capítulo IX

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TLAROC NO RECORDABA EXPERIMENTAR LA MUERTE O el amor de su madre, al menos biológica como los seres de muchos planetas, realmente no sabía sí tenía una. Era consiente que los eternos eran una creación de los celestiales, pero él pensaba que serían una nueva generación. ¿Realmente tuvo una madre que lo gestara en su vientre y estuviera ansiosa de su nacimiento? No lo sabía, pero había conocido el cariño materno gracias a Ajak, su suprema había sido la figura más cercana que los mantuvo unidos por siglos y cuido de ellos, ayudándolos en su travesía por ese nuevo e inexplorado mundo.

Eran seres galácticos, hijos de Arishem y Ajak. «Ni siquiera se escucha raro» pensó, de hecho, se escuchaba bastante cuerdo y si más de sus hermanos estuvieran ahí, podrían afirmarlo.

— ¿Cómo sabes que está muerta?— le había preguntado con una voz de hilo a Ikaris mientras colocaba un par de velas de loto alrededor de tres cuadros que tenían en casa con Ajak; el primero era una foto de Akenat y él abrazándola en lo que parecían los años 40's, luego una polaroid setentera de Ajak y Tlaroc junto a la ventana, un poco manchada por el jugo de zanahoria que Akenat le había tirado y la más reciente, no tenía más de cinco años, incluso Sprite aparecía detrás de Akenat sacándole la lengua y poniéndole un mostacho con sus poderes.

Tlaroc sonrió nostálgico al ver la última y miró a Akenat, había estado recordando un par de anécdotas de Ajak para tratar de animar a Ikaris quien, como de costumbre, estaba perdido en sus pensamientos. Suponía que Akenat ya lo había comentado con Ikaris, puesto que su reacción fue más preocupación por él, aunque fueron sólo un par de lágrimas las que derramó antes de que una risa triste lo inundara.

—Ajak no hubiera querido que estuviéramos tristes, lo odiaría —les había dicho.

— La he visto — respondió finalmente —. Vi su cuerpo con mis propios ojos cuando fui a visitarla ayer.

Cuando se giró hacia ellos, Akenat encendió las velas con un chasquido de dedos.

— La enterraste. ¿Verdad? Ajak hubiera querido que sus restos permanecieran en la tierra.

— Un desviante me atacó y... Ya no pude regresar, temí de inmediato que los atacara a ustedes.

Tlaroc y Akenat se miraron con los ojos abiertos y Tlaroc vaticinó una indignación creciente en su gemelo — ¿Quieres decir que la dejaste a la interfiere para que bestias profanen su cuerpo como carroñeros?

—Me preocupo por los vivos —Ikaris dijo firme y Tlaroc lo entendió, tuvo una punzada al pensar en el cuerpo de Ajak sin un funeral honorable como se lo merecía, pero también comprendía a Ikaris, estaba en peligro y... tenía razón, sus compañeros estaban en grave peligro.

—Akenat, para. Ikaris, está en lo cierto.

—Dejó a Ajak.

—Y vino a avisarnos nosotros porque se preocupó — tomo a Akenat del brazo y logró que con un agarre suave se alejara por el departamento. Tlaroc suspiró sentándose en el brazo del sillón donde estaba Ikaris—. Sé que estuviste en peligro y espero que estés bien. Sí esas cosas nos están cazando, te ayudaremos a encontrarlas y a eliminarlas como se supone que debió pasar hace 500 años.

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