SENTÍA UN ENORME DEJA VÚ, como sí todas las incógnitas de su vida comenzaran a tener sentido, las piezas se unieran y tuviera frente a él la imagen completa de su vida, o al menos el sentido de ella. No eran seres vivos, pero a la vez sí estaban vivos, o al menos en el sentido de la palabra que Tlaroc podía concebir como vida; podían amar, podían respirar, llorar, sentir, pensar e incluso morir.Tenían incluso un ciclo de vida en su mente donde al terminar de cada surgimiento, sus mentes se borraban, olvidaban su historia en el planeta que se destruía con el nacimiento del celestial y su misión volvía a empezar.
Los eternos habían quedado absortos y estupefactos ante la revelación que Arishem le concedió a Sersi como suprema: eternos y desviantes, dos razas que habían sido condenadas por su mano a enfrentarse a muerte por los siglos de los siglos con la intención de proteger a la vida del planeta escogido para encubar a un nuevo celestial cada mil millones de años, puesto que la energía de la población alimentaba al ser en el núcleo del plante. Su nacimiento traía la vida de miles de soles y con él, el desarrollo de otras galaxias, pero antes, el planeta donde era huésped era destruido indirectamente por su tamaño.
Thena siempre lo supo, e intentó advertirles, todo el tiempo, su mahd wy'ry eran recuerdos que no pudieron ser borrados, pero de todo lo que dijo Sersi, aún nada le explicaba porque Thena le había llamado general. ¿Lo había sido en otra vida?
Algunos como Kingo y Akenat estaban en negación de su existencia, otros como Sersi y Gilgamesh lo reprobaban, pero estaban otros que, guardaban sus palabras como el propio Tlaroc y Thena, y en cuanto miraba a Ikaris o Sprite, no veía pensamientos claros, era más como sí pudiera percibir una indecisión latentne.
Ikaris era distante, Tlaroc recordaba cómo ni siquiera se molestaba en aprender el idioma a dónde iban hasta que todos los eternos se comunicaban en la misma lengua, pero ahora era como sí ni siquiera la flor de su ego lo hiciera brillar. Estaba en la penumbra de la habitación, como sí su luz se apagar, o algo lo hiciera.
A Tlaroc no le sorprendía su origen, era más un alivio poder conectar todo lo qué le provocaba una crisis existencial. Siempre sintiéndose un tanto ajeno a los humanos, criaturas o alienígenas que conocía. Se miraba las manos con gran curiosidad, como sí tuviera un cuerpo nuevo, tratando de intuir cómo era posible que sangraran y que sintiera el latir de un corazón dentro suyo, sus huesos no eran de metal, eran duros, sí, difíciles de romper, pero había sucedido. También eran vulnerables.
—Eso explica el color de Ajak, gris, pero ni siquiera estaba fría — se susurró así mismo, pero ahí estaba, Ikaris mirándolo al otro extremo de la habitación como si lo escuchara, y esa espina de desconfianza surgió como en la casa de Dakota para Tlaroc, quería enterrarla, porque lo último que quería tener en su mente ahora es que Ikaris podía hacer un acto tan terrible que no tendría sentido.
Ajak amaba a Ikaris más que a ninguno de ellos, aunque lo negara.
—Debemos actuar. Las vidas de millones ahora mismo están en nuestras mano y ni los Vengadores o los Guardianes de la Galaxia están enterados de esta amenaza. La decisión está en nosotros, aunque no lo queramos. Ni siquiera me es concebible pensar en que estar personas, sean aniquiladas... —el tono tranquilo de Tlaroc demando silencio mientras se levantaba hacia la ventana de la cocina y abría las cortinas, dejando ver un cielo puro y estrellado, tan hermoso que podría llorar al pensar que esa vista se iría—. Los hemos visto crecer, vivir y morir, somos como sus padres invisibles de cierta forma. Han cambiado tantas veces y tan rápido últimamente que he perdido un poco la cuenta, hemos llorado y reído con y por ellos... tanto trabajo en vano... no es posible que no sientan ni un poco de aprecio por la humanidad, que no sientan el deber de salvarlos.
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EVERYTHING I WANTED ─── Druig ✓
FanficEIW | ❝Errar y amar es de humanos. Después de siete mil años, ¿De verdad crees que no somos como ellos?❞ Cuando Tenochtitlan ardió, Tlaroc quiso sucumbir a las llamas con la ciudad que amaba, pero Druig no lo permitió, entrando en su mente y con...