8- I like you

360 22 0
                                    

Han pasado dos semanas de alborotos. Miriam desde la última vez que nos vimos en la casa de árbol de su hermano no me ha vuelto a hablar ni a dirigir la mirada, eso me tenía preocupada pero no tanto como mi psicóloga.

Mi madre me ha echo ir dos veces a la semana después de enterarse que aún sigo hablando con Mario y eso significó más tiempo con mi psicóloga. Cada consulta había sido distinta, pero siempre sintiendo lo mismo. Ahora las horas se van muy rápido y estoy teniendole mucho cariño a Addie, eso es lo que me preocupa.

No es un cariño fraternal, los nervios, las cosquillas en el estómago, las sonrisas y las miradas me han echo dudar cada vez más que es lo que siento.

He encontrado a mi madre muchas veces en el tercer piso, es un avance, ella esta saliendo de sus problemas también. A mi se me sigue haciendo imposible subir a ese lugar, llena a mi cuerpo de tristeza.

Y lo que Addie me esta haciendo sentir trae a flote todos esos recuerdos que había creído enterrados en lo más profundo de mi mente.

Mi madre olvido por completo el tema de los dulces y Emily pasaba más tiempo en mi casa que en la suya, eso nos hizo más cercanas y nos dimos cuenta de lo parecidas que éramos.

Hemos salido con Hugo, al parecer ellos dos tienen una amistad muy fuerte y comencé a formar una con él, es un chico realmente agradable.

Mire la hora de mi teléfono.

6:40 p.m.

Suspiré y cerré los ojos un momento, martes en la tarde esperando entrar con mi psicóloga, el clima estaba frío y el short que traía puesto no era de mucha ayuda.

No me quedo más que mirar a Marta trabajar, su cabello blanco y sus arrugas la hacían ver mucho más grande de lo que es.

Eva Callwel consultorio 5.

Suspiré sintiendo los nervios estancarse en mi estómago. Me levanté con mochila en mano y mis piernas temblaron cuando estuve frente su puerta, toque la puerta y su voz me dejó pasar.

—Eva.— su sonrisa me abrazo con calidez y sonreí como se había echo costumbre.

Pude escuchar a mi corazón desbocado, me senté frente a ella antes que mis piernas fallarán.

La observe en lo que ella terminaba de anotar cosas en su computadora, su cabello negro estaba sostenido por una pinza blanca que hacía juego con su camisa del mismo color. Tenía puestos sus lentes que la hacían ver más perfecta, recientemente descubrí que sus lentes no tienen aumento, probablemente son de descanso.

Sentí mis manos sudar y me sorprendí, eso era nuevo. Me ensimisme tanto que no note cuando dejó de teclear para prestarme atención.

—¿Cómo estás?— preguntó y voltee a verla, mi corazón latía tan fuerte como un tambor, quedé pasmada y había olvidado como hablar cuando enarco una ceja, no me quedo de otra que tragarme mis nervios.

Me acomodé en mi asiento y carraspee mi garganta. Jugué un poco con mi cabello y suspiré.

—Todo regular.— confesé y la mire, ella me miraba también, sentí mi interior temblar cuando me regalo una sonrisa.

—Bien.— anotó algo en su carpeta y volvió su mirada a mi.— ¿Cómo ha estado tu semana?

Pregunto atenta y suspiré.

—Algo tensa.


La plática fluyó y con el humor más sano pude soltarme un poco con ella. Hasta que las mariposas martillearon mi estómago cuando su mano tocó lentamente la mía, una electricidad recorrió mi pecho y envió más sangre a mi cara, podía sentir lo roja que estaba.

La droga de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora