13- Amistades vienen y van.

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—Te busque por toda la casa, dios Eva me espantaste.— escuché a Alexandra después del rechinido de una puerta.— tienes que alistarte para ir al psicólogo.

Comenzó a moverme, suspiré tratando de ignorarla un rato más.

—Te espero abajo.— escuche antes de que saliera del cuarto. Reacomode toda mi mente mientras miraba el techo. Se escuchó el rechinar del escalón haciendome entender que ya había llegado a la segunda planta.

Me quedé viendo fijamente el tablón del techo y sentí una lágrima recorrer mi cuello. La limpie tan pronto cayó y me levanté de un brinco, suspiré y salí del cuarto dándole una última mirada. Baje a la primera planta y entré a la cocina. Alexandra me sirvo cereal y nos sentamos a comer.

—¿De quien era ese cuarto?— preguntó mientras meneaba su cereal.

—De una amiga que se hospedo con nosotros hace un tiempo. Había venido de los angeles a estudiar aquí.— suspiré mirando mi cereal.— Realmente no tiene importancia.

Aclare después de pensar más.

—Okey...— respondió sin más.— ¿Qué harás hoy?

Preguntó comiendo cereal.

—Saldré con una amiga.— respondí y asintió.

Unos minutos después termine el cereal.

Subí al cuarto por mi teléfono, bajé y Alexandra me esperaba, agarró las llaves de la casa y yo agarre las del carro.

Me miró y yo le sonreí, salimos y entre de piloto quitándole el lugar.

—¿Sabes manejar?— me preguntó con una ceja enarcada yo asentí sonriendo y ella se sentó en el copiloto. Íbamos escuchando música y riendo un poco.

—Comencé a correr tras él, una piedra se atravesó, y caí de boca, me caí por toda la montaña y me raspe todo el cuerpo. Mis amigos iban atrás de mi, cuando llegué hasta abajo, lo primero que dijeron fueron puras estupideces— termino su anécdota riendo.— después de eso me quedé con un apodo nada agradable.

Reí y ella igual, al final su compañía no era tan mala. Llegamos al edificio y estacione el carro, salimos, saque un cigarro y cuando lo iba a prender un brazo alrededor de mi hombro lo arrebato de mis labios. Mire a mi derecha y Alex negaba con la cabeza, suspiré rodando los ojos y seguimos caminando, ella tenía su brazo rodeando mis hombros.

Me quedé extrañada por su comportamiento pero lo deje pasar.

—Por más que te quite esas cosas... es impresionante de dónde sacas tantos.— me regaño cuando entramos al edificio, reí burlona, pero pareció que no le causo gracia en absoluto.

Entramos y llegamos al lugar correspondiente, gracias a Alexa llegamos bastante temprano, di reserva a mi próxima consulta y comencé a platicar con Alexandra.

—¿Te cuento algo extraño?— le dije y me miró atenta.— siento que te conozco de otro lado, pero no logro recordarlo.

Murmure suspirando frustrada y ella no emitió sonido.

Me miró a los ojos por un rato, sonrió y me abrazo, correspondi su abrazo extrañada por su cambio de actitud. Después de un rato sentí como me abrazo con más fuerza y luego me soltó.

—Se está haciendo tarde.— miró la hora en su reloj y me miró.

—Las consultas con algunos pacientes pueden hacerse algo largas, no hay de que preocuparse.— explicó la recepcionista y Alexandra asintió.

—¿Qué opinas sobre el libro que te recomendé?— sonrió y la mire.

Toque su frente con prisa para comprobar si tenía fiebre.

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⏰ Última actualización: Feb 10 ⏰

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La droga de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora