— Richie se levantó mirando a Hills.

—Claro que sí, Tozier. A mi me gustan las chicas— confesó.

Richie se asustó al pensar que no podría a llegar a sentir nada por el.

—¿Y también los chicos?— preguntó temeroso.

—También. Me gustan los chicos y las chicas, eso está bien—

—Me gustan los chicos y las chicas, eso está bien— repitió.

—Ven, ya vámonos de aquí— Dijo Stella, estirando una mano hacia Richie; quien la tomó y sonrió para comenzar a caminar hacia otro lugar.

[[...]]

Stella Hills caminó por las soleadas calles de Derry Maine hacia donde la llevara el destino -claramente no porque tuviera un nulo sentido de la orientación- pateó una piedra en el piso tarareando una canción de Rock que había escuchado en la radio. Paró de avanzar cuando vió el una sombra reflejada en el suelo, justo detrás de ella. Volteó rápidamente con miedo y adrenalina corriendo por su interior para encontrarse con el rostro de Henry Bowers inclinado y muy cerca de ella.

—¿Qué quieres, Bowers?— Preguntó, sonando más temerosa de lo que esperaba.

—A ti, linda— Dijo. Hills involuntariamente dio un paso atrás inundada de asco.

El rubio quitó un mechón de su cabello y lo colocó en su oreja, para después recorrer a la chica con la mirada.

—Déjame en paz, por favor— Sintió sus ojos picar y se obligó a sí misma para no soltar una lagrima. 

—No, no, no— Henry hizo un sonido "tranquilizador" mientras tomaba el brazo de Stella con brusquedad y esta trataba de alejarse sin poder gritar por miedo a que el chico le  hiciera algo peor —¿Nunca te haz visto en un espejo, Tellie? Eres sexy, demasiado. Todos en la escuela quieren que seas...¿Cómo decirlo?— Bowers se acercó a su oído disfrutando en su manera retorcida, de verla temblar.

—H-Henry n-no...— Haciendo caso omiso a los gritos y súplicas imparables de Stella la tiró a un callejón aún jalando de su brazo. Henry comenzó a besar su cuello mientras la tocaba. Stella lloraba y gritaba con todas sus fuerzas tratando de librarse de él —¡AYUDA, POR FAVOR, AYUDA!—

Bowers trató de callarla besándola. Hills se corrió tratando de que ese maldito no tocara sus labios.

Henry trataba de quitarle sus pantalones cortos y Stella en su desesperación, viendo a un sujeto acercarse gritó por ayuda. El sujeto rió viendo la escena dejando a la chica con aún más miedo. Hasta lo que pudo ver gracias a la obscuridad del callejón fue al tipo con un globo rojo y luego desaparecer.

Cuando Bowers había conseguido levantar su camisa negra; la miró con unos ojos tan horribles que la hicieron llorar con más desesperación. Henry se detuvo un segundo mirando el torso desnudo de Hills aún pegada a la pared contra su voluntad siendo agarrada por el.

—Ninguna de las chicas cree que eres fea, Tellie. Te tienen envidia. Porque eres la más buena de todas— Stella aprovechando su momento de distracción para patear a Henry en la cara y poniendo su ropa mientras corría del callejón.

Miró a todas las personas en la calle -que eran pocas ya que era una avenida casi deshabitada- corrió y tocó cada puerta viendo cómo todas cerraban con seguro y miraban sobre las ventanas. Con impotencia corrió y corrió, con lágrimas calientes quemando sus mejillas. Sudando frío y con su vida colgando de un hilo.

𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐈𝐑𝐋 | Richie Tozier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora