Cuando desperté la mañana del día siguiente Chloe y yo debimos separarnos. Ella había prometido cuidar a Ethan mientras Aubrey trabajaba, y yo ayudaría a Stacie a escoger un vestido para esa noche. Su novio la había invitado a cenar.
Me despedí de Chloe con seis besos, ante lo cual ella respondió con solo uno, su número favorito del día.
Me sentí algo extrañada, pues últimamente Chloe elegía cifras altas. Ese día, sin embargo, no parecía querer demasiado.
—¿Te veré esta noche? —Pregunté a través de la ventanilla.
Ella casi había entrado al edificio cuando yo decidí hablar, así que no me habría extrañado que no me respondiera. La distancia era larga.
Sin embargo, lo hizo.
—Eso creo —Afirmó.
Y una sonrisa se dibujó en mi rostro antes de decirle que la amaba seis veces. Ella también sonrió antes de afirmar lo mismo.
Una hora después Stacie estaba en los probadores. Habíamos llegado a tiempo porque ella exigió conducir, propuesta ante la cual no pude negarme. Ese día quería irme a casa lo antes posible.
—¿Cómo estuvo tu cumpleaños? —Me interrogó Stacie mientras un segundo vestido era arrojado hacia mis brazos. Tenía toques naranjas, así que yo lo había descartado al verla con él— Estoy segura de que fue una locura y todo eso, pero necesito detalles.
—Chlo decidió llevarme esposada a un parque de diversiones. Fue increíble, incluso ganó un oso para mí.
Mi mejor amiga rio al escucharme.
—Paso en eso de intentar comprenderlas. Es imposible.
—No hay nada que comprender, Stacie. Es amor.
—Lo que tú digas…
Poco después salió de los probadores. El vestido era rojo y le quedaba increíble, pero no se lo dije. En realidad le pedí esperar para ver los otros, pues mi mente no iba a sentirse bien hasta que ella se probara seis.
—¿Y qué tal el sexo? Quiero creer que la locura de ambas también llega a la cama, porque de otra forma esto no tendría sentido.
—Fue increíble, Stacie. Muy, muy, muy, muy, muy, muy increíble —Afirmé, y si ella hubiera estado junto a mi habría visto el calor subiendo a mis mejillas— ¿Recuerdas cuando…?
—Está bien. Suficiente. No quiero detalles, Beca.
Ella volvió a salir del probador, esta vez usando un vestido azul que acentuaba sus curvas. De nuevo, no le dije lo muy increíble que se veía.
—¿Puedes ver mi móvil, Beca? Creo que lo he escuchado.
Asentí tres veces aunque ella no podía verme. Desbloqueé su móvil usando la clave que nunca cambiaba: cinco, seis, cinco, seis; busqué entre los mensajes, y me di cuenta de que no se había equivocado.
Había justamente dos mensajes sin leer. Uno era de su novio, el cual decía cosas increíblemente cursis que aseguraría haber leído en internet. El siguiente era del móvil de Aubrey, pero fue Chloe quien escribió.
—¿Por qué siempre me escribe a mí? ¿Acaso no sabe que tienes uno también?
Rodé los ojos.
—Claro que sí, pero sabe que no lo llevo al salir de casa. Me distraigo usándolo porque debo abrir todas las aplicaciones dos veces antes de hacer cualquier cosa.
Mi mejor amiga no dijo nada esta vez, pues conocía mis manías. En vez de eso salió del probador con un corto vestido negro que dejaba ver sus largas piernas.
Como aún faltaba un vestido volví a pedirle esperar un poco.
—¿Qué te ha dicho ahora esa demente? —Se burlaba ella— ¿La señora Sol ya ha decido que quiere tener estrellas con la señora Luna?
Su comentario me hizo reír.
—Solo dice que me extraña.
-¿Cuántas veces?
—Solo una. Es su número favorito del día.
—Pues que bien. Estaba comenzando a temer por Aub y sus facturas.
Y ya no hablamos más sobre el tema.
Finalmente mi amiga terminó llevándose el vestido rojo, el cual admitió saber desde un principio sería el elegido. No lo admití, pero también yo lo había sabido.
Fuimos a comer helado porque, según ella, no había nada mejor que culminar las compras con uno de ellos. Tenía razón, por supuesto.
Yo pedí uno de coco porque el blanco era mi color favorito. Ella prefirió uno de cereza.
—¿Crees que se vaya algún día? —Me interrogó Stacie antes de reírse de mí. Algo de helado había caído entre mis dedos, pues yo contaba hasta diez antes de llevarme la paleta a la boca.
Como lo hacía desde que nos conocíamos, me ayudó a limpiar mi desastre.
—¿De qué hablas?
—De Chloe…
No entendía por qué necesitaba sacar el tema a flote luego de que yo hiciera lo mismo el día anterior. Y juro que, de no ser mi mejor amiga, la habría abofeteado por despertar un dolor en mi corazón que desde la noche anterior no se calmaba.
—No lo sé. Tal vez, pero no aún. Realmente espero que lo olvide…
—No creo que pueda olvidarlo —La quería, pero en ese mismo momento yo necesitaba que cerrara la boca— Hace una semana la vi observar los aviones que pasaban sobre el café, y luego comenzó a llorar.
No sabía si sentirme mal por ella o por mí, así que lo hice por las dos.
—¿Por qué es tan difícil, Stacie? —Suspiré.
—¿Estar enamorada? —Asentí, y ella me miró fijamente a los ojos— No lo sé. Supongo que así es la vida.
—Pero no debería doler así. El amor debería ser un sueño, no una pesadilla…
Mi mejor amiga se rio de mí, y me di cuenta de que lo había hecho muchas veces ese día.
—¿Crees que el amor es agradable todo el tiempo? Beca, si no duele como la mierda entonces no es amor —Me explicó antes de bajar su mirada y mirar su helado con cierta melancolía. Comenzaba a derretirse, pero a ella no le importaba. Estaba muy ocupada intentando arreglar mi destrozado corazón— El amor no está obligado a hacerte feliz. Él solo quiere que aprendas a sentir.
En mi mente le di la razón, pero mi corazón no estaba dispuesto a ello.
—Pero…
—No intentes contradecirme, Beca. Estuve enamorada de mi mejor amiga desde que tenía catorce años, así que si alguien sabe de amores dolorosos soy yo.
Su confesión me dejó sin palabras, pues Stacie solo había tenido una mejor amiga durante toda su vida.
La miré y me di cuenta de sus ojos distraídos, sus mejillas rojas y el ligero temblor en sus manos. Estaba esperando algo, y ese algo era lo mismo a lo que yo le había temido antes de comenzar a salir con Chloe.
Pero yo no iba a dejarla.
—Stacie —Murmuré suavemente antes de sujetar su mano—… Lo siento. Lo siento. Lo siento —Se lo dije doce veces, su número favorito, pero aun después de eso no se sentía bien— Si lo hubiera sabido…
De repente todo tenía sentido, desde sus ataques de celos con la llegada de Chloe hasta su excesiva paciencia durante mis ataques.
Ahora entendía por qué me miraba a los ojos tan seguido, por qué sujetaba mis manos cuando no lo necesitábamos, por qué había aceptado el trabajo en el café cuando su tío le ofreció uno mejor, por qué había temido que Chloe me apartara de su lado.
De repente el cinco, seis, cinco, seis de la clave que nunca cambiaba pasó a ser “Lolo”, el apodo que me dio cuando me conoció.
De repente Stacie también tenía una historia de amor.
—De haberlo sabido nada habría cambiado, Beca. A ti no te gustan las chicas, te gusta Chloe… ¡Y sí que te gusta! —Estas últimas cinco palabras iban a acompañadas de una amarga risilla.
No sabía que más decir, pues tenía razón en eso también.
—Además, mi novio me hace feliz ahora mismo. Y tiene algo que tú no —Elevó una ceja, y no necesité analizar sus palabras seis veces para entenderla.
—¡Ew! ¡Stacie!
—¡Vamos! ¡Hace menos de un año amabas hablar de estos temas!
—¡Pero ya no! —Me quejé.
Me había acostumbrado tanto al cuerpo de Chloe que ya no podía pensar en nada más ni en alguien más.
—Por cierto, deberías presentármelo. Aun no conozco su nombre y han estado saliendo durante meses. Eso puede ser considerado como una traición…
—No necesita presentación, Beca. Estoy saliendo con Jesse —De repente Stacie me había dejado sin palabras dos veces en un día—… Ambos tenemos un par de cosas en común: Tú nos has roto el corazón, y fuimos unos idiotas cuando lo hiciste…
Era una broma algo cruel, pero no pude evitar reír.
—Pero dejemos de hablar sobre mí. Aubrey quiere que te dé un mensaje —En este momento nuestros helados eran un desastre, así que no pudimos hacer nada más que comprar otros.
—¿Un mensaje? —De nuevo ocupamos la mesa, y nada fuera de lo común parecía haber pasado entre nosotras.
—No cree que lo recuerdes, así que ha solicitado mi ayuda.
En este punto yo estaba muy confundida.
—¿Recuerdas el día en el que te dijo que el mundo está repleto de cantidades?
No lo hacía, así que negué tres veces.
Mi mejor amiga se golpeó la frente mientras bufaba.
—Además de loca tienes problemas de memoria. Bien allí.
—Stacie —Quería que fuera directamente al grano.
—¡Lo que quiso decir ese día es que debes ir con ella porque siempre encontrarás cosas para contar! —Ahora ella parecía exasperada— Además, ella nunca tiene un destino fijo, así que si un día comienzas a extrañar estar por aquí puedes comprar un boleto de regreso para ambas. Ella será feliz de todas formas.
—Pero… —Me quedé callada, pues de repente noté que esa era la solución a todo.
Siempre lo había sido.
—Gracias por nunca corresponderme, Beca. Eres exasperante —Exageró ella con una mano en el corazón.
Lo habría considerado un comentario divertido de no ser por una enorme distracción que encontré a sus espaldas.
Justo en la mesa del fondo, comiendo un tipo de helado que no me interesaba y revisando el contenido de un par de bolsas de ropa de bebé se encontraba Aubrey Kordei.
No era el problema su presencia en sí, sino el carrito de bebé que se encontraba a su lado.
Me levanté de la mesa sin pensarlo ni un poco y caminé hasta ella mientras las piernas me temblaban. Stacie estaba detrás de mí, pero parecía presentir que algo andaba mal.
Mi corazón comenzó a acelerarse cuando vi a Ethan durmiendo plácidamente dentro del carrito.
—Beca, no esperaba verte por… —Pero la sonrisa que se formó el verme inmediatamente se desvaneció al notar mi expresión.
—¿Por qué Ethan no está con Chlo? Ella dijo que debías trabajar. Ella dijo que había prometido cuidarlo.
—Beca, hoy es mi día libre.
No necesitó decir más.
Comencé a correr sin importarme haber dejado a Stacie, pues mi mente no estaba en ella. Cuando me di cuenta ya estaba por llegar a mi departamento, así que supuse que encontraría alguna forma de volver a casa.
Subí esperando encontrarla, pero no estaba. Subí dos veces más, pero el resultado seguía siendo el mismo. Tomé mi móvil, pues sabía que seguir hasta allí era un caso perdido.
Intenté con todas mis fuerzas evitar mis típicas repeticiones mientras me dirigía al departamento de Chloe, pero yo era un caso perdido. Al llegar estaba sudando y golpeé la puerta tan fuerte como pude.
—¡Chloe! —Grité luego de un largo minuto en el que no obtuve respuesta.
La llamé varias veces más, pero ella seguía sin responder. En la sexta oportunidad mi voz era apenas un débil sollozo.
Fue entonces cuando noté a un anciano acariciar mi hombro dulcemente. Era el vecino de Chloe.
—Salió hace una hora con una valija. Me dijo que debía cuidarme de los fantasmas, así que le di las gracias. Luego se fue cantando algo sobre ver a sus padres una última vez…
Treinta y cuatro palabras provenientes de la boca de un anciano jamás me habían parecido tan reconfortantes.
De nuevo comencé a correr y me dirigí a casa de los padres de Chloe, lugar al que pensé no volver nunca más. Intenté una vez más ignorar mis rutinas, pero fue otro fracaso.
Toqué la puerta de aquella casa tres veces antes de que Sinu me abriera.
—¿Ahora tú? ¿Qué hice para que dos asquerosas raritas vengan a visitarme en un día?
No me importó el asco en su voz ni su mirada despectiva. Yo estaba buscando a su hija.
—¿Dónde está Chloe?
—No me lo ha dicho. Ahora vete.
Pero yo no quería creerle.
—¡¿Dónde está?!
De repente la tenía acorralada contra una de las paredes, y me importaba muy poco la aparición de su esposo o una llamada a la policía por parte de los vecinos.
No fue su voz quien respondió ante mis dudas.
—Chloe me dijo que iba al aeropuerto. Se fue hace bastante tiempo, así que ya debe estar allí.
Le agradecí antes de soltar a su madre, y prometí que de cumpleaños le regalaría un bonito pastel. Sinu intentó negarse, pero yo no la escuché.
Justo cuando estaba a mitad de camino mi móvil comenzó a vibrar en el bolsillo de mis pantalones.
Era un número desconocido.
—¡Hola! —Respondí alterada.
No tenía tiempo para confusiones de números telefónicos en ese momento.
—Señora Luna…
Mi corazón se detuvo al escuchar su voz, y es que no podía creer que fuese ella. Pensé que ya la había perdido.
—¡Dijiste que nos veríamos esta noche! —Grité alterada.
Estaba enojada con ella porque desde esa mañana lo había sabido, tal vez desde mucho tiempo antes. Estaba enojada porque me había mentido y en ese momento planeaba dejarme.
—Dije que lo creía, señora Luna. Aun tienes tiempo… Mi vuelo sale en quince minutos.
Pero yo necesitaba más de quince minutos.
—¿Dónde irá tú vuelo?
Si no podía llegar a tiempo la alcanzaría en su destino. Lo único que yo quería era estar junto a ella.
—No lo sé, Beca. No lo sé y no quiero saberlo hasta llegar allí —Sabía que estaba llorando, y yo odiaba escucharla llorar. De repente mi desesperación no se basaba solo en llegar, sino también en abrazarla y contar sus lágrimas— Pero no te preocupes, he comprado un boleto para ti. No sabía si vendrías, pero lo hice de todas formas.
—¿Puedes cambiarlos? Por favor, Chlo, iré contigo donde quieras, pero necesito más tiempo.
—Has tenido bastante, Beca. Además, si salgo más tarde podría perderme muchas aventuras.
Y, si salía a tiempo, yo podía perderla a ella.
-Chlo…
—Diez minutos, Beca.
Y la llamada finalizó.
Intenté comunicarme nuevamente, pero una voz extraña me contestó. Era la chica que le había prestado el móvil.
Durante todo el camino ignoré mi necesidad de repetir las cosas. No tenía tiempo para voces en mi cabeza ni para sentir que algo no iba bien.
Porque nuestra separación era lo único que no iba bien.
Sin embargo, hubo un momento en el cual comenzó a llover. No era una tormenta, sino un pequeño rocío.
Aun así, eso fue suficiente.
Las gotas sobre el parabrisas me gritaban que debía contarlas una y otra vez. Las ignoré durante cinco minutos, juro que lo hice, pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo noté que había tomado el camino equivocado solo porque mi mente estaba demasiado concentrada en no contar.
Aun así, aunque sabía que ya habían pasado más de diez minutos, intenté retomar el camino correcto. Y lo hice, pero de nuevo mi mente me jugó en contra y me obligó a apagar el auto porque creí escuchar un ruido extraño.
Una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces…
—¡Basta! —Me grité a mí misma con lágrimas en los ojos, pero incluso después de eso mi mente insistía— ¡Basta! —Volví a gritarme con voz ahogada antes de encogerme en el asiento y golpear levemente mi cabeza repetidas veces, intentando controlarme— Basta —Supliqué entre susurros.
Mi mente se calmó, pero ya era demasiado tarde.
Y suspiré, pues justamente el día en el que había decidido seguirla la vida me había obligado a perderla.
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Seguirte O Perderte | Bechloe
FanfictionBeca amaba la rutina. Chloe amaba lo desconocido. Beca amaba la perfección. Chloe era completamente imperfecta. Beca no tenía grandes sueños. Chloe vivía en uno. Beca odiaba las despedidas. Chloe vivía de ellas. Beca no quería seguirla. Chloe no que...