➡Capítulo 15: Perdiéndola

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Esa misma noche recibí una llamada. La fotografía de Aubrey junto al pequeño y adorable Ethan aparecía en la pantalla de mi dispositivo móvil, pero algo dentro de mí sabía que no era su voz la que me hablaría al contestar.

Aun así, llevé el aparato a mi oído tres veces antes de aceptar la llamada.

Algo en mi mente me dijo que debía hacerlo.

—¿Señora Luna? —Fue lo primero que escuché preguntar a la voz que se encontraba al otro lado de la línea. Por supuesto, se trataba de Chloe.

Me rompió el corazón escuchar sus sollozos, así que tuve que esforzarme bastante para no salir de mi departamento y correr a abrazarla hasta que mi cuerpo se fusionara con el suyo.

Las cosas no estaban bien entre nosotras, y si ella quería que nuestras peleas se resolvieran con lágrimas terminaríamos terriblemente mal. Lo sabía. Había leído ese consejo doce veces seguidas en internet.

—¿Si?

—¿Realmente eres tú? —Podía imaginar su sonrisa al otro lado de la línea, e imaginé que se veía hermosa haciéndolo incluso con las mejillas húmedas. Me contuve para no imitarla. No quería parecer débil, incluso si ella no me veía en ese momento— Estuve intentando llamarte desde que te fuiste, pero todos los que respondían me decían que no eras tú. Luego Aubrey vino a decirme que no podía presionar los números al azar porque así no funcionan estas cosas y me ayudó a contactarte.

No pude evitar sentir algo de ternura al escuchar sus palabras.

Chloe Beale, quien odiaba todo tipo de tecnología y no entendía ni los comandos más básicos, había intentado contactarme incluso no sabiendo cómo hacerlo.

Lo admito, yo estaba muy enamorada de ella, y eran detalles tan pequeños como estos los que me hacían darme cuenta de lo muy perdida que me encontraba.

Aun así, me mantuve firme y conté hasta diez intentando no ceder.

—Sé que estás ocupada escribiendo tu libro, pero realmente necesito hablar contigo y…

—Habla, Chloe.

La verdad es que ni mi necesidad de escribir diez páginas diarias me permitía tocar mi portátil, pues lo único que tenía en la cabeza era a Chloe y la posibilidad de que me dejara en cualquier instante.

Ese día mis mundos ficticios fueron olvidados por una realidad que odié con todo mi ser.

—Te amo, Beca. Te amo mucho.

Intenté no ceder, juro que lo intenté, pero yo era demasiado débil ante ella. Con esas simples seis palabras me di cuenta de que no podía enojarme solo porque la vida me estaba haciendo elegir entre seguirla o perderla.

Ella era un dragón con deseos de conocer un mundo que, sin darse cuenta, estaba incendiando a su paso.

No podía detenerla, pero su amor me estaba quemando, y lo más grave de todo esto es que a mi parecía gustarme el hecho de salir herida.

—Y yo a ti también te amo mucho, Chlo —Le contesté con total sinceridad.

Escuchar su leve risita tras la línea fue suficiente como para darme cuenta de que yo estaba lo suficientemente perdida como para ignorar mis sufrimientos.

—He llorado por ti toda la tarde —Me dijo sin más, pero no estaba reclamándome nada. En realidad, Chloe solo quería que yo lo supiera—… No quiero perderte, pero tampoco a mis sueños.

—Lamento que sea tan difícil.

—Yo no.

—¿Por qué no?

—Porque cuando lo nuestro se hace más difícil yo comienzo a amarte mucho más.

Ahora fue mi turno de reír.

—Desde que llegué he estado pensando —Me dijo con suavidad, y algo en su tono de voz sonaba roto pero aliviado—… No podemos intentarlo la una por la otra, Beca. De esa forma solo guardaremos rencores. Si vamos a intentarlo debe ser por nosotras mismas.

—¿Qué quieres decir con eso, Chloe?

Pero yo ya conocía la respuesta.

—¿Podemos tener una cita mañana, señora Luna? —Me preguntó, y había un toque de tristeza en su petición.

Le dije que sí seis veces, pero no se sintió bien. Lo hice doce veces más, pero la sensación no mejoraba.

Lo había repetido ya cuarenta y ocho veces cuando me di cuenta de que, por más que lo intentara, nunca sería suficiente. Me rendí, y esta vez sí que se sintió bien.

Supe que no debía esperar nada positivo si así estaban funcionando las cosas con mi cabeza.

—Te veré en el Acapella Cafe al salir, entonces —Me dijo.

—Siempre te veo, Chlo. Incluso antes de salir. Trabajamos juntas ¿Lo recuerdas?

Quise que sonara gracioso, pero ninguna de las dos rio.

—Te amo —No sé por qué lo dijo de nuevo, pero de repente sentí la necesidad de escucharlo muchas veces más.

—¿Puedes repetirlo, Chlo? —Una lágrima se había escapado por mi mejilla, pero yo no conocía la razón.

Esa noche dormí escuchando su voz, y cuando desperté ella aun repetía la frase en medio de su sueño. Y me alegré un poco, porque ella estaba soñando conmigo.

Y yo había soñado con ella

Mi rutina para llegar al café no se vio afectada. Escuché la campanilla, saludé a Emily tres veces y me molesté por la presencia del señor Cheng, cosa completamente normal en mi vida. No saludé a Chloe, pero ella tampoco insistió para que lo hiciera. No creo que Stacie no notara nuestro repentino distanciamiento, pero nada salió de sus labios con respecto al tema.

Sabía que mis problemas no eran los suyos.

Debo admitir que realmente no me preocupé por nuestra charla hasta que llegó el momento.

Supe, gracias a su rostro y el reflejo del mío en sus ojos, como terminaría todo aquello.

Aun así, sabía que no debía correr. Después de todo, ya no había escapatoria.

—Te amo.

Se sentó frente a mí, y sus palabras seguían siendo tan sinceras que la situación se hacía incluso mucho más difícil.

—Y yo a ti, Chlo.

No me preocupó aceptarlo nuevamente. De todas maneras aquello iba a doler, así que ya no me importaba.

Al menos dolería mientras amaba como nunca pensé hacerlo.

—¿Sabes por qué las mariposas vuelan? —Me preguntó repentinamente. Aunque su pregunta no parecía encajar en la situación, supe que ella encontraría una forma de relacionarla.

—Tal vez porque tienen alas… —De nuevo, ninguna de las dos rio.

—¿Algo más además de eso?

Negué seis veces, pues no conocía la respuesta. Ella rio débilmente y unió nuestras manos, las cuales quedaron sobre la mesa. Acarició mis nudillos, lo cual me hizo darme cuenta de lo mucho que iba a extrañar incluso esos pequeños detalles.

Sé que Stacie, Emily e incluso algunos clientes restantes nos miraban con cautela, pero no me importaba. En ese momento solo una idea se me cruzaba por la cabeza.

—Yo tampoco lo sé.

Lo decía con tranquilidad, y muchos se habrían reído de su pregunta sin respuesta. Yo no lo hice, pues sabía que algo mucho más profundo que una estúpida broma se escondía tras ella.

—He intentado hablar con las mariposas, señora Luna, pero ellas siempre se van. Nunca parecen tener tiempo para descansar. Necesitan volar de un lado a otro todo el día, y cuando se posan sobre una flor no alcanzas a detallarlas completamente cuando ya se han marchado a otro lugar…

Sus palabras me recordaron a alguien que yo amaba con todo mi corazón.

—Creo entenderlas, Beca —Dijo finalmente con un suspiro antes de besar cada uno de mis nudillos dos veces— Han estado tanto tiempo encerradas y, antes de eso, temiendo ser pisoteadas, que al obtener sus alas simplemente no pueden parar.

Cuando me miró entendí que ni siquiera el amor que nos teníamos podía cambiar sus deseos de viajar o mis necesidades de poseer una rutina.

Supe que ella tenía sus alas, y que yo había roto las mías.

—Quiero que seas feliz, Beca, pero también quiero serlo… Y no podemos serlo si somos nuestros propios muros.

—Chlo…

—¿Puedes decirme que me amas?

Lo suplicaba con una dulce inocencia en la mirada. Lágrimas se acumularon sobre el café de sus ojos, tal y como si esperara no escuchar nuevamente esas palabras.

Sujeté sus mejillas y las acaricié, acción ante la cual ella suspiró mientras cerraba los ojos.

—Te amo…

Y como no se sintió bien la primera vez repetí la frase hasta que mi boca se cansó. Por supuesto, no fue suficiente para mi mente.

Me habría gustado decirlo hasta morir de amor.

—Yo también te amo, Beca. Te amo. Te amo… —Afirmó seis veces antes de levantarse y besar mis labios dos veces.

En mis mejillas sentí sus lágrimas.

—¿Dónde vas? —Pregunté al verla dirigirse hacia la puerta del café, no sin antes despedirse de Emily normalmente. Las lágrimas en su rostro no parecían importarle.

Era como si estuviera orgullosa de exhibir su tristeza.

Era como si estuviera orgullosa de haberse enamorado hasta un punto tan doloroso.

—A mi departamento. Necesito llorar a solas luego de todo lo que ha sucedido.

—¿Qué ha sucedido? —No pudo evitar preguntar mi mejor amiga.

Chloe me miró a los ojos, se limpió una lágrima y suspiró mientras me regalaba una débil sonrisa que, por más que intenté, no logré regresarle.

—Beca y yo hemos terminado.

Y no dolió tanto, pues ya me lo esperaba. Y sé que, en ese momento, fue la mejor decisión que pudimos haber tomado.

De otra forma todo habría sido desastroso.

Seguirte O Perderte | BechloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora