➡Capítulo 2: ¿Cuántos golpes para Tyler?

170 9 2
                                    

Habían pasado exactamente siete días desde la última vez que vi a la novia, o la puta, de Chicago. Siete días en los cuales la odié.

Para mí las cosas, por muy extraño que parezca, funcionaban así: Alguien quebrantaba mi rutina y mi cabeza inmediatamente dibujaba una barrera entre nosotros.

Sin embargo, no pensaba en ella en lo absoluto. Mi cabeza tenía cosas más importantes que hacer, entre ellas contar el número de autos azules que pasaban por mi lado mientras me dirigía al Acapella Cafe.

Cuando llegué había contado siete.

—Diez minutos antes, como siempre —Susurró Emily mientras me tendía mi uniforme de trabajo, el cual era color naranja. Al principio lo odiaba, pues esa tonalidad me inquietaba, pero con el tiempo aprendí a vivir con la sensación de malestar.

—¿Estás segura de que no he llegado un minuto tarde? —La interrogué con los ojos bien abiertos, como si de esta forma pudiera detectar cualquiera de sus mentiras— Mi vecino intentó coquetearme y tuve que decirle que no quería salir con él cinco veces en veinte segundos para que me dejara en paz...

—¿Estás hablando de tu vecino guapo? —Me interrogó mi jefa con asombro.

—Si, Jesse...

—¿El Jesse del que siempre hablas? —Siguió con su interrogatorio mientras yo conté tres intentos fallidos por ocultar su sonrisa.

—Si...

—¿El Jesse que te gusta desde que eras adolescente?

—¡Si, Emily! —Comenzaba a frustrarme.

—¡¿Acaso eres idiota, Beca?! ¡Has esperado este momento durante años!

—Lo sé, pero estaba interrumpiendo mi rutina. Pudo haberme coqueteado de cinco a siete de la tarde en mis horas libres, pero decidió hacerlo cuando mi mente estaba ocupada contando.

—Beca... —Sabía que me soltaría uno de sus discursos sobre llevar las cosas con más calma y menos cálculos, pero yo estaba demasiado ocupada pensando en la interrupción de Jesse como para desear escucharla.

—Me gustaría charlar contigo, Emily, pero será mejor que comience. El señor Brown no tardará en llegar —Y fueron estas diecisiete palabras la que dieron fin a nuestra conversación.

Puedo decir que el inicio de mi día, excluyendo la interrupción de Dan y mi conversación Emily, fue bastante tranquilo. Era miércoles, así que cuatro de los clientes habituales no fueron, tal vez por problemas de horarios. Aun así, no me sentí alterada, pues sus puestos en mi cabeza fueron ocupados por otros cinco clientes no tan habituales que pasaron por allí al ser el lugar más cercano a sus trabajos.

Uno de esos clientes fue la chica que yo había apodado como la puta de Chicago.

—Señora Luna... —Escuché que la loca chica de la semana pasada me llamaba mientras golpeteaba mi hombro repetidas veces.

Respondí en el golpe número veintiséis. Puedo asegurar que me molesté, pues antes de eso estaba contando los centavos de mis propinas y ahora había perdido la cuenta, lo cual significaba que debía empezar de nuevo y consumir más de mi valioso tiempo.

—Estoy ocupada —Fue lo primero que salió de mis labios. No me había dado cuenta de su llegada al café, pero ya quería que se marchara.

—Yo también estoy ocupada —Me dijo con su suave voz mientras volvía a palmear mi hombro cinco veces más— ¿Podemos ocuparnos juntas?

Mi mente pensó que ella era una demente, y no estaba equivocada.

—¿Puedes irte? —Sé que fui grosera, pero el constante golpeteo de su dedo y su sola presencia me hacía sentir increíblemente nerviosa.

Seguirte O Perderte | BechloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora