Capítulo 9

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Ya lo decía mi madre, "No hay que fiarse de los extraños", y esta noche debería haberla escuchado, no sé cómo pude ser tan tonta y caer, era una trampa absurda en verdad, cualquier niña boba hubiera caído en ella pero, ¿Por qué yo? ¿Por qué vino directamente a por mi? Y lo más importante ¿Quién es? Y, ¿Dónde estoy ahora?

Poco a poco voy consiguiendo abrir los ojos, los siento muy pesados, en realidad todo el cuerpo me pesa, como si me hubieran dado una paliza, incluso respirar me está costando.
Una vez consigo abrir del todo los ojos me doy cuenta de que estoy en una habitación, una habitación grande, con un gran armario en una pared, un espejo y un escritorio en otra y una chimenea que está encendida, de hay viene el calor que siento en el cuerpo, me encuentro tirada en la gran cama de matrimonio que contiene y me doy cuenta de que cuando intento levantarme no soy capaz, estoy atada de manos y pies, ¿Qué está pasando?

Siento un ruido que viene de fuera, y después veo como la manilla de la puerta empieza a girarse por lo que decido cerrar los ojos y hacerme la dormida, a ver si así descubro algo.
Siento pasos cerca de mi cama, y como alguien se acerca a mí y deja algo en la mesilla, "Se recuperará pronto", dice en voz baja... ¿Se lo dice a alguien más? Escucho como se acerca más a mí y oigo agua, por un instante siento miedo pero después siento como una toalla mojada se posa en mi frente. Alguien me está cuidando. Justo después se escuchan como unos pasos se alejan y alguien sale de la habitación, aún así decido no abrir los ojos, si mi intuición no falla y eran dos personas aún queda una aquí.

Vuelvo a oír el ruido del agua y la otra persona como se aleja, a lo mejor ahora es mi oportunidad, abro un ojo lentamente para ver qué está pasando. A lo lejos cerca de la chimenea se encuentra un chico rubio echándole leña al fuego, no puedo verle bien puesto que está de espaldas y en cuanto veo que se va a girar hacia mí vuelvo a cerrar el ojo.
Escucho como se acerca a mí de nuevo y siento que tengo que hacer algo o me quedaré así para siempre. Cuando vuelve a ponerme la mano encima para retirar la toalla de mi frente rápidamente me levanto y le sujeto el brazo, pero él en un abrir y cerrar de ojos se suelta de mi agarre, resulta que estoy más débil de lo que pensaba y no tengo fuerzas, hasta me cuesta estar sentada en la cama.

-Ey ey ey, tranquila.- Dice el chico de ojos azules.

-Que... ¿Qué estoy haciendo aquí?- Trato de hablar pero siento como si me pesaran las palabras.

-Aún no deberías ponerte en pie, túmbate anda.-

Hace el amago de acercarse a mí mientras responde pero levanto el puño en señal de que le pegaré si se sigue acercando y este retrocede.

-No quiero hacerte daño de verdad, solo trato de ayudarte.- Me dice.

Dudo por un momento pero siento como se me nubla la vista y que en cualquier momento podría golpearme la cabeza contra la mesilla que tengo al lado a sí que simplemente cedo y dejo que esté me recueste de nuevo en la cama. Mantengo los ojos abiertos todo el tiempo que puedo no quiero volver a caer dormida, veo como el chico vuelve a mojar la toalla y la coloca suavemente en mi frente.

-Has tenido fiebre de noche, necesitas descansar y comer algo, en un rato te traeré algo.- Dice.

Yo simplemente asiento con la cabeza, es todo lo que mi cuerpo en estos momentos puede hacer, y poco a poco siento como cada vez los párpados me pesan más y más hasta que vuelvo a quedarme dormida.

Cuando vuelvo a despertar me siento mucho mejor y consigo oler algo de comida, el chico rubio vuelve a entrar por la puerta con una bandeja con comida y un vaso de agua.

-Aquí tienes, come tranquila no está envenenada ni nada de eso.-

En cuanto dice eso no puedo evitar soltar una pequeña risa, sé que el momento no es el más indicado, pero la verdad es que en ningún momento se me ocurrió pensar que fuera a envenenarme. Asiento con la cabeza y como despacio y después bebo, la verdad sea dicha me moría por comer y beber algo.
El chico me mira con atención desde un sillón que está cerca de la chimenea, y cuando acabo de comer se acerca a mí a recoger el plato, esta vez vuelvo a agarrarle por la muñeca y hago que nuestros ojos choquen por un momento y entonces no creo lo que estoy viendo.
Es el chico, uno de los chicos que me acorraló en el callejón esta semana, los ojos se abren como platos sin poder evitarlo y se me hiela la sangre, por un momento el miedo me invade por completo y vuelvo a temer por mi vida. Le suelto la mano de un golpe y él mira en mis ojos el temor que siento. Y lo único que puedo decir en este momento es:

Entre aullidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora